Estoy muy agradecida por la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, a la que asistí desde que tenía doce años de edad. Las verdades que aprendí en ella las puse en práctica mientras iba creciendo, y tuve muchas buenas curaciones. Sin embargo, en el transcurso del camino, me di cuenta de que había una genuina necesidad de mayor crecimiento espiritual para que mi comprensión de estas enseñanzas pudiera asentarse en una base más firme.
Durante mis años en la universidad, me vi frente a un serio problema. Una noche, desperté súbitamente, y, sin ninguna razón aparente, me sobrecogió un pánico abrumador; todo mi cuerpo temblaba. Tenía la sensación de que perdería el conocimiento en cualquier momento, pero, no obstante, conseguí telefonear a una practicista de la Ciencia Cristiana. Inmediatamente, ella me apoyó por medio de la oración, y la espantosa condición desapareció en una hora. Aunque no me sentía completamente libre a la mañana siguiente, pude tomar un importante examen oral en la universidad con un sentido de alegría y con excelentes resultados.
Pronto me olvidé de esta desagradable experiencia, hasta que la misma sensación de pánico me acogió algunas semanas más tarde, y se repitió cada noche durante los próximos días. Los síntomas que acompañaban esos ataques eran muy perturbadores, y por semanas me pareció que escasamente tuve un momento de alivio. Pero la profunda espiritualidad y el amor cristiano expresados por la practicista me sostuvieron durante ese tiempo.
Recaídas en la forma de desesperación parecían acompañar cada nuevo paso de progreso que tomaba. El interrogante de qué era lo que causaba el problema, se presentaba con frecuencia. Pero cada vez que esta especulación se presentaba, la silenciaba como resultado de mi intensivo estudio y la comprensión de tales declaraciones como ésta de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 472): “Toda realidad está en Dios y Su creación, armoniosa y eterna. Lo que El crea es bueno, y El hace todo lo que es hecho. Por tanto, la única realidad del pecado, la enfermedad y la muerte es la terrible verdad de que las irrealidades parecen reales a la creencia humana y errada, hasta que Dios las despoja de su disfraz. No son verdaderas, porque no proceden de Dios”.
Nunca antes las legítimas exigencias del Primer Mandamiento (Exodo 20:3): “No tendrás dioses ajenos delante de mí”, me habían hecho frente tan imperativamente y sin reservas. Al principio, no me sentía capaz de confiar totalmente en Dios. Pero trabajé duro y con más y más éxito hasta lograr una comprensión más madura de las verdades absolutas de la Ciencia Cristiana. Estas palabras de Escritos Misceláneos por la Sra. Eddy (pág. 355), me ayudaron mucho: “La presente etapa de progreso en la Ciencia Cristiana presenta dos aspectos opuestos — una amplia promesa, y una triste escasez. Sin embargo, lo que se necesita no es la letra, sino el espíritu”.
Continué preservando la “amplia promesa”, y me sentí contenta al notar un poco de progreso espiritual. Rasgos falsos de carácter fueron corregidos a medida que yo expresaba más humildad.
Aunque logré sobreponerme a los horribles ataques, tenía que luchar todavía con la depresión. Entonces, para el tiempo en que las cosas parecían ir mejor, un caballo me pateó en una rodilla. El dolor fue tan severo que cada paso que daba era un desafío. También, esta vez, el paciente trabajo que hizo la practicista por medio de la oración, me ayudó a hacer frente a la necesidad inmediata. Gradualmente, logré mi completa libertad.
Poco tiempo después, tuve el privilegio de recibir instrucción en clase de Ciencia Cristiana, por lo que siempre estaré agradecida. Las palabras de Job son verdaderamente características de mi experiencia (Job 42:5): “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven”.
Han pasado ahora algunos años, y puedo afirmar sinceramente que estoy completamente libre de todas las dificultades antes mencionadas. Mientras tanto, también he tenido otras hermosas curaciones. El demostrar la Ciencia divina se ha convertido en la meta de mi vida, y con cada paso he obtenido ganancias manifestadas en satisfacción y progreso.
Pfaeffikon, Suiza
