Todo aquel que haya dedicado mucho tiempo a orar, pronto se da cuenta de que la oración es una actitud más que una declaración de determinadas palabras. Nos sentimos en paz con nuestras oraciones — esto es, sentimos que realmente hemos orado — cuando nos liberamos de aquel estado mental que constantemente se preocupa del pequeño yo humano y sus circunstancias, y llegamos al reconocimiento alentador de que la presencia de Dios está aquí con nosotros.
Los Científicos Cristianos llaman “tratamiento” a la oración específica que sana la enfermedad y el pecado. Al igual que otras formas de oración, el tratamiento tiene como meta predisponer el pensamiento para aceptar el gran significado de que Dios es bueno y está en todas partes. No es en modo alguno algo que diligentemente hacemos nosotros mismos sin Dios, mientras el poder de Dios espera el final del proceso para manifestarse. Por lo tanto, el tratamiento eficaz no es simplemente razonar acerca de Dios, sino responder, en la medida de lo posible, a Su presencia inmediata.
Tal vez mucha gente estará de acuerdo en que el único punto de vista lógico acerca de Dios es que El ya es todo lo que debe ser, y que ha hecho al hombre y a la creación dotados de la mayor belleza, compleción y perfección espirituales. El tratamiento en la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens) comienza desde esa premisa.
Cuando damos un tratamiento, afirmamos en términos específicos la ley del bien, omnipotente y divina, aplicable a la enfermedad o sea cual fuere la aflicción humana en cuestión. Puesto que la bondad de Dios de hecho debe estar presente y expresada en el hombre que El ha creado, el tratamiento necesariamente niega el poder de lo que parecen ser las condiciones y las leyes de una mala situación. Este proceso de afirmación y negación nos ayuda a ceder a la verdad espiritual, a dejar de soñar que Dios está ausente, y a ver que el Amor divino es la única causa, ley y sustancia de nuestro ser.
Dios es supremo. El está gobernando al hombre con amor y perfección; lo hace ahora, y no en una oportunidad futura; aquí, y no en otra parte. Estas verdades espirituales son, en parte, una descripción de lo que la Ciencia Cristiana llama la Ciencia del ser, es decir, la verdad final y básica de todas las cosas. Esta Ciencia indica que el bien maravilloso debe ser realmente la naturaleza de la vida. Los Científicos Cristianos buscan obtener el entendimiento de este bien infinito en lugar de aferrarse a la antigua evidencia del mal, persistente e infructuosa.
Puesto que Dios existe, tiene que existir una perfección absoluta de vida y sustancia creadas por Dios para ser discernida. Por ejemplo, allí donde parece haber enfermedad, hay integridad y salud en todo lo relacionado con el hombre y la creación espirituales: una justicia maravillosa que puede reconocerse a medida que el pensamiento se eleva. Pero sólo cuando vivimos de acuerdo con el Espíritu, Dios — cuando obedecemos al Cristo — es que comienza a manifestarse naturalmente cierta medida de consistencia al percibir todo bajo la luz de la perfección de Dios. Después de todo, la vida que vivimos es nuestra oración más fundamental.
Debido a que la creación de Dios, incluso el hombre, es buena, en el tratamiento afirmamos el hecho espiritual y negamos la mentira de los sentidos materiales. Dios no sólo es Espíritu y Amor, El es la Verdad, que define toda realidad. Mary Baker Eddy explica el método del tratamiento en la Ciencia Cristiana cuando escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Tratamos al error comprendiendo la Verdad, porque la Verdad es el antídoto del error. Si un sueño cesa, se autodestruye, y se acaba el terror”.Ciencia y Salud, pág. 346.
Pero, ¿qué pasa si sentimos que no comprendemos plenamente la Verdad divina durante el curso de un tratamiento? ¿Es ímprobo afirmarla? No, no lo es. Lo que es ímprobo es la sugestión del mundo de que nadie pueda tener una convicción real de la verdad espiritual. Una y otra vez vemos que, cuando nos abrimos paso con la verdad, se comprueba que el sentido momentáneo de falta de conocimiento resulta ser falso. Resulta ser una imposición, ni siquiera llega a ser una evaluación correcta de la experiencia que tenemos de los hechos espirituales y de curaciones previas. Pero la Sra. Eddy nos ofrece este consejo alentador: “La Verdad tiene un efecto sanador, aun cuando no se comprenda totalmente”.Ibid., pág. 152.
Quizás muchos hayan sido tentados a creer que el tratamiento consiste en lanzar declaraciones verdaderas hacia un punto material, con la esperanza de dar en el blanco con la suficiente fuerza como para efectuar un cambio. La explicación que la Sra. Eddy da en sus escritos, basada en sus propios años de experiencia en la práctica sanadora, es muchísimo más razonable. Explica que toda la vida mortal es el mismo sueño o pensamiento equivocado de que vivimos sin Dios, aunque este sueño está poblado de “mentes” en conflicto. Por lo tanto, cuando se percibe en cierta medida, aunque mínima, la gloria de la Verdad, y se obtiene cierta liberación del sueño, el paciente también siente la influencia de la Verdad, y se produce la curación. La Verdad, no las palabras empleadas en el tratamiento, es la que hace el trabajo, la que realiza la curación. Pero conocemos esta Verdad divina que libera en la medida en que nos ocupamos activamente en nuestra salvación, obedeciendo de continuo las demandas morales y espirituales del cristianismo del Cristo.
La razón por la que podemos tener la esperanza de que el tratamiento sane es, en primer lugar, porque Dios es Todo. Si no lo fuera, ninguna cantidad de pensamientos que se expresaran acerca de El, podrían ayudar. Pero debido a que El es Todo, el tratamiento basado en la Verdad divina destruye el error de las percepciones físicas limitadas, con resultados sanadores.
Contrariamente a lo que sugiere la mente humana sobre lo que debe ser un tratamiento basado en la oración, el tratamiento no es algo laborioso. Es vivificante. Cuando damos tratamiento en la Ciencia Cristiana en la forma en que debe darse — con humildad ante el Cristo, la Verdad, que nos muestra el nuevo mundo de Dios — nos sentimos más inspirados de lo que nos podamos imaginar.
Entonces, las afirmaciones espirituales y las negaciones son más naturales; fluyen como consecuencia de las ricas dádivas de Dios. Nuestro sentido espiritual innato se activa, y sentimos la realidad indiscutible de lo que estamos afirmando. Nos damos cuenta de que la comprensión iluminada que nos está proporcionando el sentido espiritual es totalmente cierta: que podemos confiar en ella más que en la evidencia que proviene de los ojos y oídos. Cuando estamos dispuestos a dejarlo todo y a confiar en esta luz del Cristo, encontramos curación. En las palabras que en cierta ocasión usó Cristo Jesús, encontramos “agua viva...”, “una fuente de agua que salte para vida eterna”. Juan 4:10, 14.
Otras referencias que se podrían estudiar sobre este tema son: Ciencia y Salud 410:23 hasta 430:14; 493:11 hasta 495:29; Rudimentos de la Ciencia Divina 8:7 hasta 13:23; No y Sí 4:6 hasta 6:30; y algunas selecciones de las “Preguntas y respuestas” en Escritos Misceláneos, capítulo 3.
