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Terminemos con la apatía

Del número de enero de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La apatía quebranta la ley del Amor divino. Se opone a todo lo que Cristo Jesús enseñó, porque ser apático es no tener compasión o interés por el prójimo, es ser insensible al amor abnegado que el cristianismo requiere.

Uno podría hasta decir que la apatía quebranta el mandamiento “No matarás”: Éx. 20:13. ahoga la espontaneidad, la actividad y la vitalidad. Lleva a descuidar el progreso espiritual. Apaga la alegría. Una vida apática es una vida sin gozo. Tennyson poéticamente describe tal existencia así:

El lento y mecánico ir y venir
La rutina de una vida opaca, y apático fin. “Love and Duty”, The Poetic and Dranatic Works of Alfred Lord Tennyson (Boston: Houghton, Mifflin and Co., 1898), pág. 86.

Los destructivos resultados de la apatía pueden observarse dondequiera que ésta se ha apoderado de las familias, los negocios, las iglesias y la sociedad en general. Las familias pueden comenzar a desintegrarse cuando uno de los cónyuges ya no manifiesta interés o solicitud por la dignidad con que debe tratar al otro, o deja a un lado el abnegado esfuerzo necesario para alentar a su compañero o compañera. Un negocio en el cual los empleados no se dedican a su trabajo, una iglesia con miembros sin interés, una sociedad con ciudadanos indiferentes, todo ello está expuesto al inminente peligro de desintegración y fracaso internos. El educador americano, Robert Maynard Hutchins, vio los corrosivos efectos que ejerce sobre la democracia una ciudadanía apática. Hutchins una vez advirtió: “La muerte de la democracia no es probable que resulte de asesinos en acecho. Será una destrucción lenta procedente de la apatía, de la indiferencia y de la desnutrición”.Great Books: The Foundation of a Liberal Education (New York: Simon and Schuster, 1954), pág. 23.

La Ciencia Cristiana ofrece el medio de sanar el pecado de la apatía. Esta Ciencia enseña que en realidad ninguna característica mortal, incluso la apatía, jamás ha formado parte de la identidad verdadera del hombre ni es un elemento del impecable reino de Dios. Dios es la Vida divina y el hombre es el reflejo por siempre activo de la Vida infinita. El hombre, como idea de la Mente perfecta, manifiesta inteligencia eterna; como creación del Amor ilimitado, expresa incesante amor. Mediante la oración podemos obtener la comprensión espiritual de que la identidad activa, afectuosa e inteligente del hombre es permanente, coexistente con Dios. Y esta comprensión transforma la experiencia humana. La oración nutre y restaura la alegría, la continua expectativa del bien, la confianza pura como la de un niño y una disposición y prontitud humildes para hacer la voluntad de Dios.

La verdadera humildad reconoce que Dios es el creador, la causa, la fuente de todo bien, y afirma que el hombre es efecto, manifestación perfecta. La humildad científica provee un antídoto poderoso contra el egoísmo de la apatía. Porque cuando realmente vemos que el hombre es la manifestación de la Mente, también vemos la necesidad de demostrar esto en la vida diaria esforzándonos activamente por reflejar más de las cualidades de Dios, las cuales constituyen nuestro ser verdadero, nuestro ser espiritual. Podemos comenzar esta tarea y elevar el nivel de nuestra vida humana expresando con mayor constancia, afecto y compasión genuinos, gratitud, sinceridad y un verdadero deseo de ser útiles a los demás.

¿Por qué la apatía es una forma de egoísmo? La persona indiferente, insensible, a menudo se preocupa principalmente de sus propios deseos y necesidades. No le queda ni tiempo ni energía mental para dedicar a los demás, o para esforzarse por promover el progreso de la humanidad. La apatía es egoísmo porque incluye un falso concepto del lugar y propósito que uno tiene en el reino de Dios. La apatía considera la vida del individuo como enteramente separada de la familia del hombre; desconectada de la Mente y de la unidad de toda la creación. El apático ignora a los demás y tiene un concepto equivocado de su propia identidad. La Sra. Eddy escribe: “La ignorancia de lo que es el ser es la creencia más obstinada a vencer, porque la apatía, la falta de honradez, el pecado, la siguen en su curso”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 233.

El vocablo “apatía” deriva de la palabra griega apatheia, que literalmente significa la condición de ser insensible. En la Epístola a los Efesios en el Nuevo Testamento, se nos alerta contra las lamentables consecuencias de mantenernos ciegos respecto a nuestro verdadero ser y de perder “toda sensibilidad”. El autor de la epístola escribe: “Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza”. Efes. 4: 17–19.

Un libro de comentarios sobre la Biblia observa que el término “dureza” de corazón es realmente el vocablo que aparece en el idioma griego original. (La versión King James usa el término “ceguera” de corazón). El comentario hace notar que una vida separada de Dios carece de sentimientos. Y que perder toda sensibilidad es “el resultado final de un largo proceso de ‘endurecimiento...’ ” Robert Jamieson et al, Commentary Practical and Explanatory on the Whole Bible (Grand Rapids, Michigan: Zondervan Publishing House, 1971), pág. 1291.

El autor de la Epístola a los Efesios llega hasta insinuar que quienes lo escuchan no tienen excusa por la ignorancia, la dureza, la apatía y el pecado, porque “vosotros no habéis aprendido así a Cristo”. Y luego la epístola insta a una renovación espiritual, a una consciente transformación del carácter, donde nos vestimos “del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”. Efes. 4:20–24.

Vestirse del nuevo hombre requiere desprenderse de los viejos conceptos erróneos de que la vida del hombre, su inteligencia y su sustancia se originan en la materia y dependen de la materia. La apatía resulta precisamente de estas falsedades: es el efecto de una mentalidad materialista que nos entorpece y endurece. Pero, mientras moremos conscientemente en la verdad de que el hombre es espiritual, que refleja la omniacción del Espíritu divino, del Amor infinito, estaremos libres de la indiferencia e inactividad. No seremos insensibles, indiferentes, faltos de afecto.

Un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana nos inspira a mantenernos firmes, a buscar la gracia de Dios para cumplir con Su propósito, y a obedecer con alegría Sus mandamientos. El último verso nos alienta a ver que el tierno cuidado de Dios nos enseña a ser compasivos, y el verso incluye esta promesa:

Es el Amor el que sana asperezas
¡Muy plenas son Tus promesas, Señor!Himnario, N.° 278.

El amor de Dios por cierto que destruye la dureza de corazón, la ceguera y la ignorancia de la apatía. Y a medida que la dureza desaparece de cada aspecto de nuestra vida, una solicitud pura y científica hacia los demás emerge radiante; los lazos familiares son fortalecidos, el ministerio sanador de nuestra iglesia adquiere renovado ímpetu, y nuestra completa y gozosa dedicación a Cristo bendice al mundo.

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