Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Dios y nuestras necesidades

Del número de abril de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Un hogar; personas que amamos y quienes nos aman; autoexpresión; independencia económica; salud; nuestras necesidades a veces parecen ser interminables. Tan pronto como una necesidad es satisfecha, otra aparece.

Sin embargo, la Biblia nos asegura: “Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”. Mateo 6:8. Cuando en mi niñez aprendí que Dios se ocupa de nuestras necesidades, supuse que El debía ser una gran persona bondadosa que lleva consigo una lista de las necesidades terrenales, las mías y las de los demás. Eso era consolador. Pero también estaba consciente de varias necesidades propias que todavía no habían sido satisfechas, y tenía la sospecha de que podría encontrar aún más en el resto del mundo. Temía, incluso, que si encontraba suficientes necesidades sin satisfacer, hubiese podido probar que Dios no existía.

Un día, una señora muy querida en nuestra comunidad, me habló de su gratitud a Dios. Ella me dijo que la luz, durante un ocaso del sol, se había proyectado recientemente sobre varias palabras en una inscripción dentro de su iglesia: “siempre ... siempre ... toda ... necesidad”. Esto había hecho resaltar en su pensamiento la plenitud con la cual Dios había satisfecho sus necesidades. (La frase entera escrita por la Sra. Eddy dice así: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”.Ciencia y Salud, pág. 494.) Su convicción y su vida entera, que estaba tan llena de afecto, creatividad, y de ayuda para los demás, repentinamente me hizo pensar en que el concepto que yo tenía del cuidado de Dios era una pobre imitación de lo que era verdadero.

Mi deidad imaginaria, que satisface las listas de deseos humanos, no existía. Pero tampoco existía el mortal con necesidades interminables, con quien yo me había identificado. Vi que mi verdadera individualidad era inmortal, del todo satisfecha, y que expresaba la naturaleza de mi creador.

El hombre, según leemos en el primer capítulo del Génesis, es hecho a la imagen de Dios. Y él no subsiste en escasez, implorándole favores a su creador. El es completo, y manifiesta incesantemente las gracias espirituales que emanan del Amor, su fuente divina. El representa la creación espiritual y real, que es prolífica en luz y bondad, y que expresa la plenitud de Dios.

En marcado contraste, la criatura mortal que está gráficamente representada en la segunda narración de la creación, que es alegórica, consiste totalmente de necesidades. Al necesitar sabiduría, comida y placer, Adán y Eva buscan satisfacción en una fruta. Luego, al necesitar ropa, se esconden llenos de temor y vergüenza. Más adelante, se les hace saber que sus vidas nunca estarán completamente libres de necesidades, aunque labren la tierra sin cesar. En esta descripción de vida en la materia, el pesar solamente se multiplica.

Pero esto no es la verdad acerca del hombre. Aun hoy, cuando parezca que haya escasez de dinero, que los niños necesiten zapatos, y que podamos necesitar un amigo, el hecho es que Dios está prodigando todo lo que necesitamos. El está sosteniendo lo que realmente somos: la imagen espiritual del Amor abundante e inagotable. Al dejar de lado las falsas premisas de que hay vida en la materia — por ejemplo, de la convicción de que la escasez es inevitable o que la discordia es ineludible — y al comprender por medio de la oración lo que realmente somo y lo que Dios está siempre haciendo por el hombre, seremos testigos de la manifestación, en forma tangible, de la amplitud espiritual que nos pertenece.

Cristo Jesús pudo elevar a los demás por encima de la carencia de una forma tan segura porque sabía precisamente cuál era la naturaleza de Dios y del hombre. Al comenzar su carrera, cuando tuvo hambre después de su ayuno en el desierto, se enfrentó a la tentación: si era en verdad el Hijo de Dios, ¿por qué no usar el poder divino para convertir las piedras en pan? El rechazó el concepto de que la materia es el sostén de la vida. Apoyado por la Palabra de Dios, afirmó su filiación espiritual. Ver Mateo 4:1–4. Después de esto, no hay ningún otro relato que mencione que él tuviera hambre, pero sí tenemos abundante evidencia de que él liberó a la humanidad del hambre, de la enfermedad, y de otras necesidades basadas en la creencia de que hay vida en la materia. Y en la resurección, probó en forma cabal que la materia de ninguna manera es la sustancia de la vida.

Podemos tener la misma seguridad de que Dios satisface nuestras necesidades. Aun cuando recurrimos a El por una necesidad humana, el sentido espiritual innato que mora en nosotros, suavemente nos susurra que nuestro Padre amante, puesto que comprende perfectamente nuestro ser real, ya ha satisfecho nuestra necesidad.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / abril de 1986

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.