Para la mente humana uno de los estados más desamparados del hombre es el de la infancia. Pero una madre demostró que, cuando se percibe correctamente al hombre como espiritual, ni aun un bebé está desamparado.
La madre había dejado con unos parientes a su nena de un mes de edad mientras ella fue por todo el día a una ciudad que estaba a unos trescientos kilómetros de distancia.
Cuando la madre regresó esa noche, le dijeron que la niña había tenido cólicos y que había despertado frecuentemente con dolores. A pesar de que la niña justamente se había quedado dormida, se pronosticó que en una hora despertaría gritando.
La madre, que era Científica Cristiana, negó inmediatamente esta sugestión sobre la base del todo poder del Amor divino. Además, tenía suficiente experiencia con bebés, y esta niñita jamás había tenido ningún problema desde su nacimiento, pues siempre había dormido bien durante toda la noche. Confiadamente la madre se preparó para irse a dormir.
Pero tan pronto como la madre se había quedado dormida, la niña empezó a gritar de dolor. El primer pensamiento de la madre fue el de levantarse apresuradamente y correr al lado de ella. Como cualquier madre normal, estaba lista para ayudar a su niña y expresarle su tierno amor. Pero, de pronto, le vino claramente al pensamiento, como una voz que le decía: “La niña no está desamparada”. La madre esperó un momento, reconociendo que todo lo que la niña diera necesitar ya estaba presente en su relación consciente con su Padre-Madre Mente. Todo lo que la niña necesitara sentir o estar consciente de ello, Dios, su Mente, su Alma, se lo estaba proporcionando en ese mismo instante. La madre claramente percibió que la niña no estaba aprisionada en un cuerpo de un bebé desamparado, sino que, como idea o reflejo de Dios, como hija del Espíritu, era íntegra, completa y perfecta.
Inmediatamente la niña dejó de llorar, y la madre vio que se había quedado dormida plácidamente. Jamás volvió a tener ese problema.
La madre aprendió mucho de esta experiencia. Vio la necesidad de negarse a creer que alguien podría estar desamparado. Percibió que la capacidad otorgada por Dios a cada persona — capacidad derivada de su relación espiritual con Dios — la capacitaba para proveerse sus propias necesidades. Vio que esta comprensión podía aplicarse a todas las sugestiones del mundo que dicen que el hombre está desamparado. Empezó a comprender que el verdadero amor por nuestro prójimo era el poderoso amor sanador — la exención del mal establecida por Dios — que ve al hombre verdadero, completo.
El mundo tiene un vívido ejemplo en quien jamás dependió de medios materiales y que, sin embargo, dejó un notable historial de la ayuda que daba al prójimo. El cristiano por excelencia, Cristo Jesús, rápida y eficazmente sanaba cualquier forma de mal humano por medios espirituales solamente.
En todas sus curaciones eliminó cualquier creencia que pretendiera imposibilitar al hombre. Su método fue práctico en todo sentido. Enseñó a sus discípulos este método y pidió a todos sus seguidores, a todos los cristianos: “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios”. Mateo 10:8.
Durante muchos años, los cristianos practicaron la curación espiritual. Pero la creciente manera de pensar materialista se infiltró en la Iglesia y acabó con la curación espiritual hasta que fue nuevamente restituida a la humanidad mediante el descubrimiento que hizo la Sra. Eddy de la Ciencia Cristiana.
Por medio de la revelación divina, nuestra Guía percibió el método de curación empleado por Jesús. Vio que lo que parecía ser un hombre mortal, combinando cualidades materiales y espirituales, era realmente un concepto erróneo acerca del hombre verdadero y espiritual creado por Dios.
Al razonar sobre esta nueva base de que el hombre real es perfecto, y está formado por Dios, y al comprender que el hombre mortal y pecador es un falso concepto del hombre, un concepto totalmente irreal, fue evidente para la Sra. Eddy la manera en que Jesús y los primeros cristianos sanaban.
Vio que Jesús reconocía que la verdadera naturaleza del hombre real era la emanación de su Padre-Madre Dios, y que este reconocimiento destruía el concepto hipnótico de que el hombre procede de la materia, y el resultado era la curación. Así respondió Jesús a las necesidades humanas por vías maravillosas y originales, pero al mismo tiempo prácticas, las cuales eran incomprensibles para la mente humana, pero perfectamente naturales para el pensamiento basado en el Espíritu.
Como cristianos, tenemos la oportunidad de seguir el ejemplo del Maestro, e ir y hacer lo mismo. Podemos desafiar la mentira que presenta al hombre como víctima y desamparado. Podemos aprender a ver al hombre como la expresión misma de Dios, y liberarnos con el poder de la Verdad.
Todos tenemos la obligación moral de percibir al hombre como Dios lo creó. La Sra. Eddy nos dice lo siguiente acerca del hombre verdadero creado por Dios: “El hombre es incapaz de pecar, enfermar y morir”.Ciencia y Salud, pág. 475. De esto se deriva que jamás hay un momento en que el hombre no sea como Dios lo creó; jamás un momento en que el hombre sea incapaz de ser y hacer lo que Dios quiso que fuera e hiciera.
Creer que el hombre puede estar, tan solo por un instante, desamparado, es, en cierto modo, inmoral. ¿Por qué? Porque al creerlo estamos aceptando que hay un momento en que el hombre es incapaz de hacer lo que es correcto. Si sólo por un momento estuviéramos desamparados, incapacitados para actuar correctamente — cualesquiera que sean las circunstancias humanas — entonces habría un momento en que Dios no estaría presente y el mal sería real.
Creer que el hombre está desamparado abre la puerta para disculpar todo acto malvado. Si admitiéramos tan sólo una vez que no podemos actuar como es debido, por cualquier razón — económica, sociológica o biológica — entonces nuestra confianza en el Principio divino sería sacrificada en el altar idólatra de la mente humana, y nuestro poder otorgado por Dios sobre el mal parecería estar perdido. Pero puesto que solamente hay un Dios y El es Principio omnipotente, el hombre jamás puede perder su dominio; éste es un hecho que podemos probar en la Ciencia Cristiana.
Si realmente amamos a nuestro prójimo y deseamos bendecir a la humanidad, rehusaremos aceptar la creencia de que un hombre desamparado es el hombre verdadero. Oraremos hasta comprender que el hombre tiene que actuar como Dios lo creó para actuar. Nunca nos permitiremos el pensamiento inmoral de aceptar al hombre como nada menos que espiritual. Tenemos que saber que somos capaces de rechazar la creencia de que el hombre pueda hallarse en una situación en la cual esté imposibilitado para hacer lo que es correcto. El hombre verdadero, el único hombre, puede y debe ser y hacer siempre lo que Dios, su Padre-Madre, el Amor, lo creó para ser y hacer.
Ahora mismo todos tenemos la oportunidad de ayudar a nuestro prójimo comprendiendo la capacidad que posee para ayudarse a sí mismo. Podemos demostrar, mediante el poder de la verdad — la verdad acerca del hombre de Dios — que no hay persona desamparada. Entonces podremos sanar en la forma en que lo hacía nuestro Maestro, y comprobaremos las palabras de nuestra Guía: “El mal no es supremo; el bien no carece de poder. ..” Ibid., pág. 207.