Dios, la Mente divina, gobierna directamente a Su semejanza espiritual, el hombre. Como reflejo exacto de Dios, el hombre no puede ser o hacer nada que no sea lo que Dios lo mueva a ser o hacer. Debido a que Dios no tiene ningún elemento, ni permite que haya un elemento contrario a Su bondad, el hombre — la verdadera identidad de cada uno de nosotros — no puede tener afinidad o tendencia mala. Podemos demostrar en nuestra experiencia que el gobierno de Dios elimina el mal.
La bondad del Padre celestial es reflejada en la bondad de Su amado hijo; la integridad de la Mente única es reflejada en la integridad de la idea de la Mente; la armonía del Amor es reflejada en la armonía de la imagen del Amor. Cristo Jesús dijo: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. Juan 5:19.
Jesús dio prueba de sus palabras sanado la enfermedad, el pecado y la muerte, condiciones que sugerían que algo o alguien aparte de Dios gobernaba al hombre. Si aspiramos a la comprensión y demostración de Jesús, tenemos que desafiar — mediante el estudio y práctica de la Ciencia Cristiana — los falsos conceptos de que el hombre es mortal y material, pues esos conceptos quisieran oscurecer nuestra percepción del hombre creado y gobernado por Dios. La perfección, infalibilidad y armonía verdaderas del hombre no son meros ideales distantes, que nos interesen sólo para proyectar posibilidades utópicas. Son, de hecho, realidades permanentes que podemos demostrar.
Por ejemplo, es comparativamente simple especular acerca de lo que es necesario hacer para detener el crimen o la guerra, especialmente cuando no estamos en la posición de decidir un curso de acción. Pero supongamos que somos responsables de lo que consideramos que es una situación de menor importancia; digamos, por ejemplo, que somos el padre, el abuelo, el profesor, la institutriz o la persona a cargo de un niño ingobernable. ¿Qué tan bien llevamos a la práctica, sobre una base individual, los mismos ideales que creemos que las autoridades policíacas o los estadistas debieran llevar a la práctica fácilmente sobre una base más amplia? Mirando más de cerca nuestras responsabilidades, vemos que es posible que tengamos justo a mano brillantes oportunidades para ayudar a apoyar la demostración del gobierno de la Mente divina, y así ayudar a establecer sobre la tierra el reino del cielo. Podemos contribuir inmediatamente al progreso colectivo mediante la práctica del discipulado cristiano en las maneras regulares e individuales que nos están disponibles.
Hablando de disciplinar a los niños, no es necesario que, inconscientemente, entrenemos a los niños bajo nuestro cuidado a que sean temerosos, entrenándolos mediante el temor. Sabiendo que Dios gobierna al hombre mediante amor y misericordia, podemos aprender a administrar pacientemente la corrección constructiva que fomentará el despertar espiritual, para nosotros y para los niños. Mediante nuestro ejemplo y obras, podemos enseñarles a hacer lo correcto en vez de tiranizarlos o que nos tiranicen por su conducta incorrecta. La Sra. Eddy escribe: “Si al niño se le explican los móviles correctos de acción, y se le enseña a amarlos, estos móviles lo guiarán correctamente: si se le educa para que ame a Dios, el bien, y para que obedezca la Regla de Oro, el niño os amará y obedecerá sin que tengáis que recurrir al castigo corporal”.Escritos Misceláneos, pág. 51.
Con pureza y persistencia, la Sra. Eddy puso en práctica la comprensión de que únicamente la Mente, el Amor, gobierna al hombre. Un biógrafo recuerda que ella relató la curación de un niño pequeño que “había sido un pequeño tirano”. Le llevaron el niño a la Sra. Eddy cuando estaba desesperadamente enfermo; de hecho, estaba tan enfermo que, “según todas las apariencias, el niño enfermo había dejado de vivir”.
Después que la Sra. Eddy empezó a orar silenciosamente, el niño se sentó en la cama. Luego ella lo llamó, y al tenerlo en su regazo y continuar orando, él empezó a golpearla con los puños diciendo: “Estoy enfermo, estoy enfermo”. Nuevamente, su oración prevaleció. Se bajó y empezó a jugar con un juguete. Cuando comenzó a golpearla otra vez verbal y físicamente, ella no se sintió provocada ni regañó al niño, sino que simplemente dijo: “Tu no estás enfermo y eres un niño bueno”. A pesar de que se desmayó y otra vez parecía estar sin vida, ella siguió orando, lo tomó en sus brazos y recurrió a su Padre celestial.
El niño salió de la casa de la Sra. Eddy completamente sano, no sólo fue restaurado a la vida y a la salud, sino también a la humildad y a la concordia. Camino a casa, “habló de Dios y dijo: ¡Qué bueno es Dios!” Irving C. Tomlinson, Twelve Years with Mary Baker Eddy (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1966), págs. 47–48.
La Sra. Eddy sabía que la verdad que sanó a ese niño en particular, podía sanar a toda la humanidad. Ella pudo decir con la autoridad que viene de la demostración: “La Mente lo gobierna todo. No hay duda alguna de que existimos perfectos en Dios, pues las concepciones de la Vida, la Verdad y el Amor deben ser perfectas; y mediante esa verdad básica vencemos la enfermedad, el pecado y la muerte”.Esc. Mis., pág. 6.
Comprender esta verdad básica lo suficiente para demostrarla, exige que obtengamos y mantengamos el gobierno sobre la tentación de reaccionar contra la indisciplina de manera inhumana. Exige que vivamos de acuerdo con las leyes de Dios, y así hacer nuestro Su gozo celestial. Podemos expresar el gobierno de Dios, gobernándonos a nosotros mismos moral y espiritualmente, de manera que nuestros pensamientos, palabras y acciones expresen al Cristo, la Verdad, con el afecto sanador que une la bondad del Principio divino con la firmeza del Amor.
Si queremos contraatacar el crimen y la guerra en sus estados primero, intermedio, último y único (aparente) estado, tenemos que empezar por repudiar la creencia básica en el mal. En la proporción en que comprendamos que la Mente omnipotente es Todo-en-todo, podremos demostrar que el mal no tiene poder, no tiene mente, y por eso, es imposible que exista. Debido a que nuestra naturaleza verdadera deriva completamente de Dios, podemos demostrar que incluimos todo lo que es bueno y que excluimos el falso concepto llamado mal, ya sea que parezca individual o colectivo.
Si somos enfrentados por la evidencia que sugiere que algo o alguien más que Dios, el bien, gobierna, podemos orar para saber que el bien infinito es la realidad eterna. Podemos continuar orando, privando sosegadamente a las pretensiones del mal de un testigo, hasta que el error de nuestra propia creencia en los informes de los idólatras sentidos materiales dejen de golpearnos. Podemos orar hasta que reine la paz en nuestros corazones y hasta que la llevemos a la práctica completamente en nuestra vida. Así, paso a paso, podemos demostrar que Dios lo gobierna todo.