Una tarde, al llegar a casa después del trabajo, comencé a sentir lástima de mí misma. Había intentado muchas veces dejar de fumar por medio de la fuerza de voluntad. Aun cuando esto daba resultado por un tiempo, siempre volvía al hábito.
Esa tarde, decidí recurrir de nuevo a la Ciencia Cristiana (había sido criada en esta maravillosa religión, pero me había alejado desde hacía años). Ahora sentía que la Ciencia me podía curar. Entonces leí el capítulo titulado “La oración” del libro Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Incluso durante la tarde, leí el capítulo tres veces consecutivas, y con cada lectura recibí mayor comprensión espiritual.
En la página 5 de Ciencia y Salud dice: “El remordimiento por haber obrado mal no es sino un paso hacia la enmienda, y el más fácil de todos. El próximo y gran paso que exige la sabiduría es la prueba de nuestra sinceridad — a saber, la reforma”. Bueno, ciertamente lamentaba tener el hábito de fumar, pero, ¿sería capaz del siguiente paso, es decir, la reforma? Sabía que tendría que hacerlo.
Fue en este momento, esa tarde, cuando comencé a llorar terriblemente. Hasta la fecha, ni mi esposo ni yo podemos recordar lo que dije. Más tarde, me di cuenta de que toda la desarmonía había sido el resultado de la quimicalización. En la página 401 de Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “Lo que denomino quimicalización es el trastorno que se produce cuando la Verdad inmortal está destruyendo la creencia mortal errónea. La quimicalización mental saca al pecado y a la enfermedad a la superficie, obligando a las impurezas a separarse, como en el caso de un líquido que fermenta”.
Después que dejé de llorar, me dormí. Al despertar a la mañana siguiente, ciertamente que no había olvidado lo que me había sucedido la noche anterior. Sin embargo, tomé un cigarrillo, lo encendí y comencé a fumar. Tosí y me ahogué, como si nunca hubiera fumado antes. ¡Estaba curada! ¡Qué realización tan gozosa!
Había sido tocada tan profundamente por Cristo, la Verdad, que con la curación del hábito del cigarrillo, también sané de la gula, así como de otros rasgos erróneos de carácter. No aumenté más de peso, y desde esa mañana, hace ya alrededor de tres años, no he deseado ni he sentido la tentación de tocar un cigarrillo. La curación ha sido completa. Estoy inmensamente agradecida a Dios por la Ciencia Cristiana, por mi afiliación a la iglesia y por lo que esta enseñanza maravillosa está haciendo por el mundo.
Miami, Florida, E.U.A.
