Para la mente humana uno de los estados más desamparados del hombre es el de la infancia. Pero una madre demostró que, cuando se percibe correctamente al hombre como espiritual, ni aun un bebé está desamparado.
La madre había dejado con unos parientes a su nena de un mes de edad mientras ella fue por todo el día a una ciudad que estaba a unos trescientos kilómetros de distancia.
Cuando la madre regresó esa noche, le dijeron que la niña había tenido cólicos y que había despertado frecuentemente con dolores. A pesar de que la niña justamente se había quedado dormida, se pronosticó que en una hora despertaría gritando.
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