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No hay pasado desdichado

Del número de febrero de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Ha estado alguna vez totalmente sumergido en una experiencia del pasado que le produce pesar y remordimiento, pensando continuamente sobre cómo podría haber hecho las cosas de otra manera? Es un modo de pensar infructuoso, uno que produce pobreza y que quisiera robarnos la alegría que Dios nos ha dado e impedirnos aceptar el bien siempre presente.

Al espiritualizar la consciencia — rechazando los pensamientos que reavivan los recuerdos discordantes y desagradables, y al llenar nuestra mente con verdades divinas y eternas, podemos erradicar de nuestro pensamiento lo que parezcan marcas indelebles de un pasado infeliz. No hay pecado, tristeza ni desilusión, por más penosos que sean o por más profundamente arraigados que parezcan estar, que Dios, el Amor divino, no pueda quitar si humildemente buscamos Su guía.

El mismo poder del Cristo que Jesús expresó y demostró, sana, regenera y trae renovación hoy en día a vidas menoscabadas y desalentadas. La Ciencia Cristiana muestra cómo podemos lograr una comprensión de este poder sanador y de su Principio divino y demostrarlos en nuestra vida diaria.

Un estudiante de Ciencia Cristiana recordaba con aprensión su vida pasada. Antes de conocer esta Ciencia, había sido sometido a una intervención quirúrgica, y a veces volvía a esa época y repasaba con dolor lo sucedido en ese episodio. Un día, mientras estudiaba las obras de la Sra. Eddy, se encontró con esta declaración concerniente al Alma: “El Alma jamás fue tocada por el escalpelo ni cortada con el bisturí”.La unidad del bien, pág. 28.

Esto lo despertó a la comprensión de que, como reflejo del Alma, Dios, su verdadero ser espiritual no había sido tocado por la cirugía y, por tanto, no tenía que albergar ningún recuerdo de ella. Esta revelación le dio una nueva perspectiva, y las funestas cicatrices mentales de un pasado desdichado se fueron borrando gradualmente.

Tal vez hayamos estado dando cabida al resentimiento por una relación sin armonía, por algo de lo cual fuimos privados en nuestra niñez, una pérdida financiera; o quizás nos hayamos sentido acongojados por la pérdida de un ser querido. Podemos encontrar en cada experiencia una oportunidad para que nuestro crecimiento espiritual y comprensión se eleven más, y avancen en el conocimiento de que estas vicisitudes mortales no tienen ninguna autoridad sobre el hijo amado de Dios, Su imagen divina.

Nuestra vida puede renovarse ahora mismo, a medida que reclamamos nuestra rica herencia como hijos e hijas de Dios. Al abandonar los viejos y estériles patrones de pensamiento, y al poner cada uno de nuestros pensamientos en armonía con la Mente de Cristo, nos revestimos del nuevo hombre, y las creencias de un mortal agobiado y desdichado desaparecen progresivamente. Así podemos regocijarnos en la verdad espiritual que la única historia que el hombre ha tenido es eternamente buena.

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