Díganlo los redimidos de Jehová, los que ha redimido del poder del enemigo.
(Salmo 107:2)
Con gran regocijo envío este testimonio de una reciente curación. He sido estudiante de la Ciencia Cristiana por muchos años y he tenido muchas curaciones, pero, para mí, ésta se destaca como la más importante.
Hace tres años tenía problemas para enfocar la vista. Esto me hacía casi imposible hacer cosas tales como mantener los registros de mi cuenta bancaria. También, los músculos de la mano derecha parecían estar afectados, tanto así que por un tiempo dejé de escribir. Además, debido a que me confundía al tratar de marcar las Lecciones Bíblicas (delineadas en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana), dejé de estudiarlas, estudiarlas. Junto con estos problemas, tenía dolores de cabeza, náuseas y malestares, a veces, todos al mismo tiempo.
Le solicité a un practicista de la Ciencia Cristiana que orara por mí y obtuve su ayuda casi diariamente. Dado que no podía leer, pasaba largos períodos en oración para mantener mi pensamiento cerca de Dios. A pesar de todas las dificultades físicas que parecía estar sufriendo, sabía que, en verdad, la actividad espiritual continuaba operando. Para sanarme, sabía que debía mantener el pensamiento afirmado firmemente en este hecho espiritual.
Un día, cuando estaba hablando por teléfono con el practicista, me pidió que leyera la lección correspondiente a esa semana, sobre el tema “Vida”. Le dije que solamente podía leer dos o tres palabras a la vez. Entonces me dijo que leyera dos o tres palabras a la vez, y que él oraría por mí. A medida que leía, encontraba al final de cada cita de Ciencia y Salud declaraciones de la Verdad de tal fuerza y claridad que me animaban a seguir leyendo. Y me fue posible terminar la lección. Poco después de esto, se me reveló una visión de la realidad. Se me hizo claro que lo que se llama material está completamente separado de lo espiritual. A causa de esta separación vi que, en realidad, las dificultades que había estado sufriendo nunca me habían tocado, ni podrían ahora tocarme. La materia o enfermedad no tenía mente ni poder para afectarme de ninguna manera, porque no era real.
Con esta comprensión vi que mi verdadero ser era espiritual, que lo que estaba viendo era la realidad. Vi que la vida — mi vida — era eterna y que esta verdad era la realidad. Las dificultades que había estado teniendo, se desvanecieron.
En 1970, después que me mudé al oeste de los Estados Unidos, recibí una carta de un practicista que me había ayudado en una oportunidad, pidiéndome que leyera un artículo en un ejemplar del The Christian Science Journal de principios de ese año. Yo no tenía ese Journal y no pude conseguirlo. Doce años más tarde, me sentí guiada nuevamente a buscar ese artículo. Fui a una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana, con la seguridad de que lo encontraría. Y !lo encontré! Al leerlo, para mi gran sorpresa, encontré que el artículo se trataba de lo mismo que yo había comprendido: la separación total entre lo espiritual (la totalidad de Dios) y lo material (la nada absoluta). Repetidas veces le agradecí a Dios.
Esta hermosa verdad me trajo un nuevo sentido de la vida, con más libertad y salud, y una comprensión de que la Ciencia Cristiana es la Ciencia divina, la única realidad.
Las palabras jamás pueden expresar el amor y la gratitud que siento hacia Dios por la Ciencia Cristiana, por el amoroso practicista que me ayudó, por mi mayor comprensión de la verdad de la Ciencia divina, y por la curación completa y permanente relatada en este testimonio.
Olympia, Washington, E.U.A.
