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Cómo nos puede ayudar la vida de Cristo Jesús

Del número de julio de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡Cuán provechoso puede ser el ejemplo de la vida de Cristo Jesús al mostrarnos lo que la comprensión de la Verdad puede hacer por la humanidad! Más que una mera advertencia para que seamos buenos, puros, amables y útiles para con los demás, su vida demuestra profundas verdades metafísicas. Si aceptamos que estas verdades conciernen a todos sus seguidores, como también a él, se verá que nuestra habilidad para demostrar la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) fluye de Dios Mismo, el Espíritu.

La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “La vida de Cristo Jesús no fue milagrosa, sino inherente a su espiritualidad — la buena tierra, donde la semilla de la Verdad nace y lleva mucho fruto”.Ciencia y Salud, págs. 270–271. La vida sanadora, propia del Cristo, que Jesús vivió, era propia de su espiritualidad, fluía de ella.

Cristo Jesús comprendió cabalmente su espiritualidad innata. Declaró: “Yo y el Padre uno somos”, Juan 10:30. y “El Padre que mora en mí, él hace las obras”. Juan 14:10. Reconoció su espiritualidad, aceptando que su identidad misma era el Cristo, el hombre ideal creado por Dios.

La curación es espontánea y natural cuando reconocemos que el hombre tiene una naturaleza completamente espiritual porque él es la emanación de Dios, el Espíritu divino, el Padre de todos. Nuestra identidad verdadera es la del hombre espiritual, la perfecta creación de Dios. La manera de pensar que surge de la base de que somos personas humanas buenas, no es suficiente para resolver la mortalidad básica que es parte intrínseca de una identidad hipotéticamente carnal. Pero cuando seguimos el ejemplo de Jesús y pensamos firmemente basándonos en el hecho de que somos el hombre espiritual e incorpóreo que Dios creó, sentimos el apoyo de la divinidad. Bajo la luz de esta comprensión espiritual de que el hombre es reflejo de Dios, reconocemos el poder y presencia divinos que son el fundamento de nuestro ser verdadero, y nos capacitan para demostrar la curación.

En cierta ocasión escuché decir a una Científica Cristiana: “Un hombre moralmente bueno puede que no sea de ánimo espiritual, pero un hombre de ánimo espiritual no puede dejar de ser bueno”. Su comentario me dio mucho en que pensar. Podríamos decir que la influencia del Espíritu en nuestros corazones — el Cristo con nosotros — se expresa a sí mismo en nuestra vida en bondad humana y salud. De manera que cuanto más firme y persistentemente reconocemos lo que Cristo Jesús sabía — que su identidad misma era la creación de Dios — tanto más conoceremos la confianza, gozo y salud concomitantes que resultan al identificar a la Mente divina y la Vida divina como nuestra Mente y Vida. Cuando nos identificamos a nosotros mismos desde un punto de vista espiritual, sabiendo, como Cristo Jesús sabía, que “no puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre”, Juan 5:19. estamos armonizando nuestro pensamiento y vida con el poder omnipotente de Dios. Empezamos a sentir la presencia de Dios con nosotros, impulsándonos a acciones correctas. Esta demostración de la presencia de Dios se expresa exteriormente a sí misma de manera natural en una vida constructiva, sanadora y armoniosa.

Reconocer que la naturaleza espiritual del hombre es el reflejo de Dios, no quiere decir que el hombre mortal es la idea de Dios, sino que estamos abandonando el sentido mortal del hombre por nuestra identidad verdadera, que se encuentra en Cristo. Por ejemplo, no es posible decir y realmente sentir que el hombre es la expresión misma del Amor divino y, no obstante, actuar con odio hacia los demás seres humanos. Saber, realmente saber, que nuestro ser verdadero es la expresión del Amor, tiene que hacer que nuestra vida sea un vívido testimonio de la presencia de Dios en todo lo que decimos y hacemos. Nuestra oración, estudio y práctica serán entonces iluminados por la influencia del Amor que penetra nuestra consciencia.

Cuando pensamos basándonos sobre el punto de vista de que somos la expresión del Amor divino, la manifestación espiritual que el Amor creó, ocurren cosas maravillosas en nuestra vida. Nuestro amor refleja en realidad algo del poder y la presencia sanadores del Amor divino. Nuestra expresión del Amor divino es guiada por Dios Mismo, la Mente divina; por tanto, no está mal encaminada ni está fuera de lugar. Pone de manifiesto la actividad del Cristo dentro de nosotros, que trae curación a la situación humana.

Ciencia y Salud dice: “El origen divino de Jesús le dio más que poder humano para explicar las realidades de la creación y demostrar la única Mente que crea y gobierna al hombre y al universo”.Ciencia y Salud, pág. 539. De manera que debemos reconocer como verdadero para todos nosotros lo que ilustra el singular nacimiento virginal de Jesús: que el origen del hombre está en Dios, el Espíritu divino; y que, por tanto, en virtud de lo que cada individuo realmente es — la imagen de Dios — le es dado el poder para poner de manifiesto al Cristo sanador en toda situación. La Sra. Eddy escribe en su Message to The Mother Church for 1902: “El amor espiritual hace que el hombre esté consciente de que Dios es su Padre, y la consciencia de que Dios es Amor da al hombre poder acompañado de un desarrollo incalculable. Entonces Dios viene a ser para él el Todo-presencia, que extingue el pecado; el Todo-poder, que da vida, salud, santidad; el Todo-ciencia, toda ley y evangelio”.’02., págs. 8–9.

Cuando firme y persistentemente nos identifiquemos con las verdades espirituales de la existencia como Cristo Jesús lo hizo, la evidencia de la unidad del hombre con Dios se hará cada vez más visible en nuestra vida en obras de amor, gozo y curación.

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