A causa de su gran amor por la humanidad, la Sra. Eddy fue la iniciadora de la labor del practicista de la Ciencia Cristiana. El practicista es una persona que sana mediante el amor cristiano y la comprensión científica. Todo lo que se necesita para llevar a cabo este trabajo se encuentra en la Biblia y en los escritos de la Sra. Eddy.
Un practicista necesita analizarse constantemente a sí mismo y a su práctica para mantener el alto nivel que Dios exige. En un reciente análisis que hice de mí mismo, éstos son algunos de los puntos de la práctica que consideré: El practicista: qué es y qué no es; qué hace y qué no hace.
Cristo Jesús dio su aprobación cuando Pedro reconoció: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Mateo 16:16. La Sra. Eddy comenta sobre este pasaje en Ciencia y Salud: “Ahora le era evidente a Pedro que la Vida, la Verdad y el Amor divinos, y no una persona humana, era el sanador de los enfermos y una roca, una base firme en el reino de la armonía”.Ciencia y Salud, pág. 138.
Es importante que el practicista perciba que el sanador es Dios, y no una personalidad humana. Es importante en cada caso reconocer que no somos una persona ayudando a otra persona. Puede que una manera de examinarnos sea preguntarnos: ¿Siento la tentación de indagar personalmente el pensamiento del paciente en vez de dejar que la Mente divina descubra el error que necesita ser separado del paciente? El practicista no es un sicólogo, ni es tampoco un médico. Por lo tanto, no da consejos humanos o trata de definir una enfermedad corporal en términos médicos. Aunque la enfermedad parezca ser sicológica o física, siempre la clasifica como error. Sabe que el antídoto para el error es la Verdad. Siguiendo humildemente los pasos del Maestro, Cristo Jesús, el practicista reconoce que es la Verdad la que libera al paciente.
Puesto que el practicista jamás puede aferrarse a la perspectiva de que el hombre es a la vez una idea espiritual de Dios y una entidad física, él nunca acepta ni por un momento que el tratamiento en la Ciencia Cristiana se pueda mezclar con el tratamiento médico. El practicista se mantiene firmemente en la verdad de que el hombre es la idea espiritual y perfecta de Dios.
Si el paciente prefiere recibir ayuda médica, el practicista jamás lo condena sino que, con todo amor, lo deja en libertad para que aprenda por su propia experiencia. Un practicista sabe que la única curación permanente de un error del pensamiento descansa en la comprensión de las verdades específicas que son el hecho opuesto de este error. A diferencia de un sicólogo, el practicista comprende que la supuesta mente mortal, que es la causa del problema, de ninguna manera podría ser el remedio para la condición que ésta misma ha creado. Sólo la verdad de la Mente divina puede efectuar la liberación permanente del temor, el pecado y la enfermedad de la mente mortal.
El practicista siempre debe tener aquel amor compasivo y caritativo por su prójimo que percibe al paciente como ya rodeado del amor de Dios. Comprende que el paciente no tiene un problema del cual está tratando de salir. Al referirse a los fanáticos que no comprenden cómo enfrentarse científicamente con la iniquidad, la Sra. Eddy escribe: “Los tales dicen: ‘¿Preferiría usted que escapara de una casa que está en llamas, o que me quedara en ella?’ " Y en el párrafo siguiente declara: “Yo vería a usted ya fuera de ella, y sabría que lo está...”Escritos Misceláneos, pág. 335.
El practicista está siempre guiando al paciente hacia el Cristo, el mensaje sanador de Dios, y al reconocimiento de la filiación del hombre con Dios. Anima al paciente a apartar su mirada de la personalidad del practicista para su curación. En la curación por la Ciencia Cristiana, el paciente aprende a depender más del Principio divino, Dios, y menos de cualquier personalidad humana, y a separarse del sentido personal de “mi” practicista.
Por ejemplo, en un caso de parálisis, el practicista puede declarar verdades sanadoras generales acerca del hombre: que el hombre es espiritual y perfecto. También puede declarar verdades específicas sobre acción, formación y movimiento, que contrarresten la creencia en la parálisis. Estas verdades anulan el error. Puede, aún más, reconocer que estas verdades, en realidad, ya están presentes y manifestadas en todo lugar; aun en la consciencia de aquel que a sí mismo se considera un paciente. Jesús dijo: “El reino de Dios está entre vosotros”. Lucas 17:21.
El practicista no trata de substituir de una manera sutil la comprensión del paciente por la comprensión que él tiene de Dios. Esto implicaría la existencia de dos mentes en vez de la unicidad de la Mente, Dios. Por el contrario, el practicista comprende que el Cristo, la idea de Dios, está directamente revelando la verdad acerca de la perfección presente y eterna, sanando específicamente todo lo que parezca necesitar curación.
El practicista anula eficazmente los errores de pensamiento al reconocer los hechos opuestos que los sanan. Por ejemplo, el temor y el odio se pueden sanar al comprender que el paciente, que en verdad es el hombre creado por Dios, está sintiendo la presencia del Amor. La duda se puede echar fuera al reconocer la presencia de la bondad activa de Dios. Los apetitos pecaminosos se pueden quitar al reconocer la compleción de la verdadera individualidad del hombre. Las ideas correctas y la actividad correcta se encuentran sólo en el reino espiritual. El Salmista cantó: “Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza”. Salmo 17:15. La verdadera satisfacción se encuentra al despertar a nuestro estado como la semejanza de Dios, no al soñar el sueño lleno de neblina del sentido material.
El linaje de Dios jamás es ignorante de su perfecta condición como hijo de Dios. La creencia de que uno no es hijo de Dios se disipa cuando uno es tocado por la luz de la Verdad.
El practicista no es un intermediario que está entre Dios y el paciente, sino que atiende a las necesidades espirituales del paciente. El practicista no necesita ser un erudito. Se ve a sí mismo como un servidor, y a Cristo como el Salvador. El mismo, al igual que aquellos a quienes ayuda, es en realidad un hijo amado de Dios, que percibe y siente su estado perfecto como reflejo de Dios. En la proporción en que el trabajo del practicista refleja la tranquilidad de la Mente, no se siente apresurado, preocupado o agobiado por tener muchos o pocos casos. Se esfuerza por ver a cada persona como una idea de Dios, completa, libre y armoniosa, en todo momento.
¿Qué es lo que motiva a uno a dedicarse por completo a la práctica de la Ciencia Cristiana? Es un amor por Dios y un deseo de servir a la humanidad. ¿Qué mantiene su práctica? La comprensión científica de Dios, del Cristo y del hombre se desarrolla continuamente. La constante renovación y ampliación de la comprensión espiritual, que el practicista efectúa por medio de su estudio constante de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy — así como su fiel obediencia al Manual de La Iglesia Madre— mantienen su práctica.
No es el conocimiento que el practicista tenga sobre las enfermedades materiales lo que sana al paciente. Es su comprensión de las verdades espirituales del ser lo que sana. La Sra. Eddy describe al sanador de la Ciencia Cristiana, en una de sus cartas a un alumno, de esta manera: “Un Sanador verdaderamente científico es la posición más alta que puede obtenerse en esta esfera del ser. Su altitud es mucho más elevada que la de un Maestro o predicador; incluye todo lo que es divinamente elevado y santo”. Citado en el libro de Lyman P. Powell, Mary Baker Eddy: A Life Size Portrait (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1950), pág. 316.
El mundo de hoy tiene una gran necesidad de que seamos sanadores espirituales y científicos.
