“Bueno, no tendré que preocuparme por eso. Ya sé que el hombre jamás cayó”.
Eso fue lo que pensé cuando oí por primera vez a alguien decir que debemos orar cada día para vencer un poco más la creencia de que el hombre cayó. Como nueva estudiante de Ciencia Cristiana, ya había aprendido que la historia de la Biblia acerca de Adán y Eva — con frecuencia relacionada con la caída del hombre — era una alegoría. Por tanto, supuse que yo conocía su irrealidad.
Fue más adelante que empecé a ver que las muchas ramificaciones de la narrativa de este sueño ilusorio tienen que ser desenmascaradas y destruidas en la consciencia humana. Toda creencia en el mal — toda creencia de que vivimos en un cuerpo material o universo material, de que hay inarmonía, imperfección, limitación o separación de Dios — surge de la creencia de que el hombre cayó de su perfección original.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!