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La permanencia del bien

Del número de julio de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Uno de los significados de la palabra “permanecer” es mantenerse continuamente sin límite de tiempo. Esto, sin duda, pertenece a Dios y Su bondad. No obstante, cuando luchamos por vencer alguna forma de discordancia, tal vez sintamos la tentación de creer que el bien está ausente y que debemos orar con fervor para lograr que se manifieste nuevamente en nuestra experiencia. Este punto de vista difiere totalmente del que tiene un Científico Cristiano para solucionar sus problemas.

La Ciencia Cristiana nos enseña la realidad liberadora de que Dios, el Amor divino, jamás está ausente. Debido a que Dios es la Verdad, no puede ser restringido ni reemplazado y siempre está disponible para que Lo reconozcamos y cedamos a El, y este reconocer y ceder trae consigo la curación. Si esto no fuera así, el cristianismo no sería una Ciencia confiable, sino meras conjeturas, lo que, a su vez, significaría que nuestras oraciones podrían o no ser respondidas. Quien esté sufriendo podría recurrir a Dios en busca de ayuda pero sin la certeza de obtenerla. No obstante, Dios es la Verdad, omnipresente, omnipotente, es el Amor que socorre, y la absoluta convicción de esto asegura la libertad tan anhelada.

La Ciencia del cristianismo es confiable, infalible. Jamás varía. Pero necesitamos saber esto, demostrarlo, y discernir que todo lo que sugiera la ausencia de Dios y de Su armonía es ficticio y, por tanto, insustancial y destructible. Como la Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “Estando Dios en todas partes y siendo omnímodo, ¿cómo puede estar ausente o sugerir la ausencia de la omnipresencia y omnipotencia?” Ciencia y Salud, pág. 287.

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