Generalmente pensamos que reaccionar es algo por el estilo de: “Cuando me lo dijo, ¡exploté!”
Pero no es necesario que reaccionemos. Piense qué diferente sería si, en vez de reaccionar inmediatamente, respondiéramos honesta e inteligentemente a lo que se dice o hace. El resultado puede ser amable, constructivo y hasta humorístico.
Después de todo, todos sabemos qué importante es asegurarnos de que estamos haciendo todo lo posible para tener — o aún mejor, para mantener — una conversación o una situación en una atmósfera de respeto mutuo y de buena voluntad. En este ambiente, hay un deseo creciente de escuchar la opinión de los demás. Pero, ¿cómo podemos lograr esto más eficazmente? Respondiendo por medio de la oración de la única manera verdadera — la manera de Dios — a lo que se dice o hace. El responder sinceramente sobre esta base no implica que dejemos que nuestras palabras salgan desenfrenadas, diciéndole a la gente lo que pensamos de ellos humanamente.
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