La apatía quebranta la ley del Amor divino. Se opone a todo lo que Cristo Jesús enseñó, porque ser apático es no tener compasión o interés por el prójimo, es ser insensible al amor abnegado que el cristianismo requiere.
Uno podría hasta decir que la apatía quebranta el mandamiento “No matarás”: Éx. 20:13. ahoga la espontaneidad, la actividad y la vitalidad. Lleva a descuidar el progreso espiritual. Apaga la alegría. Una vida apática es una vida sin gozo. Tennyson poéticamente describe tal existencia así:
El lento y mecánico ir y venir
La rutina de una vida opaca, y apático fin. “Love and Duty”, The Poetic and Dranatic Works of Alfred Lord Tennyson (Boston: Houghton, Mifflin and Co., 1898), pág. 86.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!