La congoja, por su naturaleza misma, tiende a inducirnos a mantener oculto todo lo que agita la angustia de pesares que vienen a nuestro recuerdo. La gente se entrega a esta clase de heridas y siente sus efectos pero no está dispuesta a escudriñarlas y expulsar del pensamiento los vestigios que permanecen.
En realidad, puesto que Dios no hizo el pesar, no tenemos por qué sufrirlo. Dios creó el gozo, y nosotros lo incluimos. En el Sermón del Monte, Jesús dio una bienaventuranza a los angustiados: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”. Mateo 5:4. El poder del Cristo, la Verdad, puede penetrar y disolver el pesar y sus efectos perturbadores.
Ser consolado por el Cristo, la Verdad, no significa aprender a contender con el error o poner alrededor de heridas, profundamente arraigadas y de mucho tiempo, capas amortiguadoras. Trabajamos, en vez, para disolver por completo toda pizca de herida, pesar y dolor que pretenda habernos causado la congoja. Mediante la Ciencia Cristiana demostramos que el gozo es un factor constante en nuestro ser, y esto nos libera de la creencia de que somos mortales, sujetos a la aflicción y la tristeza.
El autor de la Epístola a los Hebreos alude a los efectos de gran alcance del poder de Dios para descubrir discordias ocultas. Escribe: “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Hebreos 4:12. Ningún pesar o injusticia jamás es tan profundo o de tanto tiempo que no pueda ser penetrado por el poder del Amor divino y disuelto por completo. El Cristo penetra todo aspecto de la consciencia humana, iluminándola con gozo y serenidad.
Puesto que el hombre es hecho a semejanza de su Hacedor, el Espíritu inmortal, no hay, en realidad, un hombre mortal que ofenda o sea ofendido, que hiera o sea herido. La creencia de que somos mortales con mentes individuales conociendo el bien y el mal, es eliminada al reconocer el hecho del gozo y armonía de Dios. En el grado en que afirmamos que la Mente divina única es nuestra única consciencia, nos liberamos de la mentira de que somos mortales que experimentan pena y tristeza. Dios es la única consciencia, y esto elimina la posibilidad de que haya una mentalidad que esté consciente del error.
Es importante que comprendamos claramente que no estamos procediendo a eliminar la pena y la tristeza del hombre mortal. El hombre mortal y la tristeza son uno. No pueden ser separados el uno del otro o de la llamada mentalidad que pretende crearlos. La Sra. Eddy se refiere a una “imaginaria coasociación”. Escribe: “La asociación convencional, denominada materia y mente, Dios jamás la formó. La Ciencia y la comprensión, gobernadas por la Mente infalible y eterna, destruyen la imaginaria coasociación, materia y mente, que se formó sólo para ser destruida de una manera y en una época aún desconocidas. Esa supuesta asociación ya es obsoleta, porque la materia, examinada bajo la luz de la metafísica divina, desaparece”.Ciencia y Salud, pág. 274.
¿Qué son los tropiezos que impiden la curación de las heridas ocultas? La justificación propia es probablemente la que encabeza la lista. Pero entregarse a la autocompasión o a la justificación propia es endurecer la semilla de la herida, en vez de disolverla. La tendencia a resucitar y rumiar sobre viejas heridas puede convertirse en un hábito si no se rechaza obedientemente con la afirmación de lo que es real. El examen frecuente de pasadas heridas sólo hace que nos parezcan más reales.
Tenemos que determinar también si las heridas nos las infligimos a nosotros mismos por nuestros resentimientos o porque somos incapaces de perdonar. Al ungir nuestro pensamiento con el aceite del perdón, no sólo nos libera de la pena, sino que también libera a nuestros hermanos de las pretensiones del mal de que podemos injuriarnos mutuamente. Toda persona tiene la oportunidad de bendecir a otros a medida que comprende más de su verdadera identidad. Este hecho espiritual libera a ambos, a la víctima y a su opresor.
En uno de sus sermones la Sra. Eddy aclara cómo hemos de curar nuestras heridas: “La Verdad es lo real; el error es lo irreal. Cuando parezca agobiaros algún pesar, comprenderéis la importancia de esas palabras si miráis el lado bueno; pues el pesar sólo dura por una noche, y la alegría viene con la luz. Entonces vuestro pesar será un sueño, y vuestro despertar la realidad, es decir, el triunfo del Alma sobre los sentidos. Si deseáis ser felices, abogad con vosotros mismos en favor de la felicidad; defended el lado que deseáis que triunfe, y tened cuidado de no razonar de ambos lados, o de abogar más por el pesar que por la alegría. Vosotros sois los abogados del caso y ganaréis o perderéis según vuestro alegato”.La curación cristiana, pág. 10.
La oración científica (que sabe lo que Dios sabe) elimina el pesar porque elimina al hombre mortal y a la mente mortal que creen en el pesar, y reemplaza el error con el hecho verdadero: la consciencia de Dios y el hombre como la expresión de Su naturaleza armoniosa. El poder del Amor divino disuelve la ilusión de un mortal apesadumbrado y saca así a luz la identidad verdadera del hombre como el gozoso y satisfecho hijo de Dios.