Frases como “si va a ocurrir, ocurrirá” sugieren que los acontecimientos están más allá de nuestro dominio, que son el resultado del “destino”. Estos acontecimientos a veces son buenos y otras malos, pero siempre son considerados inevitables. ¿Existe alguna salida para usted, para mí, de hecho, para toda la humanidad? ¡Por supuesto que sí!
La Ciencia Cristiana honra el ejemplo de Cristo Jesús, enseñando que, en realidad, la única influencia que gobierna al hombre es Dios. Jesús obedeció la voluntad de Dios, su Padre, en todo lo que hizo, y jamás aceptó ningún otro poder. Él salvó a la gente de la creencia en la supuesta inevitabilidad del sufrimiento, el pecado o la muerte, como cuando curó al hombre que estaba al lado del estanque de Betesda, perdonó a la mujer acusada de adulterio y resucitó a Lázaro de entre los muertos. Ver Juan 5:2–9; Juan 8:3–11; Juan 11:1–44. Hay muchos otros casos de curación en la Biblia, pero estos tres sirven para ilustrar la capacidad del Maestro para romper las cadenas de creencias fatalistas. Nos demuestran que no tenemos que aceptar las predicciones del error con respecto a nuestra salud, seguridad o nuestro futuro.
La Sra. Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud: “El hombre está subordinado a Dios, el Espíritu, y a nada más”.Ciencia y Salud, pág. 481. En otra parte del mismo libro, al hablar de las cosas que quisieran obstaculizar nuestro entendimiento de Dios, ella declara: “La Ciencia divina rompe esas cadenas y hace valer el derecho natural del hombre de tributar homenaje sólo a su Hacedor”.Ibid., pág. 226.
El Amor, nuestro Padre-Madre Dios, lo abarca todo y es todopoderoso. El amor del Amor, emanando de su fuente inagotable, jamás puede volverse indiferente o repentinamente falto de amor.
¿Qué ocurre si las relaciones que una vez fueron afectuosas se han vuelto difíciles o discordantes? No tenemos que aceptar la predicción de las estadísticas acerca de cuántos matrimonios de hoy terminan en divorcio. Ni necesitamos recurrir a los sicólogos (u a otros consejeros semejantes) para que nos digan qué probabilidades tenemos de llegar a comprender nuestra propia conducta o la de otras personas. Lo que necesitamos es apreciar nuestra relación original con el Padre que es todo amor. Su naturaleza nunca cambia o fluctúa, nunca se muestra indiferente ni distante, nunca hace daño o es desconsiderada. Él es Amor y siempre continúa siendo Amor, y nosotros somos Sus hijos amados.
El aceptar nuestra valiosa filiación con el Padre también incluye el aceptarla para los demás; de hecho, para toda la humanidad. Una comprensión de nuestra verdadera filiación trae curación y ternura a nuestras relaciones humanas. Entonces ya no nos estamos esforzando por lograr un mero cambio de condiciones materiales o luchando para obtener una respuesta humana. El énfasis se ha cambiado al reconocimiento consciente de que la fuente de toda ternura, gozo y dulzura está siempre prodigando abundancia, satisfaciendo todas nuestras necesidades.
Estas verdades nos fortalecen — nos capacitan para persistir en lo que es correcto; nos hacen humildes — pudiendo así admitir nuestros errores sin sentirnos obligados a guardar las apariencias. Un resultado inevitable de la oración en acción es la comprensión creciente de la dirección y el poder otorgados por Dios en los que Jesús se apoyó. Entonces sabemos el camino correcto a seguir, cuál es la forma adecuada de atender a las necesidades, y cuáles son las palabras afectuosas que se deben decir.
La Sra. Eddy atribuye a Dios en sus escritos siete sinónimos específicos. El sinónimo Amor nos muestra con certeza algo más profundo y confiable que las meras emociones. Otro sinónimo, Mente divina, nos muestra que Dios es la inteligencia gobernante del universo y del hombre. Sabiendo que Dios es Mente todopoderosa, vemos que es imposible pensar que haya otra inteligencia menor que actúe independientemente. Vinculando este conocimiento con el hecho de que Dios es Amor, comprendemos que el plan que Dios tiene para el hombre debe ser inteligentemente bondadoso y bondadosamente inteligente.
El estudio de los cinco sinónimos restantes de Dios —Vida, Verdad, Espíritu, Alma, Principio — nos da un discernimiento más profundo de lo que constituye la vida y el ser del hombre. Comenzamos a comprender la permanencia y continuidad de la existencia del hombre como el amado hijo de Dios. Leemos en la Biblia: “Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”. Jer. 29:11.
Podemos negarnos firmemente a aceptar que pueda haber otro poder aparte de Dios, o creer en ello, y dejar que nuestra vida quede bajo Su gobierno. Así conoceremos las dulces, aunque inevitables, indicaciones del Amor.
