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Para sanar, eche el peso en el platillo correcto de la balanza

Del número de febrero de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando yo era niña, mi papá fue trasladado a una pequeña ciudad de un lejano estado. Primero, viajó toda la familia, y, luego, mi papá regresó para finalizar la mudanza. Durante su ausencia, repentinamente me puse muy enferma. En muy corto tiempo, me vino una fiebre muy alta, y no pude mover las piernas normalmente.

A pesar de que en esa época mi mamá ya estaba interesada en la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), en esa oportunidad no se le ocurrió confiar en ésta para la curación. De manera que, allí estaba, en un lugar extraño, sin conocer a nadie, sin teléfono ni medios de transporte, y con una criatura gravemente enferma.

Llena de pánico, corrió a una casa cercana para pedir ayuda. Allí se enteró de que el único médico de esa comunidad se hallaba en el pueblo vecino visitando a otro enfermo. Le aseguraron que vendría lo más pronto posible. La casa vecina donde ella usó el teléfono era una residencia para varias familias, y dos señoras que vivían allí con todo amor la acompañaron de vuelta a casa para brindarle apoyo, puesto que la vieron tan atemorizada.

Cuando entraron en mi dormitorio, me encontraron delirando y haciendo ruidos incoherentes a causa de la fiebre. Una de las señoras me tocó la frente y, llena de temor, exclamó: “¡Esta niña está ardiendo de fiebre!” Pero cuando el temor de mi madre había llegado al extremo de la desesperación, la otra señora calmadamente y con gran autoridad dijo: “Esta niña está bien”. Mi madre me cuenta que, cada vez que esta señora hablaba, ella sentía que su temor desaparecía. Esta vecina continuó hablándome como si no ocurriera nada fuera de lo normal, y me preguntó si todavía no había visto a su perrito. De inmediato me calmé y comencé a hablar coherentemente con ella, y, luego, me quedé plácidamente dormida.

Cuando llegó el médico, me examinó, ¡pero no encontró nada anormal! Pensó que todo había sido una equivocación. A la mañana siguiente, me hallaba en pie como si nada hubiera pasado.

Cuando mi madre se puso a reflexionar sobre esta increíble mejoría, tuvo la seguridad de que estaba relacionada con esa vecina tan amable que le había calmado el temor. Después de hacer algunas averiguaciones, supo que la señora era Científica Cristiana; y no solamente Científica Cristiana, sino practicista de la Ciencia Cristiana. Esta fue la primera curación en nuestra familia.

Por supuesto, esta practicista no me dio un tratamiento en la Ciencia Cristiana sin que se lo hubiéramos solicitado. Pero, obviamente, había echado el peso de su pensamiento en el platillo de la Verdad y la salud, solamente esperando el bien, en vívido contraste con la otra señora, también interesada por mi bienestar y deseosa de ayudar, pero que, sin querer, había agravado la situación al temer desesperadamente lo peor, y causado así aún más temor y angustia de la que ya había.

Todos deseamos que la atención que prestamos a las necesidades de los demás tenga un efecto sanador, y no infructuoso, o, peor aún, destructivo. Por lo tanto, es de suma importancia, ya seamos un paciente, un practicista, una enfermera de la Ciencia Cristiana, un familiar o un amigo, que nos aseguremos de que la influencia de nuestros pensamientos dé preponderancia a la curación, en vez de inconscientemente ser un obstáculo, cualquiera que sea el caso en cuestión.

Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, escribe en Ciencia y Salud con Clave de la Escrituras: “Vuestra influencia para bien depende del peso que echéis en el platillo correcto de la balanza”.Ciencia y Salud, pág. 192. Dice también: “Si los platillos de una balanza están equilibrados, el quitar un solo peso de uno de ellos da preponderancia al del lado opuesto. Cualquier influencia que pongáis en el lado de la materia, la quitáis de la Mente, que de otro modo tendría preponderancia sobre todo lo demás”.Ibid., pág. 168.

Esta metáfora de los platillos de la balanza puede ser usada para representar, en un sentido más comprensivo, el pensamiento individual o la llamada consciencia humana: el punto de vista colectivo que tiene la humanidad acerca de la realidad. Un platillo representa el peso de la creencia material, y el otro, el peso de la comprensión espiritual. La curación se lleva a cabo en un determinado caso cuando, mediante la comprensión que resulta de la oración, los platillos se inclinan hacia el lado espiritual, o sea, cuando el pensamiento mora más en la realidad espiritual que en la ilusión material.

Supóngase que está con un amigo que tiene un problema mental. Su amigo está mesmerizado con la creencia de que tiene arañas, cientos de arañas, por todo el cuerpo. El está completamente aterrado y, por supuesto, usted quiere ayudarlo. ¿Cómo lo haría? ¿Tomaría un matamoscas y trataría de espantar las arañas? ¿Le recomendaría un buen insecticida? ¿Sentiría lástima de que se encontrara en esta terrible situación?

¡Por supuesto que no! Si usted cayera en el mismo sueño y se mesmerizara, no lo podría ayudar. Por lo tanto, usted tiene que quedarse fuera del sueño y despertarlo a la realidad, anulando el mesmerismo. Tiene que convencerlo de que no tiene ninguna araña, que todo el cuadro es meramente una falsa impresión, y que está completamente a salvo. Como estudiante de la Ciencia Cristiana, usted va aún más allá. Puede afirmar que Dios es la Mente de él — la única Mente — y que, por lo tanto, no está sujeto a falsos temores. A usted no se le ocurriría hacer frente a las arañas. Usted sabe que allí no hay ninguna araña. Por el contrario, trata el problema eliminando la creencia insensata de que está cubierto de arañas. Trata la situación al dominar el mesmerismo en sí.

Ahora bien, suponga que usted está con un paciente y que es su practicista, o enfermero. O suponga que se halla con un ser querido que parece tener un ataque al corazón. Esto parece ser más real que las arañas imaginarias, ¿no es cierto? Esto es debido a nuestra educación tan errónea en cuestiones de creencias materiales. Pero, ¿no es esto también sólo una ilusión? Como el reflejo de Dios, Su misma imagen y semejanza, el hombre ciertamente es tan incapaz de sufrir un ataque al corazón como lo es Dios. En el Evangelio según San Juan, encontramos estas palabras de Cristo Jesús: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente... Como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo”. Juan 5:19, 26.

La Vida y sustancia del hombre es Dios, y esta Vida y sustancia incluye su salud. El hombre real es una emanación divina, que expresa la misma perfección eterna de Dios. El hombre no tiene ninguna condición mortal, material o física.

Cualquier sustancia o acción espiritual que el cuerpo material quisiera falsificar, es en realidad perfecta. El concepto erróneo acerca del corazón, o de cualquier otro aspecto relacionado con el cuerpo, no tiene nada que ver con la verdadera incorporación de la Mente. Todos reflejamos la presencia sostenedora de Dios, el gran corazón del Amor, de manera individual. ¿Cómo podría, entonces, su paciente o su ser querido sufrir un ataque al corazón? Usted y él reflejan la Vida. Ustedes pertenecen a Dios, quien no tiene opositor, y están gobernados por El.

Como ven, entonces, un ataque al corazón es el cuadro de una ilusión, ¡porque es imposible! De modo que, en la medida en que elevamos nuestro pensamiento por sobre el cuadro del sueño mortal, por encima de la falsa educación que quisiera insistir en que se debe hacer algo físico al corazón (como a las arañas en el ejemplo anterior), por sobre un sentido personal equivocado y una falsa responsabilidad, en esa misma medida echamos el peso en el platillo correcto de la balanza.

Ahora bien, comprender que un problema es solamenete una falsa pretensión, no es suficiente. Reconocer que es una falsa pretensión nos conforta y nos prepara para ir más lejos en nuestra oración, pero no es suficiente para lograr una curación. Debemos razonar en oración hasta comprender que tal pretensión no existe.

Dios es Todo, la única consciencia. Como Mente divina, El expresa Su saber mediante el hombre. Puesto que la acción creadora de la Mente es “saber”, a menos que Dios sepa algo, ese algo no es creado; no existe. El hombre, como imagen en la Mente divina, sólo sabe lo que la Mente le hace saber mediante la ley de reflexión. Dios es omnipresente, omnipotente, omnisciente: Todo-en-todo. Por lo tanto, cualquier demanda contraria, no tiene demandante. Como lo dijo Cristo Jesús, el error, el mal, es “mentiroso, y padre de mentira”. Juan 8:44. La creencia en cualquier forma de materialidad es una falsedad que se contiene a sí misma, sin origen, sin lugar en donde existir, sin agente que la conozca y sin efecto. Ciencia y Salud declara la nada del error en el siguiente pasaje: “El engaño, el pecado, la enfermedad y la muerte son el resultado del falso testimonio del sentido material, el cual, desde un punto de vista hipotético, situado fuera de la distancia focal del Espíritu infinito, presenta una imagen invertida de la Mente y de la sustancia, con todo puesto al revés”.Ciencia y Salud, pág. 301. Imagínense, el falso testimonio presentando una imagen invertida desde un punto de vista hipotético, ¡fuera de la distancia focal del Espíritu infinito! Es obvio que no pueden haber ni arañas ni un creyente mesmerizado. Tampoco puede haber ataques al corazón, ni la pretensión de que los hay. La mente mortal es “mentirosa” y “padre de mentiras”.

Razonar en oración de esta manera y comprender que uno se constituye en mayoría cuando sus pensamientos están en línea con la ley divina, hacen brillar la luz del Cristo sobre la situación humana en cuestión, y echan nuestro peso en el platillo del lado de la curación. Pero los estados de pensamiento ya mencionados — el temor, el sentido personal, la conmiseración propia, la falsa responsabilidad, la participación mesmérica en el error y una educación falsa en creencias y leyes materiales — quisieran echar nuestro peso en contra de la curación.

Tal vez el impedimento más grande para la curación en el movimiento de la Ciencia Cristiana hoy en día, sea el intento de mezclar el tratamiento de la Ciencia Cristiana con remedios materiales. ¡Tal práctica simplemente no da resultado! El tratamiento en la Ciencia Cristiana afirma que el hombre es espiritual. Cuando nos desviamos y, además, recurrimos a remedios materiales o buscamos un diagnóstico físico, estamos en efecto diciendo: “Soy material”. Un método neutraliza el resultado del otro en la balanza de la confianza en nuestro propio pensamiento, y la curación se obstaculiza hasta que nos damos cuenta de lo inútil que es mezclar, y lo dejamos de hacer. Hasta podemos retardar la curación sin realmente visitar a un médico o tomar medicinas. Si, mientras estamos recibiendo tratamiento en la Ciencia Cristiana, mantenemos en el pensamiento la idea de que, si no sanamos por medios espirituales, siempre podemos recurrir a la medicina, esto es suficiente para impedir la curación. Nuestra confianza y esperanza están divididas entre Dios y la materia, y esta división nos impide confiar radicalmente en el Espíritu para inclinar el platillo de la balanza hacia el lado correcto. Por lo tanto, para obtener en tal caso una curación espiritual, necesitamos negar específicamente la pretensión de que el hombre pueda ser adoctrinado con creencias materiales. Científicamente hablando, la educación falsa que un paciente pareciera mantener en su pensamiento no forma más parte de él que la enfermedad misma, y esta educación falsa tiene que ser enfrentada y sanada.

La atracción hipnótica y la influencia mesmérica de la falsa creencia en la muerte son parte de los métodos de la mente carnal que nos seducen para que echemos el peso en el platillo erróneo de la balanza. Si bien es difícil que aceptemos la sugestión absurda de que, tal vez, sería mejor estar paralíticos, o que sería más fácil para nosotros y para todos si nos quedáramos ciegos, aun así podemos ser susceptibles a la creencia mesmérica de que la muerte podría ser una bendición para nosotros y un alivio para nuestra familia. Esta manera de razonar prevalece en la sociedad. Por ejemplo, los pacientes hospitalizados con enfermedades diagnosticadas incurables son, a menudo, llevados a sesiones designadas a ayudarlos a aceptar la muerte como una cosa natural de la vida. Sin embargo, desde el punto de vista de la Ciencia Cristiana, la muerte no puede ser parte de la vida. Ambas son completamente opuestas. La realidad es la Vida divina y su expresión; la muerte no existe: es una contradicción.

La falsa teología — otro gran factor que impide la curación — también apoya esta pretensión de que la muerte es una amiga que nos libera del sufrimiento y de las condiciones materiales. Pero esta enseñanza está en conflicto directo con la misión de Cristo Jesús, quien superó toda materialidad, incluso la muerte. Si la muerte fuera en realidad una amiga, esto contradiría la inspirada declaración de Pablo: “El postrer enemigo que será destruido es la muerte. Porque todas las cosas las sujetó [Cristo] debajo de sus pies”. 1 Cor. 15:26, 27.

La pretensión mesmérica de que la muerte es inevitable y que debe buscarse como un remedio, pareciera ser particularmente magnética en casos de edad avanzada. Pero el Científico Cristiano inspirado está alerta a no echar jamás el peso del lado de la muerte, ni para sí mismo ni para otros. Nuestra meta no es preservar la vida en la materia, sino comprender la existencia espiritual e ininterrumpida del hombre; ver claramente que el hombre jamás nació en la materia y que, por lo tanto, jamás puede morir para salir de la materia, sino que coexiste con Dios y expresa la Vida espiritual y eterna. Puesto que la experiencia humana responde a nuestra aceptación actual de la realidad divina, la situación humana se ajustará de una manera apropiada a nuestra comprensión presente. El “cómo” no es de nuestra incumbencia. Nuestra responsabilidad es únicamente la de echar todos nuestros pensamientos del lado de la Vida.

Resumiendo, podemos recordar lo dicho más arriba: que no sólo tenemos que ver el error como una pretensión falsa, sino continuar trabajando hasta ver que, en realidad, no hay tal pretensión. La Sra. Eddy dice: “Decir que existe una pretensión falsa, llamada enfermedad, es admitir todo lo que la enfermedad es; pues la enfermedad no es más que una pretensión falsa. Para ser sanado, hay que perder de vista una pretensión falsa”.La unidad del bien, pág. 54.

Refiriéndose al ángel en el Apocalipsis que “se presentó con balanzas para pesar los pensamientos y acciones de los hombres”, la Sra. Eddy escribe: “Habéis venido a que se os pese; y, sin embargo, yo no quiero pesaros, ni que se os pese. ¿Por qué? Porque Dios lo hace todo, y no hay nada en el platillo opuesto. No hay dos — Mente y materia. Tenemos que poner fin a esa noción. Como comúnmente pensamos, nos imaginamos que todo estará bien si echamos algo en el platillo de la Mente, pero debemos comprender que a la Mente no se la echa en la balanza con la materia; sólo entonces estamos obrando de un solo lado y según la Ciencia”.Escritos Misceláneos, pág. 280.

Dios no tiene opositor. Leemos en Job: “Si él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar? Su alma deseó, e hizo”. Job 23:13. En el todo, no puede haber un lado opuesto, es decir, nada en el platillo opuesto de la balanza. Que no hay nada en el lado opuesto de la balanza es demostrado, en cierto grado, cada vez que se efectúa una curación por medio de la oración en la Ciencia Cristiana.

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