Una de las luchas más comunes y difíciles que puede que tengamos que enfrentar es la necesidad de ganarnos la vida. Sin embargo, esto no tiene por qué ser un problema. Tenemos a mano una solución simple y segura.
Una experiencia que tuve de niño ilustra este punto. Iba caminando por un campo de maíz, cuando observé que cada caña tenía dos o más mazorcas. Arranqué una mazorca y acudí a mi madre para que me explicara. “¿Cómo puede ser? Papá plantó sólo un grano de maíz. ¿Cómo puede haber tantas mazorcas con tantos granos en cada una?”
La respuesta simple de mi madre, basada en la Biblia, fue: “¿No recuerdas cómo Jesús alimentó a las multitudes, cuando todo lo que tenía era unos pocos panes y peces?” Ver Marcos 6:35–44; 8:1–9. A mi edad, vi que esa explicación tenía sentido. A medida que fui creciendo espiritualmente, pude ver aún con más claridad la manera en que la comprensión del poder de Dios aumenta el bien.
Cristo Jesús, el cristiano por excelencia, enseñó, vivió y demostró que el hombre, el linaje de Dios, es espiritual, y que su patrimonio es la abundancia. Siguiendo sus pasos, la Ciencia Cristiana acepta sin reservas la certeza del amor ilimitado de Dios.
Para aquellos que no están familiarizados con la Ciencia del cristianismo, el confiar en Dios para los problemas que enfrentan puede parecerles que es minimizar la importancia de éstos y de los medios para solucionarlos. Las limitaciones que nosotros mismos podemos imponernos son múltiples y variadas. “Estoy sin empleo”, “el sueldo no me alcanza”, “las condiciones económicas son desastrosas”, “no me pagaron lo que debían”, o “todo está demasiado caro”. La lista podría continuar indefinidamente. Desde un punto de vista material, cualesquiera de estos impedimentos para obtener lo que necesitamos parecen lícitos. Pero Cristo Jesús no aceptó ninguno de ellos. El sabía que su Padre celestial es la única causa y fuente de todo lo bueno. El Maestro dijo: “Buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas. No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino”. Lucas 12:31, 32.
Es importante señalar que, antes de comenzar a orar por lo que pensamos que necesitamos, tenemos que comprender a quién estamos orando. Aprendemos de la Biblia, por declaraciones directas o implícitas, que Dios es Vida, Verdad, Amor, Alma, Espíritu, Principio, Mente. El es todo esto, la sola y única fuente y esencia de todo lo que estos términos representan. Y necesitamos comprender que, en realidad, somos la prístina imagen y semejanza de Dios. Ver Gén. 1:26, 27. Nuestra oración es a un Dios de amor, de inteligencia infinita, quien realmente nos conoce como perfectos y completos. De la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy aprendemos que el Espíritu es la única substancia. De manera que no oramos para obtener cosas materiales, sino para alcanzar la comprensión espiritual. Podemos confiar en que la inspiración derivada de Dios iluminará nuestra senda y señalará el camino que debemos seguir. Jamás tratemos de determinar cómo debe realizarse el trabajo de Dios, sino que depongamos la voluntad humana, y, en humildad y gratitud expectante, esperemos la respuesta con paciencia.
La Sra. Eddy escribe: “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria. Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis”.Escritos Misceláneos, pág. 307.
Después de la depresión económica de 1929, me quedé por un tiempo sin empleo. Aunque no teníamos apremios financieros, mi esposa y yo oramos devotamente para ser guiados hacia la mejor manera de ayudar a los demás. Muchos amigos y vecinos habían tenido en el pasado atenciones con nuestros hijos sin esperar recibir remuneración alguna, de manera que se nos ocurrió retribuir esas atenciones, si era posible, ofreciendo ayuda a aquellos que nos habían ayudado.
En la primera casa que visité, pronto vi qué era necesario hacer. Mientras desempeñaba esas labores, la gente comenzó a pedirme que fuera a sus casas, ya que todos tenían necesidad de una ayuda similar. Estas ofertas inesperadas de trabajo se multiplicaron diariamente y continuaron aumentando. Me mantuvieron ocupado durante varias semanas, ¡y hasta me pagaron por el trabajo! Esta idea, que me vino en respuesta a la oración, resultó ser una bendición para todos, y la provisión inesperada que produjo fue muy bien recibida.
En Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”.Ciencia y Salud, pág. 494. Veamos cuál es nuestra necesidad. Bueno, todos necesitamos un techo, alimento, ropa. Jesús reconoció que esto era necesario. Pero dijo que estas cosas no eran las que debíamos buscar. Las verdaderas necesidades son espirituales, tales como dirección divina, inteligencia, intuiciones espirituales. La gratitud, la expectativa y la fe en la bondad y el poder de Dios, también ayudan. No hay retención por parte de Dios. ¿No dijo Jesús: “A vuestro Padre le ha placido daros el reino”? Cuando meditamos sobre lo que esto significa, vemos que la magnanimidad de esta declaración es imponente, porque el Dador es el creador de todo lo que realmente existe, ¡y Su reino es ilimitado! Sólo los engaños de lo que la Biblia llama “la mente carnal” quisieran ocultárnoslo. Pero el conocer y reclamar nuestra verdadera herencia espiritual, trae Su reino a nuestra experiencia. Comenzamos a comprender que la abundancia de Dios es un hecho científico, inmediatamente a nuestro alcance, y disponible cada vez que estemos dispuestos a aceptarla.
La Biblia abunda en relatos de la provisión que tiene Dios para el hombre. Por ejemplo, cuando los israelitas iban hacia la Tierra Prometida, el maná suministró su alimento, y agua brotó de una roca para saciar su sed. Ver Ex. 16:14–18; 17:1–7. Elías fue guiado hacia una viuda en Sarepta, quien sólo tenía un poco de harina en una tinaja y aceite en una vasija para preparar una escasa comida para ella y su hijo. Sin embargo, Elías, al afirmar su certeza en la provisión de Dios, transformó la creencia en limitación que ella tenía, en una confianza más elevada en Dios. Por consiguiente, el aceite y la harina fueron suficientes para que Elías y esa familia comieran por "muchos días". Ver 1 Reyes 17:9–16.
Jesús estaba dotado de sabiduría y entendimiento inigualados por ninguna otra persona, y es evidente que a él nunca le faltó nada; aunque no tenía sueldo ni pensión. Su empleador era su Padre celestial, quien también le proveía de todo. Esta munificencia no sólo satisfacía sus propias necesidades, sino que alcanzaba también a los demás, como cuando alimentó a miles en el desierto con sólo unos pocos panes y peces.
En la Ciencia Cristiana, aprendemos que estas evidencias de provisión no son milagros, sino el resultado natural de la ley divina del Amor en acción. El granero de Dios desborda de abundancia.
Hace algunos años, me vi frente a una necesidad apremiante, la que, a pesar de esforzarme lo mejor que pude, no había podido superar. A través del estudio de la Ciencia Cristiana sabía que Dios es la fuente y sustancia de todo el bien. Este bien es la herencia del hombre, su patrimonio. Oré para percibir la provisión que Dios tenía para mí. Mi oración fue respondida, porque, sin que yo tomara ninguna iniciativa, mi acreedor me llamó para preguntar si estaría dispuesto a pagarle en cuotas mensuales. Me dijo que si pagaba todo de una vez, le causaría problemas financieros. Aunque esto no canceló la deuda, fue fácil para mí pagarla.
Las maravillas de la abundancia siempre presente de Dios no están fuera de nuestro alcance. La obediencia y la devoción al Principio, Dios, junto con una fe firme y una profunda confianza en el bien, nos muestran cómo comprobar que toda la bondad de Dios es nuestra para compartirla.
