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ESCUELA DOMINICAL Preparando a la juventud para el mundo de hoy

Preparado bajo los auspicios del Departamento Actividades de la Iglesia, de La Iglesia Madre. Primero de ocho artículos.

¿Quién, yo? ¿Enseñar en la Escuela Dominical?

Del número de abril de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Se le pidió hace poco si podía enseñar en la Escuela Dominical? ¿Se pregunta usted si debería aceptar? Bueno, por favor, no diga que “no” antes de leer este artículo:

No es de sorprenderse si pensamientos como los siguientes cruzaron su mente cuando se le ofreció dicha tarea:

• “Los niños me hacen sentir incómodo”.

• “No sé lo suficiente sobre Ciencia Cristiana”.

• “No sabría qué decir durante una hora”.

• “No dispongo de tiempo para prepararme”.

• “La última vez que enseñé como sustituto, fracasé miserablemente”.

• “ ”. (Escriba aquí su razón principal.)

Tales argumentos a menudo detienen a Científicos Cristianos que serían excelentes maestros si aceptaran enseñar. Estas excusas siempre parecen muy plausibles; sin embargo, a menudo son parte de los intentos del mal de disminuir o detener la ayuda sencilla y vital que Mary Baker Eddy quiso que toda Iglesia de Cristo, Científico, proporcionara a su juventud.

Cada semana, incontables Científicos Cristianos como usted, superan la resistencia a la enseñanza, enseñando. Ven que pueden resolverse a hacerlo y disfrutar de los efectos fortificantes de aprender junto con sus alumnos, renovando su propio entendimiento y puliendo su práctica de la Ciencia. Este esfuerzo es lo que los hace buenos maestros. Se dan cuenta de que aprenden a sentirse cómodos con los jóvenes principalmente estando más con ellos. Una hora durante los domingos es una excelente manera de comenzar. Al compartir las verdades y experiencias, rápidamente se derriban las barreras.

¿Cómo podemos llenar el tiempo en esta hora de clase? El maestro se da cuenta de que en realidad no tiene que hacerlo. Prepara buenas preguntas basadas en los puntos específicos de la enseñanza que la Sra. Eddy indica en el Manual de La Iglesia Madre.Man., Art. XX, Sec. 2 y 3. Ora para ser oyente receptivo. Entonces está preparado para iniciar la clase, para dar y recibir, incluyendo libremente las necesidades y preguntas de los alumnos. La propia preparación del maestro lo hace flexible, pero, a la vez, capaz de mantener un sentido de dirección de la clase a medida que ésta se va desarrollando. La norma de la enseñanza es siempre la pura Ciencia del Cristo que se encuentra en la Biblia, y en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, que hace que la aplicación sea práctica y compasiva. Ya se trate de la clase de niños pequeños o de adolescentes en la universidad, siempre hay suficiente ayuda a mano. Encontramos esta ayuda a medida que exploramos estos libros, velando por las verdades pertinentes a las necesidades de la clase, y orando para conocer la unidad de cada alumno con la única Mente.

Veamos, por ejemplo, un grupo de niños de once años de edad. Tal vez estén comenzando a participar en los niños exploradores o a entusiasmarse por los deportes en grupo. Quizás necesiten saber que los errores que hacen o los juegos que pierden, pueden aprovecharse como ocasiones para aprender, y no considerarse como fracasos. Tal vez estén descubriendo que el estudio en el colegio les está exigiendo más trabajo que antes, y los deberes para hacer en casa pueden acumularse. En esta etapa, los niños necesitan una gran seguridad de que Dios está siempre con ellos, guiándolos inteligentemente, mostrándoles cómo crecer y aceptar responsabilidades, cómo proseguir las tareas con lealtad y honestidad.

Los salmos están colmados de la dirección práctica y directa en sus versículos que fácilmente se aprenden de memoria y que pueden ponerse en práctica en el campo de juegos o en el laboratorio de ciencias. Ver, por ejemplo, Salmos 46:1; 90:16, 17; 23:1–3. El Texto Áureo y Lectura Alternativa en las Lecciones Bíblicas del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana constituyen también buenos deberes. Tenemos, además, lo que Ciencia y Salud dice acerca de formar modelos perfectos de pensamiento y así modelar nuestra vida. Ver Ciencia y Salud, 248: 28–34. Para mayor estudio: Salmo 78:1–4; Deut. 29:29; Ciencia y Salud, 235:15–20; 234:5–9. Éstas son enseñanzas sencillas y claras que llegan al alumno fácilmente y permanecen con él, a veces durante décadas. Si el temor al fracaso frente a los ojos de los demás representa un problema para un alumno, el maestro puede procurar hablar con él fuera de clase y estar dispuesto a ayudarle cuando exista una necesidad especial. Si el alumno tuviera dificultad para leer o para mantenerse al nivel de los demás, o le fuera difícil hacer amigos, éstas son maravillosas oportunidades para que el maestro brinde el cuidado y la confianza prácticas. La mejor ayuda que el maestro puede dar es ver al hijo glorioso y completo del único Dios, libre de temor y error, allí mismo, donde aparece un joven mortal perturbado.

¿Y qué decir acerca del tiempo que se requiere para preparar la clase? En realidad, el prepararnos fielmente para participar como miembros de la congregación el domingo, requiere tanto trabajo como prepararnos para la enseñanza en la Escuela Dominical. Lo esencial, cualquiera que sea nuestra participación, no es cuánto sabemos acerca de la Ciencia Cristiana o cuántas veces hemos leído la Lección Bíblica, sino cuán dispuestos estamos para aprender de Dios y para compartir lo que hemos aprendido y estamos aprendiendo. Una o dos ideas bien analizadas y aplicadas a las necesidades de la clase, a menudo pueden constituir suficiente material para una sólida hora de enseñanza. El objetivo es proporcionar una base práctica para vivir y aprender más a fondo la ley espiritual y moral.

Ahora que usted ha leído todo este artículo y reflexionado sobre el mismo, aún puede responder “no” si le han pedido enseñar en la Escuela Dominical. Y, por supuesto, siempre tenemos que orar acerca de tales decisiones importantes. Pero recuerde que usted puede ser exactamente la persona que los niños necesitan.

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