Se siente un gozo muy especial al sanar a los demás mediante la Ciencia Cristiana. Y quienes han sentido el toque sanador del Cristo, la Verdad, en sus propias vidas, a menudo sienten un profundo deseo de obtener la habilidad para sanar a los demás. ¿Acaso es ésta una meta lejana, algo que sólo se podrá alcanzar cuando nos sintamos lo suficientemente merecedores de ello? ¿O es que poseemos la habilidad para sanar ahora mismo?
Si en verdad amamos a Dios y apreciamos a cada persona como en realidad es, la imagen y semejanza de Dios, sí poseemos ahora esta habilidad. En realidad, la habilidad para sanar y nuestra apreciación gozosa de la totalidad y bondad de Dios están estrechamente relacionadas.
La práctica de la Ciencia Cristiana (ya sea que estemos registrados como practicistas públicos en el The Christian Science Journal y en El Heraldo de la Ciencia Cristiana, o simplemente tengamos la disposición inmediata de orar por los demás si solicitan nuestra ayuda) fluye naturalmente del gozo que poseemos por haber descubierto cuán bueno es Dios. Como la Sra. Eddy lo explica en Ciencia y Salud: “La felicidad es espiritual, nacida de la Verdad y el Amor. No es egoísta; por lo tanto no puede existir sola, sino que requiere que toda la humanidad la comparta”.Ciencia y Salud, pág. 57.
Cuando nos esforzamos seriamente por demostrar la Ciencia Cristiana en nuestras vidas, y hallamos gozo en lo que estamos aprendiendo acerca de la supremacía de Dios, ese gozo nos da autoridad para ejercer nuestra habilidad para sanar. El creer que tenemos que esperar por una oportunidad futura antes de que podamos reclamar nuestra habilidad otorgada por Dios para sanar, es, en cierta medida, como tener una riqueza incalculable en un banco y jamás hacer uso de ella. Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para la curación, y podemos utilizar nuestras riquezas espirituales para el bien de los demás. Esta provisión no depende del número de años transcurridos en el estudio de la Ciencia Cristiana, o del número de años que uno tiene como miembro de una iglesia, si bien nuestra experiencia y servicio pueden ampliar nuestra oportunidad de lograrla. La demostración de la curación no se efectúa en razón de nuestro conocimiento de los aspectos más profundos de la metafísica, sino en función de cuánto amamos.
El amor espiritual es más que el deseo natural de ver a los demás bien y felices, aunque esto también sea de vital importancia. El amor espiritual se origina en el deseo de glorificar a Dios reconociéndolo como el creador perfecto, y en el de amar al hombre como Su inmaculada imagen y semejanza. Esto es lo que necesitamos si hemos de reconocer nuestra habilidad para sanar ahora mismo.
Pero, ¿poseemos este amor espiritual? ¡Por supuesto que sí! Es una parte integral de nuestro ser verdadero, puesto que el hombre es el representante de Dios. El Apóstol Pedro expresó: “Si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da”. 1 Pedro 4:11. Dios nos ha dado a cada uno de nosotros cualidades sanadoras a la manera del Cristo, tales como la compasión, la paciencia, el afecto espiritual, el valor y la humildad. Y por medio del Cristo y la Ciencia Cristiana, Dios nos ha otorgado la habilidad para comprender y demostrar Su perfección y bondad. Si utilizamos nuestra actual comprensión espiritual de la metafísica divina, percibiremos que el poder de Dios está con nosotros.
Aunque seamos tentados a pensar que no somos lo suficientemente expertos para sanar, tal sugestión puede ser rechazada sobre la base de la verdad que es Dios, el bien divino, quien sana a través de la actividad del Cristo, la Verdad, en la consciencia. Si nos esforzamos al máximo por obedecer a Dios, y por expresar la espiritualidad que amamos genuinamente, entonces la gracia misma del Cristo aporta la curación. Nuestra principal responsabilidad es que, mediante la oración, atesoremos las verdades cristianas que sanan; que deseemos ayudar a los demás; y que estemos conscientes de la verdad acerca de la identidad real de ellos, que es la del hombre incorpóreo creado por el Espíritu. La presencia de Dios que obra en la consciencia hará el resto.
Una joven explica el gozo que sintió cuando sanó a una amiga de una lesión bastante grave y dolorosa en la espalda. Y lo explica así: “Mi amiga no podía moverse sin sentir un intenso dolor. Su familia tenía que levantarla. Yo no sabía mucho acerca de cómo dar un tratamiento en la Ciencia Cristiana, y no era practicista registrada en el The Christian Science Journal. Prácticamente, ésta era la primer a vez que alguien con una dificultad seria me pedía ayuda.
“Pero mis pensamientos estaban rebosantes del gozo de comprender que Dios, el Espíritu divino, nunca inmobilizó al hombre en la materia. Oré y medité sobre la omniacción de Dios, y que el hombre reflejaba esa actividad divina. Estudié en la Biblia la historia del hombre paralítico a quien Jesús había sanado tan rápida y fácilmente. (Ver Mateo 9:2–8.) Reflexioné sobre la curación que Jesús efectuó en el hombre que estaba junto al estanque de Betesda, quien había estado inválido durante treinta y ocho años. (Ver Juan 5:2–9.) En cierta medida, vislumbré que la capacidad para moverse y caminar es la evidencia de la actividad ilimitada que el hombre posee como la expresión de Dios, el Espíritu.
“Cuando llegó la noche, la curación no se había manifestado. Yo quería concurrir a la reunión vespertina de testimonios del miércoles, en la Iglesia de Cristo, Científico, a la cual pertenecía. Me decidí a dejar de lado el sentido de responsabilidad por mi único paciente, y simplemente oré por el culto religioso de la iglesia”. La joven concluye: “Me sentí muy segura de que la actividad espiritual del hombre como reflejo de Dios permanece eternamente fuera de todo deterioro causado por la sugestión de una lesión. En realidad, no tenía necesidad de tener noticias de mi amiga para saber que estaba y había estado eternamente a salvo bajo el cuidado de Dios. Sin embargo, me llamó a la mañana siguiente para decirme que había sanado completamente, Y sentí el regocijo de saber que el Cristo estaba conmigo, capacitándome para demostrar la curación espiritual”.
Todos podemos demostrar el entendimiento espiritual y las cualidades de pensamiento, a la manera del Cristo, que sanan. Cristo Jesús expresó plenamente esta habilidad en razón de su unidad natural con Dios, el bien. El es nuestro Modelo, nuestra ayuda, que nos muestra cómo sanar, y podemos tener la esperanza de que aprenderemos cómo hacerlo cuando obedezcamos su dirección.
La Sra. Eddy una vez escribió a uno de sus alumnos: “El Cristo es la humildad y la Verdad entronizadas. Revístete con la vestidura de Cristo, y serás elevado y atraerás a todos los hombres hacia ti”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 247. A medida que nos revestimos con las cualidades semejantes al Cristo, tales como humildad, espiritualidad, amor y un deseo puro de ayudar a los demás para que descubran su vida y salud en Dios, el poder sanador de la Verdad y el Amor divinos encuentran una vía de expresión natural en nuestra manera de vivir.
Entonces no nos preocuparemos de si somos lo suficientemente capaces, o si sabemos lo necesario, o si la gente querrá nuestra ayuda. Con el Cristo en nuestra consciencia, la atracción espiritual es irresistible, la curación es inevitable, y el gozo constituye la bendición diaria de la vida.
