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La instrucción en clase y el árbol de la vida

Del número de febrero de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Algunas religiones ofrecen un curso de instrucción para introducir sus doctrinas. La Ciencia Cristiana provee la instrucción en clase para aquellas personas que están bastante afirmadas en la Ciencia y tienen buenos antecedentes. Deben mostrar capacidad promisoria para practicar, lo mejor que puedan, lo que han aprendido, y vencer todo lo que sea desemejante a Dios. (Ver Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy, Art. XXVI, Sección 2.) En la Biblia, el autor del Apocalipsis publica la promesa del Espíritu que “al que venciere” le será dado “a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios”. Apoc. 2:7. La Sra. Eddy explica en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud: “El ‘árbol de vida’ es símbolo de la realidad eterna o del ser eterno”.Ciencia y Salud, pág. 538.

La clase nos da entrada a la Verdad pura; y la Verdad es realidad divina. El texto que se usa para la clase Primaria es un mensaje claro, conciso, que es el corazón mismo de la revelación divina de la Verdad; es el capítulo “Recapitulación” de Ciencia y Salud, estipulado en el Manual de la Iglesia. Ver Man., Art. XXVII, Sec. 3.

La clase añade gozo e inspiración a la comprensión y obediencia. Al presentar un estudio profundo de “Recapitulación”, la clase ilustra cómo estudiar profundamente. La clase obtiene su corroboración y explicación de todas las partes de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy, y estimula una mejor comprensión de los fundamentos de la Ciencia Cristiana: un único Dios, quien es Todo — Principio, Espíritu, Alma, Mente y Vida divinos —; el hombre creado a semejanza de Dios para expresar Su unicidad e infinitud; y el Cristo, el poder sanador y salvador de Dios que Cristo Jesús ejemplificó.

Y la clase hace mucho más. Una lectura de comienzo a fin de “Recapitulación”, revela que por lo menos dieciocho de las veinticuatro preguntas y respuestas tratan de las pretensiones y artificios del panteísmo, la creencia que Dios — causa, poder, sustancia, inteligencia y Vida — está en la materia o es materia (incluso sus fases de mal, pecado, sufrimiento y pesar). Una mejor comprensión de que la naturaleza de la materia es engañosa, prepara al estudiante para enfrentar y vencer más eficazmente, mediante una práctica más audaz y consecuente de la Ciencia Cristiana, las sugestiones, a veces sutiles, de que hay muchos dioses. Esta mejor comprensión pone al descubierto la falacia de creer que hay causas inferiores que producen efectos inferiores, poderes mortales que pueden cooperar o estar en conflicto, sustancias materiales que pueden ayudar o dañar, mentes falibles, vidas perecederas; todo lo cual puede denominarse panteísmo.

En el grado en que la educación material fomente el respeto al testimonio del sentido material, el resultado viene a ser adoración idólatra a la materia. Pero la educación espiritual que se ofrece en el aula de la Ciencia Cristiana, confiere la sabiduría verdadera que promueve la adoración al Espíritu mediante una obediencia creciente a las exigencias de amar a Dios y al hombre. La preferencia que se da a esas exigencias en el capítulo “Recapitulación”, por cierto indica que la intención de la clase es fortalecer e intensificar la obediencia del estudiante a ellas. En proporción a nuestra obediencia, la exposición y eliminación del error panteísta viene a ser cada vez más evidente en el trabajo sanador del alumno. Un proverbio, acertadamente se refiere a la sabiduría: “Ella es árbol de vida a los que de ella echan mano”. Prov. 3:18.

Como resultado de la sabiduría espiritual, la instrucción en clase representa realidad. No es sólo una estipulación del divinamente inspirado Manual de la Iglesia; también está asociada por completo con Ciencia y Salud en la explicación del método de curación por la Mente (ver Ciencia y Salud 493:11–19). Y debido a que está divinamente estipulada y autorizada para capacitar a los alumnos a demostrar por sí mismos el Principio divino y regla de la curación metafísica, la clase está divinamente dirigida, provista y bendecida.

El deseo de tomar instrucción en clase porque nos prepara para ser mejores estudiantes y practicistas de la Ciencia, es una oración de anhelo espiritual que lleva fruto desde el momento en que lo albergamos. Otro proverbio dice: “Arbol de vida es el deseo cumplido”. Prov. 13:12. El deseo de tomar instrucción en clase, atesorado mediante la oración, crece por mandato divino hasta que expulse dudas, obstáculos y reservas que quisieran sugerir que quienes son aceptables para esta experiencia enaltecedora no pueden, no deben o no necesitan hacerlo.

Las circunstancias que aparentemente mezclan lo bueno y lo malo, que pretenden ser un pasado o presente mortal, no es el marco de la clase, la que nos enseña acerca de nuestra individualidad inmortal como hombre, la experiencia completa del único Ego perfecto, Dios. La clase es una experiencia de renacimiento espiritual, en el cual el sentido mortal y material empieza a desaparecer a medida que el sentido inmortal y espiritual se desarrolla. Todo lo que quisiera oponerse a la clase, u obstruirla, es una invención del sueño mortal del cual nos despierta el deseo de tomar clase y de hacer dicha demostración.

Jamás hubo nada sino el único creador y la única creación que describe el primer capítulo del Génesis. De manera que jamás hubo personalidades compuestas de elementos buenos y malos que necesitaban clarificación y purificación. Atesoramos el deseo correcto de tomar clase cuando comenzamos a reconocer lo que realmente somos — el hombre de Dios — y cuando queremos comprender más nuestra naturaleza verdadera. El relato bíblico acerca de un creador material e imperfecto, y de una creación material e imperfecta — la historia del panteísmo que parece colocarse en orden de batalla contra la realidad omnipresente del monoteísmo — es meramente una alegoría.

En esa alegoría, cuando uno toma y come del árbol de la vida, o realidad, vive para siempre (ver Gén. 3:22). Pero se supone que ese árbol está acompañado del “árbol de la ciencia del bien y del mal”, Gén. 2:9. que con sólo tocarlo produce la muerte (ver Gén. 3:3). Ciencia y Salud explica: “El ‘arbol de la ciencia del bien y del mal’ simboliza la irrealidad”.Ciencia y Salud, pág. 538.

En realidad, nada sino Dios y Su creación del todo bueno existe para conocer y ser conocida. Como se da a entender en la metáfora del árbol de la ciencia del bien y del mal, la pretensión del panteísmo quisiera ocultar su propia falsedad apareciendo mezclar lo irreal con lo real. Relacionando eso con la instrucción en clase, podemos percibir que, aun cuando la clase deriva de Dios, y que incorpora sólo el bien, el panteísmo quisiera sugerir que la clase puede tener aspectos tanto malos como también buenos: que puede disminuir el capital debido a los gastos materiales, pero que también puede ser lucrativa debido a la ganancia espiritual; que sus efectos incitadores pueden ser dañinos como también provechosos; que sus lecciones pueden ser incomprensibles, mal comprendidas o ineficaces como también comprensibles, demostrables y provechosas. Si cualesquiera de esos argumentos nos han hecho frente, debiéramos examinarlos atentamente antes de aceptarlos como válidos. Si los examinamos minuciosamente, veremos que son una ramificación del panteísmo.

Ciencia y Salud dice: “Las parábolas de Jesús explican que la Vida jamás se mezcla con el pecado y la muerte. El puso el hacha de la Ciencia a la raíz del conocimiento material, a fin de que estuviera lista para derribar la falsa doctrina del panteísmo — que supone que Dios, o la Vida, está en la materia o procede de ella”.Ibid., pág. 27. Debido a que Jesús mismo puso “el hacha de la Ciencia”, ésta permanece siempre lista para que la usemos y derribemos los ídolos del panteísmo: la materia, el sentido material y la mente mortal. Las aspiraciones espirituales que la clase inspira, nos mueve a empezar la obra de derribar la creencia en el mal mucho antes que tomemos clase, y continuar esta obra fielmente aun después de terminada la clase. A medida que observamos lo que se nos enseña, se cumple en nosotros la promesa del ángel en el Apocalipsis: “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida”. Apoc. 22:14.

La clase nos prepara para comprender y obedecer mejor los mandamientos de Dios, y así experimentar el gozo y la paz de la realidad. Debido a que las “hojas” de este árbol de la vida son “para la sanidad de las naciones” Apoc. 22:2., las bendiciones de instrucción en clase jamás cesan.

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