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Removed el barro

[Original en español]

Del número de abril de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una de las enseñanzas básicas de la Ciencia Cristiana es que el mal, la falta de armonía, la enfermedad y la muerte no son realidades creadas por Dios. En Ciencia y Salud por la Sra. Eddy leemos: “La Biblia declara: ‘Todas las cosas por Él [el Verbo divino] fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho’. Ésa es la verdad eterna de la Ciencia divina. Si se comprendiera que el pecado, la enfermedad y la muerte son nada, desaparecerían. Como el vapor se disuelve ante el sol, así el mal se desvanecería ante la realidad del bien. El uno tiene que ocultar al otro. ¡Cuán importante es, pues, escoger el bien como la realidad!” Ciencia y Salud, págs. 480–481.

Una persona puede que admita que este razonamiento es lógico, luego titubea y dice: “¿Y qué de lo que veo y oigo? ¿Qué del mal que se presenta en muchas formas: pobreza, enfermedad, limitaciones de todas las cosas que me rodean? Quisiera creer que todo este sufrimiento es falso, que no es real. Pero, que sea de Dios o no, aquí está, y a mí me parece muy real”.

Bueno, imaginémonos que poseemos una estatua de barro que hemos heredado de nuestros antepasados. Recibimos la visita de un experto en antigüedades quien nos dice que esa estatua no es de barro, sino de alabastro puro, de un valor incalculable. Nos aconseja que para disfrutar de su belleza, deberíamos eliminar el barro que la cubre. Como tenemos fe en nuestro amigo, empezamos nuestra tarea y nos damos cuenta de que a pesar de haber estado cubierta tanto tiempo, la estatua no ha perdido nada de su blancura, forma y valor originales. Podríamos decir que en todo momento el alabastro había sido la verdad acerca de la estatua; sólo esperaba ser descubierta.

Como la estatua, nuestra identidad espiritual parece estar oculta a nuestra percepción espiritual por el barro del materialismo, el oscuro barro mental formado por la falsa educación, el ambiente, las creencias raciales, la falsa teología, etc. El barro del sueño adámico siempre ha pretendido ocultar el ser verdadero del hombre y parecerá ser real hasta que escuchemos la voz de nuestro amigo eterno, el Cristo. El mensaje del Cristo podría expresarse en las siguientes palabras de Ciencia y Salud: “En paciente obediencia a un Dios paciente, laboremos por disolver con el solvente universal del Amor la dureza adamantina del error — la obstinación, la justificación propia y el amor propio — que lucha contra la espiritualidad y es la ley del pecado y la muerte”.Ibid., pág. 242.

Entonces amigos, no seamos como el propietario de una estatua de alabastro, cuyo verdadero valor está oculto. Empecemos hoy mismo a disolver y eliminar el barro adámico que pretendería oscurecer nuestra identidad espiritual como el hombre que Dios creó. Cuidemos nuestra conversación diaria, diciendo no al chisme, a la maledicencia, la falsedad, la adulación, y no hablemos de los síntomas de enfermedad. Pensemos dos veces antes de hablar o actuar, y estemos seguros de si es el Cristo o la voluntad humana lo que nos motiva. Si la tarea de purificarnos parece ardua, no nos desanimemos. El “solvente universal del amor” está siempre disponible, es omnipresente y omnipotente. Reconociendo al Amor y amando más, encontramos que la ley de Dios instantáneamente empieza a eliminar todo lo que sea ofensivo o impío. A pesar de que por muchos años creímos que éramos “barro”, empezaremos a reconocer que somos hijos de Dios, el Amor divino, que siempre estaba esperándonos con brazos abiertos.

La Ciencia Cristiana nos enseña cómo vencer la creencia de la existencia material y las consecuencias desgraciadas que nos acarrea esta creencia. Debemos reclamar y apropiarnos de nuestra libertad, que Dios nos da como hijos Suyos. Como dice la Biblia: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas”. Sant. 1:17, 18. Por medio del poder de “la palabra de verdad” en la Ciencia Cristiana, comenzamos a gozar del cielo aquí y ahora.

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