Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

¿Qué? ¿Me ama por mi Ciencia Cristiana?

Del número de septiembre de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante mi penúltimo año de escuela secundaria, me sentí sumamente atraída por un joven que ya estaba en la universidad. ¡Y lo mejor del caso era que él también se sentía atraído por mí! Yo me sentía particularmente halagada por sus atenciones, porque realmente me inspiraba respeto: era muy inteligente, sensitivo y talentoso. También me gustaba analizar qué había en mí para haber despertado su interés.

Un día, al comentarle esto a mi abuela, sonrió y me dijo: “El ama tu Ciencia Cristiana”. ¿Mi Ciencia Cristiana? Como adolescente que había sido criada en la Ciencia, sin haber estado expuesta a otros puntos de vista alternativos, me inclinaba a no darle demasiada importancia a la Ciencia Cristiana en mi vida. Me apoyaba en ella cuando necesitaba alivio para alguna dolencia, pero quería pensar que mi sentido de individualidad y la manera en que yo dirigía mi vida, eran, de algún modo, independientes de la Ciencia Cristiana.

Realmente me irritó el pensar que era mi religión lo que me hacía atractiva, e inmediatamente empecé a considerar las razones por las cuales mi novio podría quererme por mí misma. Pero si hubiera pensado seriamente, habría visto la estrecha relación que había entre mi sentido del ser y las verdades espirituales que había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. En realidad, si hubiera meditado más en esas verdades acerca de Dios y la naturaleza del hombre como Su reflejo, habría podido descubrir mucho más respecto a quién era yo, y qué es lo que podía hacer.

La Sra. Eddy, que fue una devota estudiante de la Biblia, escribe en Ciencia y Salud: “La individualidad genuina del hombre se puede reconocer sólo en lo que es bueno y verdadero. El hombre no es creado por sí mismo, ni por los mortales. Dios creó al hombre”.Ciencia y Salud, pág. 294. Y en otra parte de Ciencia y Salud, explica la libertad que se logra al comprender más la vida espiritual y al acercarse más a Dios, y dice: “Ese concepto científico del ser, que abandona la materia por el Espíritu, de ningún modo sugiere la absorción del hombre en la Deidad y la pérdida de su identidad, sino que confiere al hombre una individualidad más amplia, una esfera de pensamiento y acción más extensa, un amor más expansivo, una paz más elevada y más permanente”.Ibid., pág. 265.

La Biblia presenta un ejemplo tras otro de gente que, al comprender que Dios era la fuente de su identidad, pudo hacer cosas generalmente aceptadas como imposibles. Cristo Jesús, que sanó enfermos, resucitó a los muertos, y caminó sobre las aguas, hizo hincapié en el inmenso poder de Dios y la falta de poder del yo humano al decirles a sus seguidores: “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”. Juan 5:30. La Sra. Eddy aclara la identidad del Maestro de la siguiente manera: “Jesús es el hombre humano, y el Cristo es la idea divina; de ahí la dualidad de Jesús el Cristo”.Ciencia y Salud, pág. 473.

¡Qué natural es para cualquier persona sentirse atraída por el bien del verdadero ser! Transcurrió algún tiempo hasta que finalmente comprendí que, por honrar a Dios como la fuente de mi identidad — del modo en que Jesús lo enseñó— no podía perder nada, sino por el contrario, eso me permitía ser y hacer mucho más.

Mientras tanto, mi novio y yo continuábamos saliendo juntos, pero discutíamos a menudo. Varias veces rompimos nuestras relaciones y no nos hablamos durante semanas. Ocasionalmente recordaba el comentario de mi abuela, y a pesar de que aún no quería admitirlo, llegué a darle a mi novio un ejemplar de Ciencia y Salud. Lo leyó de principio a fin — algo que yo nunca había hecho en todos mis años de Escuela Dominical — y quedó muy impresionado. No se volvió Científico Cristiano de inmediato, pero su interés y sus comentarios sobre el libro me impulsaron a investigar este libro más profundamente y esto afianzó nuestra relación.

Algunos años después nos comprometimos, pero hubo aun momentos bastante tormentosos. Un día, durante una de nuestras peores discusiones, sentí que tenía que estar a solas, para poder orar realmente acerca del matrimonio y sobre lo que tenía que hacer. La oración no fue larga ni verbosa, sino simplemente un deseo sincero de hacer lo que Dios quería que yo hiciera, aunque eso significara casarme o romper el compromiso. Decidí ser totalmente obediente; hacer aquello que me sintiera impulsada a hacer. Entonces me sentí tranquila y esperé. La respuesta que obtuve fue una seguridad cálida y amorosa de que el matrimonio era lo correcto. No hubo interrupciones por medio de controversias o justificaciones; mi yo humano estaba totalmente en calma. Sentí que había escuchado la voluntad del Padre.

Pude comprobar que la decisión que había tomado era maravillosa, y alrededor de cuatro años más tarde, en momentos de problemas físicos y dificultades financieras, mi marido recurrió a la Ciencia Cristiana y encontró la ayuda y la curación que necesitaba. Esto renovó mi percepción acerca de lo que un entendimiento más espiritual de la identidad o del yo, puede traernos.

Pablo, quien no sólo fue un sanador, sino también un instrumento para el establecimiento del cristianismo, escribió: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Filip. 4:13. Cristo — esa identidad verdadera infinitamente mayor que el yo humano de Jesús, que se encuentra en el reconocimiento de que Dios crea y define al hombre — amplía inmensurablemente nuestra actual percepción finita acerca de quiénes somos.

¿Me ama por mi Ciencia Cristiana? ¡Por supuesto! ¿Qué puede liberarnos más de nuestras limitaciones?

El Espíritu mismo
da testimonio a nuestro espíritu,
de que somos hijos de Dios.

Romanos 8:16

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / septiembre de 1985

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.