Uno de los mayores problemas mundiales de hoy en día es la inestabilidad económica. En muchos países, la inflación se ha unido a la recesión. Las condiciones de la economía y sus efectos en el individuo son, para el Científico Cristiano que practica su religión, un aspecto que requiere tanta atención como cualquier condición del cuerpo. En ambos casos, es un llamado para trabajar y orar.
Aprendemos en la Ciencia Cristiana que la provisión está siempre disponible para satisfacer la demanda. Esto es demostrable cuando comprendemos que debido a que hay una sola Mente, la Mente que está proveyendo es también la Mente que está haciendo la demanda.
No hay límite en la cantidad de bien que imparte la Mente infinita. La inteligencia es estable. En el cuadro absoluto, la demanda y la oferta están siempre en perfecto equilibrio. Un relato sobre Cristo Jesús alimentando a la multitud indica que siempre es más lo que está disponible que lo que llamamos necesidad. Leemos en dicho relato: “Recogieron de los pedazos que habían sobrado, siete canastas”. Marcos 8:8.
Cada fase de la economía divina está bajo el control de la inteligencia y sabiduría perfectas. Viendo esto continuamente (y negándonos a creer o a reaccionar ante las distorsiones de los cuadros de la economía humana), podemos contribuir a solucionar la situación mundial. Además de los problemas del mundo y los de nuestro país, tenemos que pensar en nuestra propia situación individual y en cómo estamos respondiendo a las exigencias que se nos hacen de gastar dinero que tal vez no tengamos.
Tenemos que ver con mayor claridad que contamos con una fuente inagotable, que fluye constantemente. Eso significa que tenemos que ampliar nuestro pensamiento para distinguir lo que siempre hemos incluido. La mente mortal piensa de un modo limitado, y lo que se necesita es acabar con el sentido de limitación y lograr una percepción de la infinitud que se expresa a sí misma como la sustancia del pensamiento. Dios, el Amor infinito, tiene que ser ilimitado. Nuestra creencia de que estamos cercados por lo finito y limitado debe ceder a la aceptación de lo ilimitado y espiritual.
Si mantenemos nuestro razonamiento en el reino de las creencias humanas, nos robamos a nosotros mismos nuestra herencia divina e ilimitada. Podemos comprender la verdadera posición del hombre — su estado de santidad — únicamente si razonamos partiendo de la base que Dios, el Principio infinito, es Todo. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy nos advierte: “Oscurecéis y anuláis la ley divina de la curación cuando pesáis en una misma balanza lo humano con lo divino o limitáis en cualquier dirección que tome vuestro pensamiento la omnipresencia y omnipotencia de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 445. También escribe: “Existe hoy día el peligro de repetir la ofensa de los judíos por limitar al Santo de Israel y preguntar: '¿Podrá [Dios] poner mesa en el desierto?' ¿Qué no puede hacer Dios?” Ibid., pág. 135. Dios ya ha impartido al hombre la presencia ilimitada del bien, pero para percibr esto y experimentarlo, tenemos que abandonar el reino del razonamiento mortal y de la creencia mortal, y mantener nuestro pensamiento de acuerdo con lo divino.
Las limitaciones provienen de la ignorancia acerca de la infinitud de Dios. La Mente, la inteligencia, es lo que está presente y no la materia finita. Mientras mantengamos un sentido limitado de las cosas, no estaremos reconociendo el Principio ilimitado o su idea infinita.
La Mente infinita creó al hombre como su idea infinita. Esta idea infinita, el hombre, está eternamente incluida en la Mente divina creadora, y su estado nunca puede cambiar, porque donde existen la Mente y la idea, no hay ningún sentido finito que intente cambiarlo. Para percibir esto, tenemos que renunciar a nuestra creencia de que hay mente en la materia. El hombre sólo puede expresar a la Mente. Él no puede originär ningún pensamiento por sí mismo. Todos sus pensamientos son de Dios, y la fuente de ellos es inagotable.
Si discernimos esto, podemos reconocer prontamente que cualquier escasez o limitación que creamos real acerca de nosotros mismos, es un error flagrante, una mentira acerca de Dios y el hombre. Podemos rebelarnos y protestar contra esta imposición y separar nuestra identidad de la creencia mortal.
A veces, cuando a través de la oración, hemos logrado ganar un sentido claro acerca del ser totalmente abastecido por la Mente, retrocedemos y nos preguntamos, “Pero, ¿de dónde vendrá el dinero?” ¡Eso sería desafiar a la oración! La oración fue hecha para percibir nuestra identidad espiritual y para saber que el Espíritu infinito nos está abasteciendo ahora mismo. Ya tenemos todo. La consciencia espiritual lo sabe todo, y no necesitamos mirar más allá de ello. En realidad, no hay ningún lugar verdadero a donde mirar excepto hacia el Espíritu.
La Ciencia Cristiana no nos da dinero. Nos da el entendimiento de que estamos provistos en forma infinita, y este entendimiento silencia la creencia falsa de escasez o limitación. A medida que la creencia es desarraigada de la consciencia, la evidencia de limitación desaparece. Por ser la limitación sólo una objetivación del pensamiento, nunca fue real, siempre fue una ilusión.
¿De qué está provisto el hombre? De cualidades espirituales. El hombre nunca está separado del Amor. Por lo tanto, cada cualidad que pertenece al Amor está reflejada en el hombre. Estas cualidades y su expresión constituyen nuestra provisión. Ellas nos mantienen. Ellas nos sustentan. El pensamiento mortal no puede incidir en este constante desarrollo del Amor.
Por tanto, si el Amor es la fuente de nuestra provisión, y nuestra provisión se compone de las cualidades y la expresión del Amor, entonces lo que manifestamos como nuestra provisión es amor. Debemos expresarlo hacia todos y en todo momento. Si expresamos falta de amabilidad, crítica destructiva, quejas, odio, temor, y cosas semejantes, estamos negando la presencia del Amor infinito y expresando falta de Amor. Esa forma negativa de pensar puede traer como resultado la evidencia de escasez. La única escasez es la creencia de que no expresamos a Dios.
Necesitamos percibir que el dinero, de por sí, no hace nada por nosotros porque somos, en realidad, el reflejo espiritual de Dios. Dentro de la omnipresencia del Amor, la moneda material no tiene ni presencia ni poder. Si realmente nos damos cuenta de que Dios es nuestra provisión, podemos entender que el dinero es una creencia de que hay vida en la materia; es lo que la mente mortal dice que necesitamos para que la vida siga funcionando en la materia.
Pero, ¿es eso cierto? Si vamos al supermercado y pagamos cierta cantidad por los artículos comprados, ¿no estamos en realidad diciendo: “Gracias por poner a mi disposición estos artículos?” El pago de nuestro alquiler o de nuestra hipoteca ¿no es acaso una expresión de gratitud hacia alguien que nos permite tener un lugar donde vivir? Si los precios aumentan, ¿no se nos está presentando una demanda de dar más de nuestro amor ilimitado? Si damos con buena disposición — sin reaccionar, sin creer que esa demanda nos está quitando algo real — la presencia del Amor no tendrá obstrucciones en la consciencia, y también estará allí presente la expresión del Amor que se requiere para el caso.
Nuestra comprensión de la verdadera sustancia constituye la única provisión que poseemos. Por tanto, eso no proviene fundamentalmente de hechos humanos.
Podemos expresar el amor del Amor y saber que damos de nuestra fuente inagotable. El conocer con certeza la abundancia del Amor, pone nuestro pensamiento en consonancia con la percepción de que poseemos una provisión infinita y que podemos expresarla siempre En cierto sentido, ¡somos lo que pensamos!
Si, por el contrario, dejamos que una cuenta que no se ha pagado nos diga que no contamos ahora con la provisión necesaria, que tenemos que esperar un tiempo, veremos que esas conclusiones niegan la provisión siempre presente. Estamos, entonces, en un estado de espera. Lo que pensamos acerca de la disponibilidad de la provisión es lo que constituye nuestra experiencia.
Para tener un concepto correcto de la provisión, tenemos que mirar más allá del dinero, de cuentas bancarias, de acciones, de bonos, de cheques a cobrar, de esposos, de esposas, de padres, de herencias. Tenemos que pensar que la abundancia es estrictamente el ingreso de amor que llega al hombre y que procede únicamente del Amor. La inteligencia divina ha designado que el bien infinito pertenece al hombre.
Tenemos que liberarnos del concepto de que puede haber pobreza, escasez o limitación en alguna parte del universo de Dios. La abundancia es el estado natural del hombre, y el hombre no puede perderla de vista y caer en una condición que Dios nunca creó. Sería imposible para Dios o para el hombre espiritual concebir que puede haber carencia en alguna parte.
Necesitamos comprender que no hay ninguna sugestión que pueda invadir nuestra consciencia, limitando nuestro concepto acerca de la abundancia. El Amor, la sabiduría, el conocimiento, nunca se nos pueden quitar. Tenemos que saber que nuestros ingresos son, en realidad, el ingreso de las cualidades e ideas correctas que fluyen constante y continuamente, noche y día.
Tenemos que razonar partiendo de la Infinitud que se expresa a sí misma a través del hombre ilimitado. La oración es el medio por el cual recogemos la cosecha del pensamiento correcto.
Oremos hasta que desaparezca la consciencia de que necesitamos alguna cosa. Oremos hasta que sintamos la presencia de la abundancia del bien espiritual. Oremos y continuemos orando hasta que esta consciencia de la infinita provisión de Dios permanezca en nosotros constantemente.
Traed todos los diezmos al alfolí
y haya alimento en mi casa;
y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos,
si no os abriré las ventanas de los cielos,
y derramaré sobre vosotros bendición
hasta que sobreabunde.
Malaquías 3: 10