Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

¿Somos hacedores de la Palabra de Dios?

Del número de febrero de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Qué hace que uno sea un buen jugador de tenis, un buen pianista o un buen orador? Entre otras cosas, la práctica. ¿Y qué hace que uno sea un buen Científico Cristiano? Sin lugar a dudas, en este caso la práctica también es esencial.

El Científico Cristiano concienzudo ora. Se esfuerza por crecer en gracia y seguir el camino de Cristo Jesús. Estudia la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy, y reflexiona sobre ellos para aprender las reglas fundamentales de la Ciencia del ser. Y practica las verdades que aprende de estos libros al aplicarlas a los problemas humanos. Cuanto más practica las reglas básicas con precisión y constancia, tanto más seguro es su éxito en la curación.

El redactor del The Evening Press de la ciudad Grand Rapids, en el estado de Michigan, E.U.A., en cierta ocasión preguntó a la Sra. Eddy: “¿Qué es lo que está más cerca de su corazón y le es más querido hoy?”

La respuesta de la Sra. Eddy comenzó así: “A su cortesía y a su pregunta, permítame decirle que, puesto que me conozco a mí misma, lo que está ‘más cerca y le es más querido’ a mi corazón, es aquel hombre o mujer de integridad; aquel que constante y activamente se esfuerza por la perfección, aquel que leuda el pan de la vida con justicia, misericordia, verdad y amor”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, págs. 271–272.

Es obvio, por su respuesta, que ella esperaba que sus seguidores fueran hacedores de la Palabra de Dios. El estudio de la Lección-Sermón publicada en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, es una buena práctica para identificar las cualidades divinas y cristianas incorporadas en las citas del Trimestral y para expresarlas en el diario vivir. Como nos advierte la Epístola de Santiago: “Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”. Sant. 1:22. Nuestra expresión de las cualidades de Dios muestra el grado en que estamos familiarizados con el Espíritu, que es la fuente misma de esas cualidades.

Cuando leemos bellas declaraciones de verdad, ¿las leemos superficialmente? ¿O analizamos devotamente su significado y las usamos en nuestro diario vivir? Es necesario meditar profundamente sobre estas verdades y llegar a ver su realidad si queremos demostrarlas en forma práctica y sanadora.

Nuestro gran Ejemplo, Cristo Jesús, fue un firme hacedor de la Palabra. Todos sus pensamientos, palabras y acciones glorificaban a su Padre celestial, la única Mente, Dios. Además de enseñar y predicar la verdad acerca de Dios y Su perfecta creación, sanó a los enfermos, redimió a los pecadores, resucitó a los muertos. Dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Juan 5:17.

Los beneficios de poner en práctica la Palabra de Dios me fueron demostrados en cierta ocasión en que sufría de fuertes dolores en los brazos, lo que restringía mi actividad normal.

Un grupo de nosotros habíamos planeado ir al campo a nadar, y parecía que no era práctico que yo tomara parte en esta diversión. Sin embargo, cuando el día del picnic finalmente llegó, decidí ir, a pesar de que la condición física todavía no había sanado.

Mientras me preguntaba cómo podría participar en las actividades de ese día, me vinieron pensamientos angelicales: Muy bien, durante semanas has declarado la verdad de tu perfección como imagen y semejanza de Dios. Has estado reconociendo el todo poder de la única Mente, Dios, y rechazando todo lo que es desemejante a El. ¿Por qué no empiezas a expresar confianza en la eficacia de tus oraciones, sin dudar del poder de la Palabra? Empieza ahora a demostrar las posibilidades prácticas de lo que estás afirmando y recuerda lo que dice la Sra. Eddy: “...debemos actuar como poseedores de todo el poder de Aquel en quien somos”.Ciencia y Salud, pág. 264.

Aquí estaba mi respuesta: actuar como dotada con autoridad divina para demostrar las verdades que había estado declarando, y confiar en que la sagrada Palabra de Dios realizara su propósito de curación.

Sin mayor vacilación, me puse el traje de baño, y feliz corrí cuesta abajo a reunirme con mis amigos, que ya estaban nadando.

Con un renovado sentido de alegría y dominio, me tiré al agua. Con cada braceada sentía el poder del Amor divino impulsándome. No es de admirarse de que cantara en mi corazón alabanzas a Dios mientras me deslizaba en el agua sin ningún esfuerzo. Cuando llegué al otro lado, todo vestigio de molestia y dolor había desaparecido. Sané completa y permanentemente en ese mismo momento.

Lo que me movió a echarme al agua, no fue un impulso temerario, sino la firme convicción de que el infalible poder de Dios, que yo reflejaba como Su hija, estaba allí mismo a mi alcance para apoyarme en toda la experiencia.

Es bueno recordar que estamos estudiando para ser Científicos Cristianos, no sólo pensadores científicos, sino también hacedores cristianos prácticos. Al esforzarnos por demostrar en cada pensamiento, palabra y acción la naturaleza a la semejanza del Cristo, podemos ser correctamente clasificados como seguidores de Jesús, fieles hacedores de la Palabra de Dios.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / febrero de 1986

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.