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Recordatorios de la perfección del hombre

Del número de febrero de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La oración y el estudio en la Ciencia Cristiana pueden ser inmensamente alentadores. Nos recuerdan cuánto nos ama Dios, lo perfecto que cada uno de nosotros es como el hombre de Dios, como Su linaje espiritual. Hasta podríamos decir que uno de los propósitos de nuestros momentos diarios de quietud, a solas con Dios, es el de ayudarnos a reconocer la perfección de nuestra genuina naturaleza, la que en realidad ya está establecida en nuestra consciencia.

¿Que ya está en nuestra consciencia? Alguien podría decir: “¡Pero yo pensaba que el propósito de la oración y el estudio era el de ayudarnos a aprender acerca de Dios y la relación del hombre con El como lo enseña la Ciencia Cristiana!” Ciertamente lo es. Pero si enfocamos nuestra comunión con Dios desde un punto de vista verdaderamente espiritual, comprenderemos que el hombre es uno con Dios, y nos será más claro el hecho de que somos el hombre, la idea espiritualmente creada por Dios.

El punto de partida espiritual — el punto de vista correcto — es que, en efecto, ya comprendemos la perfección espiritual del hombre. Puesto que el hombre es la expresión espiritual de Dios, el hombre inevitablemente comprende su identidad. La Verdad divina constituye nuestra consciencia verdadera, porque Dios es la Mente del hombre. Todo lo que el hombre puede saber es la armonía del ser que Dios conoce.

Al tratar el tema de la identidad espiritual en la página 302 de Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “Continuando nuestra definición del hombre, recordemos que el hombre armonioso e inmortal ha existido eternamente, y siempre está más allá y por encima de la ilusión mortal de que pueda existir vida, sustancia e inteligencia en la materia”.

La perfección no es algo que comprendimos alguna vez y que luego perdimos, como si el hombre se hubiese vuelto material. Ciencia y Salud nos dice explícitamente: “El hombre inmortal no es, ni fue jamás, material, sino siempre espiritual y eterno”.Ciencia y Salud, pág. 336. La perfección es la armonía que siempre hemos comprendido en la verdad. El hombre nunca nació en la materia. Siempre permanece la idea grandiosa y hermosa de Dios. Esto es lo que necesitamos recordar cada día. La verdad siempre ha sido, y siempre será, la única realidad del hombre y del universo.

Quienes leen Ciencia y Salud por primera vez, muy a menudo exclaman: “¡La Ciencia Cristiana parece ser algo que siempre conocí intuitivamente!” ¿Acaso no es esto el reconocimiento de que el Cristo, la Verdad, está siempre presente en la consciencia humana?

Sin embargo, el sentido mortal hipotético, quisiera tratar de engañarnos, tratando de mostrar, de cualquier modo posible, que no sabemos, ni comprendemos, ni reconocemos la verdad espiritual. Y si aún esta mente mortal fraudulenta admite que, en cierta medida, sí comprendemos a Dios, todavía podría sugerirnos que nos va a llevar mucho tiempo el alcanzar la salvación total.

Por tanto, la oración y el estudio son necesidades absolutas porque mantienen el pensamiento centrado en las verdades espirituales que en realidad incluimos en la consciencia ahora mismo. Por medio de la oración, reconocemos con gratitud la identidad pura del hombre como reflejo de Dios. Tal oración nos da la certeza de que debido a que la verdadera identidad no incluye pecado, nosotros también podemos demostrar esa pureza en el diario vivir.

El estudio nos recuerda que eternamente estamos cuidados y somos amados por Dios como el hombre de Su creación. Con el estudio diario, nuestra convicción de que la perfección del hombre está establecida por Dios se vuelve más firme. El estudio nos recuerda que el mal y la enfermedad son irreales, que no forman parte de la creación de Dios y que, por lo tanto, no forman parte del hombre de Dios. El estudio sincero de la Ciencia Cristiana nos ayuda a ver más allá de la ilusión de que la vida y la inteligencia están en la materia. Nos capacita para saber que la vida y la inteligencia son puramente espirituales y que son de Dios.

Encontramos una ayuda similar en todas las actividades de la iglesia basadas en el Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy. Los cultos de la iglesia y la afiliación, la Escuela Dominical, las reuniones de las organizaciones universitarias, las Salas de Lectura, las conferencias de la Ciencia Cristiana, las publicaciones de la iglesia, la instrucción en clase Primaria de la Ciencia Cristiana y las reuniones anuales de las asociaciones; todo ello proporciona la ayuda inspirada por Dios que nos enseña y recuerda que nuestra verdadera individualidad es, ahora mismo, la imagen y semejanza de Dios y que tenemos la habilidad otorgada por Dios para ser esa semejanza.

Aunque el sentido mortal de las cosas quisiera tratar de convencernos de que estamos caminando por el sendero que conduce a la perfección, podemos percibir la verdad como lo define la Sra. Eddy en su libro No y Sí: “Mientras que el hombre material y los sentidos corporales no reciben idea espiritual alguna ni tienen sensación del Amor divino, el hombre espiritual y sus sentidos espirituales embeben la naturaleza y la esencia del infinito individual”.No y Sí, pág. 19. Nuestra individualidad verdadera es ese hombre espiritual, y podemos regocijarnos en esta verdad.

Cristo Jesús dijo a aquellos que pusieron en duda su autoridad espiritual: “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”. Juan 8:58. Jesús reconocía que su verdadera identidad era el Cristo, el Hijo eterno de Dios, quien nunca nació en la materia.

Podemos hallar, entonces, nuestra propia identidad eterna como el hombre perfecto de la creación de Dios al ser fieles en aceptar y seguir las realidades espirituales ejemplificadas por la vida de Jesús. La oración sincera y el estudio consagrado nos recordarán al Cristo, la Verdad, que está siempre presente en nuestra consciencia, y también nos mostrarán el modo de expresar esa naturaleza del Cristo allí mismo donde nos encontramos ahora.

Entonces, no tienen que transcurrir siglos para que comencemos a experimentar nuestra salvación. ¡Cada día podemos disfrutarla!


Bienaventurado el pueblo
que sabe aclamarte;
andará, oh Jehová,
a la luz de tu rostro.
En tu nombre se alegrará todo el día,
y en tu justicia será enaltecido.

Salmo 89:15, 16

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