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Comencé a asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana...

Del número de abril de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Comencé a asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana cuando tenía unos cinco años de edad. Como a la edad de once o doce años, dejé de asistir porque perdí interés en lo que respecta a religión.

Algunos años después, me di cuenta de lo valiosas que habían sido las enseñanzas recibidas en la Escuela Dominical. Para ese mismo tiempo se me presentó un problema físico que me producía mucho dolor, por lo que me sentí muy atemorizada. El médico que consulté diagnosticó el mal como quistes de los ovarios. Me recetó medicamentos que debía tomar por espacio de tres meses. Al final de ese tiempo, volví a visitarlo, me dijo que la curación había sido perfecta y que todo estaba bien, pero que volvería a sufrir de ese problema de tiempo en tiempo toda mi vida. Cuando salí del consultorio pensé: “Ésta no es la clase de curación de la que yo aprendí en la Escuela Dominical. La curación en la Ciencia Cristiana es permanente”.

Cuando los síntomas aparecieron de nuevo, escribí una declaración sobre la verdad espiritual de los escritos de Mary Baker Eddy aplicable a mi problema (ni siquiera recuerdo esta declaración), la puse en mi escritorio en la oficina, la memoricé y pensé en ella con frecuencia. Poco después, realmente sané. De esto hace ya unos veinte años, y no he vuelto a sufrir más de ese mal.

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