Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Desenmascaremos la “caída del hombre”

Del número de julio de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Bueno, no tendré que preocuparme por eso. Ya sé que el hombre jamás cayó”.

Eso fue lo que pensé cuando oí por primera vez a alguien decir que debemos orar cada día para vencer un poco más la creencia de que el hombre cayó. Como nueva estudiante de Ciencia Cristiana, ya había aprendido que la historia de la Biblia acerca de Adán y Eva — con frecuencia relacionada con la caída del hombre — era una alegoría. Por tanto, supuse que yo conocía su irrealidad.

Fue más adelante que empecé a ver que las muchas ramificaciones de la narrativa de este sueño ilusorio tienen que ser desenmascaradas y destruidas en la consciencia humana. Toda creencia en el mal — toda creencia de que vivimos en un cuerpo material o universo material, de que hay inarmonía, imperfección, limitación o separación de Dios — surge de la creencia de que el hombre cayó de su perfección original.

A la mayoría de nosotros nos es fácil pensar que Dios es enteramente espiritual, perfecto y grandioso. Pero, ¿qué decir de nuestro concepto acerca del hombre, la creación de Dios? ¿Es igualmente elevado? Un concepto menos elevado es creer que el hombre cayó y que tiene que sucumbir a los males resultantes o luchar, algunas veces desesperadamente, y con frecuencia con poco éxito, por recuperar un estado más armonioso.

Del mito de Adán surge la creencia de que cada uno de nosotros es un mortal descarriado y vulnerable que, sin haberlo elegido él mismo, nació en cierto cuerpo físico y en cierta familia de otros mortales en un mundo material. Se cree, además, que esta casualidad determina, en gran manera, nuestro bienestar y nuestras perspectivas de éxito. Se cree también que este mundo material está poblado de otros muchos mortales caídos, que componen toda nuestra familia humana y que tienen poder directo o indirecto para influirnos para bien o para mal.

Pero podemos refutar el sueño adánico de mortalidad por ser mentira, y traer curación y armonía a nuestra experiencia actual. Las Escrituras nos informan que Dios, el Amor, es el creador del hombre y del universo. Podemos estar seguros de que ninguna creación malhecha podría venir jamás del corazón del Amor infinito.

Por el contrario, en el Génesis leemos: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó”. Y, “vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Gén. 1:27, 31. En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “La norma de la perfección fue originalmente Dios y el hombre. ¿Acaso Dios ha rebajado Su propia norma, y acaso el hombre ha caído?” Continúa: “Dios es el creador del hombre, y permaneciendo perfecto el Principio divino del hombre, la idea divina o reflejo, el hombre, permanece perfecto”.Ciencia y Salud, pág. 470. Toda creencia en una cualidad o condición desemejante a Dios entraña la creencia de haber caído de nuestra unidad original con Dios, nuestro estado original como Su imagen.

La mente carnal atribuye esta caída a un acontecimiento en un pasado remoto, comúnmente conocido como el pecado original de Adán y Eva. No obstante, esta única pretensión de la ilusión de tener realidad, está en la equivocada manera de pensar individual, aquí y ahora.

En un sueño podríamos creer que una condición presente es el resultado de un acontecimiento que ocurrió hace años. Incluso podríamos creer que debido a que el acontecimiento original pasó, nos es imposible alterarlo o eliminar sus efectos. Al despertar, no obstante, nos damos cuenta de que lo que pareció en el sueño ser tiempo pasado o un acontecimiento pasado, fue sólo un falso sentido y que, en realidad, jamás ocurrió.

Eso es lo que ocurre con el mito adánico. Así como desenmascaramos un sueño simplemente despertando, así podemos desenmascarar el mito adánico despertando del mismo, poniendo en armonía nuestra manera de pensar y de vivir, mediante la oración, con la realidad científica de Dios perfecto y hombre perfecto; y reconociendo que, debido a que nada sino la perfección ha ocurrido realmente o ha tenido realidad alguna, entonces, nada sino la perfección puede tener efecto alguno.

En el falso y material concepto de la vida “caemos” del Amor cuando abrigamos un pensamiento de odio. Pero restauramos nuestro sentido de unidad con Dios cuando amamos. Parece que caemos de la Verdad cuando no somos íntegros; pero demostramos el origen divino del hombre al ser íntegros. Parece que “caemos” del Espíritu cuando creemos en un universo material o en un cuerpo material; pero redimimos nuestro sentido espiritual cuando percibimos nuestra incorporeidad.

El hombre verdadero, revelado por la Ciencia, jamás ha caído. Dios creó al hombre enteramente inocente, incapaz de pecar o errar; y El nos mantiene eternamente en esta perfección. De manera que jamás tenemos que creer que hemos caído. No desenmascaramos la caída del hombre mirando hacia atrás a través de una serie de los llamados antepasados humanos defectuosos y llegando finalmente al padre humano original. La desenmascaramos al reconocer que ningún antepasado desatinado — en realidad, ningún antepasado — se ha interpuesto entre nosotros y Dios. En vez, cada uno de nosotros ha tenido su propia relación directa con Dios a través de toda la eternidad. Dios es nuestro único creador, nuestro único antepasado, y somos Sus hijos perfectos. El sueño adánico jamás ha sido verdadero. Aquí y ahora estamos, y siempre hemos estado, completamente unidos a Dios. Podemos vencer la creencia de que el hombre cayó. Cada curación que logramos, cada corrección de un pensamiento equivocado en nuestra propia consciencia, es una prueba de que la hemos vencido.

No obstante, la humanidad, a través de los siglos, se ha resistido a vencer tal creencia, incluso se ha mantenido aferrada a la historia de Adán y Eva. ¿Por qué? ¿Será porque este mito nos da una excusa conveniente para el fracaso individual en mantener una norma? La herencia, la educación y el ambiente — las condiciones que se suponen que han sido establecidas o permitidas por progenitores — tienen la culpa. Es como si dijéramos: “No soy responsable de mi manera equivocada de pensar. Es la culpa de otro”. O: “Si otros hubieran hecho mi trabajo, no tendría que hacerlo yo”. Nuestro trabajo consiste en disciplinar y espiritualizar nuestros propios pensamientos y acciones en todo momento; nadie más puede hacerlo por nosotros.

Con cuánta frecuencia escuchamos e incluso pensamos: “Sí, algunas veces soy caprichoso o no soy bastante sincero, lo heredé de mi padre”. O, si hubiera nacido en una familia mejor (o tal vez más saludable o rica), todo hubiera sido diferente”. O incluso: “Si las generaciones anteriores se hubieran portado de manera diferente, nuestro mundo no estaría en esta confusión para que nosotros lo pusiéramos en orden”.

Pero el intentar disculparnos echando la culpa a otros no logra nada, excepto retardar nuestra redención individual. Mientras culpemos a otros, no lograremos nada constructivo. La disciplina mental es importante. En Ciencia y Salud leemos: “Mantened vuestro pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero, y los experimentaréis en la medida en que ocupen vuestros pensamientos”.Ibid., pág. 261.

Algunas veces, las sugestiones erróneas parecen desenfrenadas y casi incontrolables. ¿Quiere decir esto que tenemos que tener una gran fortaleza personal y trabajar con verdadero ahínco para dominar nuestra manera de pensar? No. Aun cuando se requiera una oración vigorosa para reemplazar una equivocada manera de pensar con el conocimiento espiritual, la fortaleza para mantener este esfuerzo viene directamente de Dios. No tiene relación alguna con la voluntad humana o el dominio personal de la mente. Ciencia y Salud declara: “Levantaos en la fuerza del Espíritu para resistir todo lo que sea desemejante al bien. Dios ha hecho al hombre capaz de eso, y nada puede invalidar la capacidad y el poder divinamente otorgados al hombre”.Ibid., pág. 393.

¿Cómo demostramos esto en nuestra propia vida? Por la humilde sumisión al Cristo en la consciencia humana y al reconocer que Dios es el poder sostenedor y nuestra única Mente. Podemos saber que la única Mente, Dios, es el solo creador de todo pensamiento y sentimiento que pueda tener el hombre. Por tanto, ningún pensamiento impío puede pretender tener realidad, presencia o poder alguno para entrar en nuestra consciencia. Las sugestiones agresivas no tienen mente que sirva de creador o comunicante. Sólo el Cristo, la Verdad, puede realmente influir en nuestra manera de pensar.

En Ciencia y Salud “Cristo” es definido como “la divina manifestación de Dios, la cual viene a la carne para destruir al error encarnado”.Ibid., pág. 583. Al abrir nuestro pensamiento, sin reservas, a Dios mediante la oración, y al procurar persistentemente expresar sólo Sus cualidades, vemos nuestra vida sanada y restaurada. Sentimos al Cristo, la Verdad, venir directamente a nuestra experiencia, eliminando el error y afirmando su propia omnipresencia armoniosa.

Para sanar la discordia, ya sea enfermedad, pecado o cualquier otra inarmonía, es necesario negar frecuentemente el error específico de que se trate, y reemplazarlo con el hecho espiritual como se enseña en la Ciencia Cristiana. Pero algunas veces necesitamos ir más allá con nuestras oraciones y negar específicamente la creencia fundamental de que el hombre cayó. Además, puesto que esta falsa creencia pretende tener tal capacidad de penetración total en el pensamiento humano, podemos darnos cuenta de que el reconocer su irrealidad con regularidad, puede hacer mucho para acelerar nuestro progreso espiritual y lograr rápidamente las curaciones.

Podemos negar la creencia de que el hombre cayó y reemplazarla con el pleno reconocimiento de que el hombre es perfecto ahora. En realidad, jamás ha cambiado nuestro estado original como la amada expresión de Dios. Podemos aferrarnos al hecho de que, debido a que el hombre jamás entró en una creencia de pecado o materialidad en ninguna forma, jamás ha estado separado de Dios. Podemos regocijarnos de que el hombre es uno con Dios.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / julio de 1985

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.