Es profunda la gratitud que siento por la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) y por las múltiples bendiciones que he recibido al estudiarla y practicarla.
Una mañana ayudé a mi esposa a subir unas damajuanas de queroseno al altillo de nuestra casa por una escalera de madera. La escalera mide como 2,80 mts. de altura y tiene diez escalones. Debajo de la escalera está nuestra cocina de gas, que en ese momento estaba encendida. (Me doy cuenta ahora de que hubiera sido más prudente apagar la cocina antes de mover el queroseno.) En un momento en que mi esposa me alcanzó una de las damajuanas desde abajo de la escalera, inadvertidamente la golpeó contra un escalón. La vasija de vidrio, que estaba totalmente llena, se rompió, y el queroseno se volcó sobre la cocina prendida. De inmediato salieron grandes llamaradas que cubrieron todo el espacio que da para el altillo.
Permanecí parado en el extremo superior de la escalera, rodeado de humo y llamas. Lo primero que dije fue: “Padre, ¿qué hago?” Instantáneamente recordé el Salmo 46 (versículo 10): “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. En voz alta declaré una y otra vez que Dios es el único poder y que yo no tenía nada que temer. Luego miré para ver si podía escapar por una ventana que daba al techo. Pero la ventana tenía una reja, y era imposible salir por ella.
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