Muchas personas piensan que la época de la Pascua de Resurrección es una época de tristeza, pero ¿acaso no es realmente una época para estar alegres? La resurrección de Cristo Jesús fue un acontecimiento glorioso. Él demostró la vida eterna. Sometiéndose a la penosa prueba de la crucifixión, probó que la vida no depende de huesos, sangre o carne, mas demostró que la Vida es Dios.
Hace algunos años durante la época de la Pascua, me vi ante la amenaza de sufrir un aborto. Varios días antes de tener esta dificultad, había estado cantando un himno de Pascua del Himnario de la Ciencia Cristiana.
Estaba sola cuando ocurrió esta emergencia y me fue imposible comunicarme con la practicista de la Ciencia Cristiana que me había estado ayudando durante el embarazo. ¿Qué debía hacer? Deseaba tanto este bebé.
Al darme cuenta de que la ayuda y apoyo que yo necesitaba no provenía de personas, sino de Dios, recurrí a Él de todo corazón en esta hora de extrema necesidad. Todo lo que podía pensar era: “Dios, Dios, Dios”. Pero, al hacerlo, me estaba poniendo en armonía con el poder más grande que existe: la Vida, que es eterna; el Amor, que no tiene límites; y la Verdad, que no conoce condición material de ninguna clase. La Vida, la Verdad y el Amor son sinónimos de Dios. ¿Qué más necesitaba? ¿Qué más podía conocer que a Dios?
Luego recordé las palabras del Salmista, refiriéndose a Dios: “Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió”. Salmo 33:9. Y comencé a cantar este himno de Pascua muy suavemente:
Hoy cantemos a la Pascua;
su alegría eterna es.
Nueva fe el Amor nos trajo,
pues la piedra removió.
La promesa...
y me detuve allí. Por supuesto, eso era mi respuesta. Tenía la promesa y nada podía privarme de ella, porque Dios era mi Vida y Dios era la Vida de nuestro hijo aún por nacer. Continué con el himno que dice: “La promesa fue cumplida...”, y me di cuenta de que yo no sólo tenía la promesa, sino que también tendría el cumplimiento, porque ésa era la ley de Dios, la ley del Amor. Supe que nada podía privarme o privar a mi hijo del cumplimiento de la vida. Continué cantando el himno: “Ved al hombre que hizo Dios...”, y reconocí que yo era en verdad el hombre que Dios había hecho, Su hijo perfecto. Bajo la luz de ese hecho espiritual, comprendí que no dependía de la sangre para la vida, y que esto también era cierto para el hijo que llevaba. Las palabras del himno continuaban así:
en la gloria de la Pascua,
coronado con la luz”.Himnario, N.º 413.
Eso fue el punto decisivo. Desapareció entonces el temor de la amenaza de aborto, y supe que la promesa de ese hijo se cumpliría. Al cabo de poco tiempo, pude volver a mi actividad normal. Una niña sana nació en la fecha debida, y ha sido un verdadero gozo verla crecer y transformarse en una joven mujer y tener hermosos hijos.
La época de Pascua sigue siendo una época de gozo y gratitud para mí. La depresión y los pensamientos morbosos no tienen lugar en esta época de regocijo, a medida que el pensamiento resucita cada día a la promesa y realización de la bondad de Dios. La Sra. Eddy, que fundó la Iglesia de Cristo, Científico, escribe: “Amo el culto de la Pascua de Resurrección: me habla de Vida, y no de muerte”.Escritos Misceláneos, pág. 180.
¡Cuán agradecidos podemos estar por la vida de Cristo Jesús! En el breve espacio de tiempo de su ministerio sanador, demostró a toda la humanidad que un entendimiento espiritual de Dios sana. Él permanecía sin miedo ante la ceguera, sordera, lepra y parálisis, y las sanó. Por medio de su resurrección demostró para la eternidad que la vida no es física o mortal. Confiando en Dios implícitamente, el Maestro Lo adoraba mediante la oración. Se apoyó siempre en el poder infinito y sostenedor de Dios, y jamás le falló.
Podemos probar que el poder de Dios es infalible. A medida que mantenemos nuestro gozo y profunda gratitud por este poder sanador, podemos entonar las palabras del himno y exclamar: “cantemos a la Pascua”, y nuestra alegría “eterna es”. Podemos realizar “la promesa... cumplida”, y “[ver] al hombre que hizo Dios”. Al mantener elevada nuestra fe en Dios, la Pascua será siempre coronada “con la luz” que no puede apagarse.