Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Erradicando los males amorales

Del número de julio de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando es obvio que los hábitos o creencias que albergamos están equivocados, y tememos por sus consecuencias, tenemos la tendencia a luchar arduamente para erradicarlos. Nos inclinamos más a dejar sin corregir los males que son menos obvios y aquellos que parecen no tener consecuencias desagradables. Por tal razón, los males que se consideran amorales pueden ser tan perniciosos para la integridad individual y colectiva como la inmoralidad descarada.

En ciertas épocas, sociedades enteras han aceptado prácticas tales como el robo, el adulterio o el crimen como consecuencias normales; en carácter más general, las pequeñas mentiras, la codicia, el egoísmo, la sensualidad, la crueldad, son considerados como amoralidades aceptadas. “Así es la vida”, se oye decir a la gente como si se pudieran ignorar las consecuencias.

Por esta razón, los Diez Mandamientos y el Sermón del Monte tienen tanta importancia. Contienen normas que unas veces parecen conformar con el pensamiento de la sociedad pero que otras veces son bastante contrarias a ella. Los requisitos percibidos en los Diez Mandamientos y en las Bienaventuranzas nos obligan a desafiar costumbres que gradualmente pueden haberse tornado tan corrientes que se practican amoralmente, es decir, sin el conocimiento consciente de su falsedad. En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy observa: “El mal es a veces el concepto más alto que tiene un hombre de lo que es justo, hasta que se apegue más firmemente al bien. Entonces ya no se complace en la maldad, y ésta viene a ser su tormento. El camino para escapar de las miserias del pecado es cesar de pecar. No hay otro camino”.Ciencia y Salud, pág. 327.

La teología ortodoxa dice que el hombre nace ya pecador; éste es el hombre descrito en el mito de Adán en el segundo capítulo del Génesis. Sin embargo, este mito contradice la descripción del hombre — el hombre verdadero — presentado en el primer capítulo del Génesis: “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Gén. 1:27. Al aceptar el primer relato de la creación como el verdadero, la Ciencia Cristiana disputa la teología del pecado original. En Ciencia y Salud se pregunta: “¿Hubo pecado original que se creó a sí mismo? En ese caso debe de haber existido más de un creador, más de un Dios”.Ciencia y Salud, pág. 356.

La ortodoxia tradicional reconoce las prácticas equivocadas y procura deshacerse de ellas. No obstante, es difícil erradicar lo que creemos es real y creado por Dios. La Ciencia Cristiana percibe que Dios es el bien, que crea sólo el bien, y considera que el pecado es irreal. El pecado constituye una ilusión que desaparece cuando el Cristo enfoca el poder y la bondad de Dios.

Ciertos sistemas de sicología clasifican el mal como parte de la naturaleza subconsciente, y procuran tratarlo sin juzgarlo moralmente. “Desprovisto de sentido moral” es un significado corriente de la palabra “amoral”. Otro es “sin sentido moral”, característica que en su forma extrema podría denominarse “idiotez moral”. Ver Escritos Misceláneos 107:16–35 y 112:13–17. La creencia de que los celos, la falta de honradez, la lujuria, el odio, la venganza o los impulsos autodestructivos subconscientemente nos dominan, ofrece excusas sin garantías para la persona que procede mal, tales como: “No pude evitarlo”. “Es mi naturaleza”. Pero estas excusas no eliminan el sufrimiento que tal manera de pensar trae consigo. A efectos de soportar ese sufrimiento y terminar con él, necesitamos partir de una premisa diferente: que Dios es bondad y que la naturaleza del hombre es reflejar la bondad de Dios, dado que el hombre es espiritual, no material. Y, luego, debemos vivir de acuerdo con esa premisa.

En vez de aceptar ya sea la creencia en el pecado original o la teoría de que hay una naturaleza perversa, podemos adoptar la premisa de que Dios creó al hombre totalmente bueno. El mal no existe como una realidad, y puede ser desechado porque es ilusión. Percibir que el mal es ilusión, y reconocer su falta de poder, es práctica efectiva. Por otra parte, sepultar una creencia en el mal, en la amoralidad o idiotez moral, de manera que simplemente no se reconoce como creencia errónea, evade la demanda moral.

Es esencial percibir las creencias amorales por lo que son: equivocaciones del pensamiento que no tienen derecho o necesidad de persistir. Sí se necesita reconocer que son falsas, inmorales. No podemos aclarar un espejismo fingiendo que no existe o fingiendo que no lo vemos. En lugar de ello, lo vemos por lo que es, una ilusión. Científicamente hablando, el mal no puede ser suprimido, excusado, tolerado, ni podemos ajustarnos a él. Las falsas creencias deben ser sanadas. Necesitamos descubrir la pretensión del mal y luego reconocer su irrealidad a fin de sanarlo. La Sra. Eddy explica lo siguiente: “La Ciencia Cristiana jamás sanó a un paciente sin probar con certeza matemática que el error, cuando se le descubre, queda destruido en sus dos terceras partes, y el tercio restante se aniquila a sí mismo”.Ibid., pág. 210.

La naturaleza del hombre creado a la imagen de Dios es pura y espiritual y, por consiguiente, jamás está sujeta a la frustración, violencia o excesiva indulgencia. Y ello lo podemos probar. No destruimos una creencia en el mal ni lo hacemos aparecer ni menos malo ni más normal utilizando eufemismos para el engaño, la lujuria o el odio. No pueden ser disueltos bajo el pretexto o argumento de que “todos lo hacen”.

Si hemos de liberarnos de la corrupción, la perversión, la violencia y la indulgencia en la sensualidad — que parecen predominar hoy en día — tenemos que comenzar poniendo las cosas claras respecto a la naturaleza del hombre. Es preciso invertir la evidencia mortal y reconocer mediante la oración la supremacía de Dios, hasta que verdaderamente veamos que hay sólo una clase de hombre: el reflejo espiritual de Dios. Sobre esta base Cristo Jesús sanó el pecado. Y así es cómo la curación moral tiene lugar hoy en día.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / julio de 1985

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.