Aun dentro de la estructura de la materia y de la física, las antiguas limitaciones impuestas por el tiempo han sido destruidas. En nuestra propia sala, y en el momento mismo en que está ocurriendo, podemos presenciar el admirable espectáculo de un gimnasta chino entreteniendo a un grupo de diplomáticos en Pekín. Cálculos que antes tomaban meses de tedioso trabajo intelectual se hacen ahora casi instantáneamente por medio de computadoras. Conceptos acerca del transcurso del tiempo, limitados por minutos y meses, han desparecido ante nuevos horizontes definidos en términos de milésimos de segundo y millones de años luz.
La Ciencia del Espíritu radicalmente va aún más lejos. Destruye el armazón de la materia misma. No hay medidas mortales para el infinito. Puesto que Dios es Espíritu infinito y sólo el bien inmaculado, Su inmensurable bondad está presente en todas partes y ya está aquí mismo esperando que la reconozcamos. Puesto que Él es Mente e inteligencia infinita, la consciencia divina y la inteligencia están en todas partes, aquí y ahora mismo, para ser comprendidas. Puesto que Sus ideas participan de la naturaleza de la infinitud, ellas están en todas partes, y al mismo tiempo, aquí también, esperando ser percibidas en toda la perfección y bondad que incluyen. Puesto que Él es Amor infinito, Su sostenedora ternura está en todas partes y aquí mismo, una presencia tangible en la cual se puede confiar. Como lo dice Mary Baker Eddy: “Puesto que Dios está siempre presente, ningún límite de tiempo puede separarnos de Él y del cielo de Su presencia; y puesto que Dios es Vida, toda Vida es eterna”.La Unidad del Bien, pág. 37.
Cristo Jesús afirmó la gran verdad de que podemos despertar aquí y ahora mismo a reconocer el universo de Dios, cuando dijo: “El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros”. Lucas 17:20,21. Y en otra ocasión dijo: “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna”. Juan 4:35, 36.
Las limitaciones del tiempo son ilusiones mortales. Lo que parece ser falta de tiempo es realmente falta de la inteligencia que necesitamos, de las ideas necesarias y de las correctas prioridades. Sin embargo, todo esto está al alcance ahora mismo. Y puede ser demostrado tanto individual como colectivamente.
Tomemos, por ejemplo, una organización: una administración pública o un negocio, un club o una iglesia. El tiempo va pasando, y una obra que deseábamos llevar a cabo no se ha realizado todavía. Decimos: “No ha habido suficiente tiempo para hacerla”. Pero si analizamos la situación más a fondo, puede que hallemos una explicación completamente diferente. Quizás la falta de unión haya retardado la acción. O tal vez motivos carentes de sustancia, o bien falta de un sentido de dirección. O quizás algún insidioso temor a los cambios, o una obsesión casi mesmérica de aparentar “mucho trabajo”.
Éstos son estados mentales que no tienen nada que ver con el correr de las horas. El tiempo, de por sí, no los hace más reales. Ni tampoco el tiempo soluciona el problema. Pero la oración nacida de la comprensión espiritual sí lo hace. Lo que se necesita es un cambio en la manera de pensar. Cuando la comprensión espiritual purifica el pensamiento y lo eleva a una base más alta, la meta exterior que requiere la situación se hace entonces más fácil de alcanzar. Tal vez haya algo más de lo que podemos visualizar en la declaración del ángel, según nos la presenta el autor del Apocalipsis, de “que el tiempo no sería más”. Apoc. 10:6. Los traductores modernos interpretan esta declaración de esta manera: “Que ya no habrá más tardanza”.
Así es en el progreso individual. Quizás nos digamos que “no tenemos tiempo” para un detenido estudio de Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). ¿Es realmente cuestión de tiempo o de prioridades? ¿Cuál es nuestra prioridad principal? Por lo general, nuestra necesidad no es tanto la de tener “más tiempo”, sino la de obtener un sentido más claro de las prioridades, tener ideales más puros y aumentar nuestras capacidades.
Al comprender mejor que la verdadera naturaleza del hombre es el reflejo y semejanza de Dios — el hombre que expresa la majestad e inteligencia de la Mente, la gloria e inspiración del Espíritu, la pureza y el dominio del Amor — vemos que nuestras aptitudes se van desarrollando y que nuestras capacidades se van expandiendo. Realizamos mucho más en menos tiempo y sin tanto movimiento innecesario. A medida que crecemos en nuestra comprensión espiritual, demostramos, cada vez en mayor medida, la acción de la inteligencia divina que la Sra. Eddy tan gráficamente describe así: “Los rayos de la Verdad infinita, cuando se concentran en el foco de ideas, traen luz instantáneamente, mientras que mil años de doctrina, hipótesis y vagas conjeturas humanas no emiten tal fulgor”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 504.
Desde el punto de visto mortal, la vida misma está a merced de los años. Sin embargo, aquí también la Ciencia de la Vida, Dios, despeja el camino para liberarnos del control del tiempo. Por cuanto Dios es Vida, la Vida es infinita y eterna — sin barreras — en realidad, no necesita de la materia, nunca es producto de un proceso biológico, sino que es el creador manifestándose a Sí mismo en Su propia expresión imborrable: el hombre y el universo espirituales.
El hombre, la manifestación de la Vida, no sabe de muerte, porque su Vida es ininterrumpida; no está sujeta a muerte, es eterna. Cuando aprendemos esto por medio de la Ciencia de la Vida y las verdades básicas que el Maestro enseñó y demostró, empezamos aquí y ahora mismo a demostrar progresivamente la gran verdad de que la Vida es eterna.
Parte de la definición que la Sra. Eddy da sobre “año”, dice en parte: “tiempo para que uno se arrepienta”.Ibid., pág. 598. La palabra “arrepentimiento” se refiere a un cambio de mente y corazón: lo que Pablo llama despojarse del viejo hombre y vestirse del nuevo. Ver Efes. 4:22–24. Esto indica espiritualización del pensamiento, y la espiritualización del pensamiento es la clave para el progreso humano. A medida que seguimos esta senda progresiva de espiritualización y demostración, obtenemos crecientes evidencias de que no es necesario aplazar nada para el futuro. Tal como Pablo escribió a la iglesia en Corinto: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”. 2 Cor. 6:2.
