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¿Qué? ¿Me ama por mi Ciencia Cristiana?

Del número de septiembre de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante mi penúltimo año de escuela secundaria, me sentí sumamente atraída por un joven que ya estaba en la universidad. ¡Y lo mejor del caso era que él también se sentía atraído por mí! Yo me sentía particularmente halagada por sus atenciones, porque realmente me inspiraba respeto: era muy inteligente, sensitivo y talentoso. También me gustaba analizar qué había en mí para haber despertado su interés.

Un día, al comentarle esto a mi abuela, sonrió y me dijo: “El ama tu Ciencia Cristiana”. ¿Mi Ciencia Cristiana? Como adolescente que había sido criada en la Ciencia, sin haber estado expuesta a otros puntos de vista alternativos, me inclinaba a no darle demasiada importancia a la Ciencia Cristiana en mi vida. Me apoyaba en ella cuando necesitaba alivio para alguna dolencia, pero quería pensar que mi sentido de individualidad y la manera en que yo dirigía mi vida, eran, de algún modo, independientes de la Ciencia Cristiana.

Realmente me irritó el pensar que era mi religión lo que me hacía atractiva, e inmediatamente empecé a considerar las razones por las cuales mi novio podría quererme por mí misma. Pero si hubiera pensado seriamente, habría visto la estrecha relación que había entre mi sentido del ser y las verdades espirituales que había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. En realidad, si hubiera meditado más en esas verdades acerca de Dios y la naturaleza del hombre como Su reflejo, habría podido descubrir mucho más respecto a quién era yo, y qué es lo que podía hacer.

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