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¿Deseo o conocimiento?

Del número de abril de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El jardín de rosas era hermoso, y me di cuenta de que también yo deseaba tener uno. Pero eso no era posible en ese momento.

Entonces, recordé con alegría que años atrás, cuando por un tiempo había quedado sin hogar (los muebles estaban guardados en un depósito y no sabía cuándo volvería a tener una casa), había comprendido que la consciencia se siente en casa en la Mente divina. Así que resolví ocuparme de las ideas útiles, hermosas, ordenadas y preciosas con las que la Mente amuebla la consciencia verdadera. Me sentí cada vez más agradecida por la provisión y protección que la Mente imparte a mi verdadero hogar. Y me dije con gratitud: “Puedo tener un jardín de rosas en mi consciencia”.

Al poco tiempo de esto, un grupo de amigas y yo visitamos unos jardines en la primavera. Mientras admirábamos una exhibición muy hermosa de arbustos y árboles en flor, una amiga comentó con tristeza que a ella le hubiera gustado tener un jardín así, pero que viviendo en un apartamento, le era imposible. Recordé cuánto había yo deseado tener un jardín y la inmediata comprensión que me había hecho corregir ese pensamiento; le conté esto y le aseguré que ella también podía tener un jardín en su consciencia, un jardín que Dios llenaría con Sus ideas cargadas de capullos y flores.

Un año después, cuando me iba a casar, mi futuro esposo dijo que había encontrado lo que él consideraba la casa adecuada para nosotros. Era la casa con el jardín que habíamos visitado.

Más tarde, cuando la amiga con quien había visitado los jardines vino a cenar, sus primeras palabras fueron: “!Ahora tienes el jardín que tenías en tu consciencia!” Fue entonces que recordé la conversación que habíamos tenido varios meses antes.

Dios nos hace sentir amor por el bien; reflejamos Su amor por Su creación. El bien espiritual que percibimos se manifiesta en el bien tangible en la experiencia humana. Pero desear la casa o el trabajo adecuados — es decir, estar ansiosos por estas cosas, u orar para obtenerlas — no es la forma de satisfacer esa necesidad. Por otra parte, cuando nuestra oración afirma con persistencia la presencia de Dios y la expresión del bien divino que es prueba de Su presencia, sentimos la seguridad de ese bien en nuestro diario vivir, como resultado de lo que hemos percibido espiritualmente.

En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, la Sra. Eddy nos dice: “Mantened vuestro pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero, y los experimentaréis en la medida en que ocupen vuestros pensamientos”.Ciencia y Salud, pág. 261.

Soñar despiertos, desear cosas, esperar el bien que los demás puedan ofrecernos, desear alcanzar posiciones prominentes, es una manera de pensar que acaba en frustración, desesperanza, amargura, desengaño. Pero cuando buscamos sinceramente las ideas de Dios en lugar de los objetos de los sentidos, y apreciamos las realidades espirituales que están siempre a nuestro alcance, encontramos satisfacción y nos damos cuenta, agradecidos, de que el Amor y la Verdad divinos no sólo responderán a las necesidades humanas, sino que se derramará “bendición hasta que sobreabunde”. Mal. 3:10.

Podemos preguntarnos: “¿Cómo puede estar mal orar para tener un empleo, aspirar a tener un ingreso que asegure a mi familia una casa adecuada, el transporte apropiado, todo lo que se necesite para su cuidado y felicidad?” Cuando oramos para obtener algo, comenzamos con un concepto de carencia, y vemos que esta oración básicamente nos deja donde empezamos; ya que cuando oramos, la premisa es que nos falta algo, entonces, la conclusión es la carencia.

Pero la verdad es que somos la expresión o el reflejo de Dios, y que, por lo tanto, es imposible que nos falte algo bueno. El Principio perfecto y completo, o causa, se manifiesta en un efecto perfecto y completo. La oración que afirma y comprende que Dios sabe, y que El manifiesta Su conocimiento perfecto en la consciencia del hombre que es el reflejo de la consciencia de Dios, es la acción científica de la Mente divina en el pensamiento humano, que inevitablemente resulta en curación y responde a las necesidades humanas.

Aunque aprendemos a no buscar cosas materiales, es bueno buscar oportunidades para utilizar las cualidades y las ideas de Dios para que nos bendigan a nosotros y a los demás, y así poder glorificar a Dios. Una idea divina que podemos conocer es que, debido a que en realidad somos espirituales, y puesto que el Espíritu es infinito, todos nuestros recursos y actividades, como el reflejo de Dios, — de hecho toda oferta y demanda — son espirituales. Y aun en el ambiente humano, el bien divino — las cualidades e ideas espirituales que podemos identificar como aquellas que derivan de la Mente, el Principio, el Amor, el Alma — es nuestro verdadero ingreso, nuestra verdadera cuenta bancaria.

Cuando la multitud tuvo hambre, fue a insistencia de Cristo Jesús que fueron alimentados. El reconoció la necesidad, porque dijo a sus discípulos: “... enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino”. Mateo 15:32. Pero lo que respondió a la necesidad no fue el deseo sino el conocimiento. Jesús sabía que la sustancia es infinita, el bien espiritual, el cual había compartido con ellos cuando les predicó. Por eso es que la necesidad humana de alimento, de pan, fue respondida de inmediato, dejando de lado los procesos materiales de sembrar, cosechar, moler, hornear.

En el capítulo titulado “La oración” en el libro de texto, un párrafo cuyo título marginal es: “Cumbre de la aspiración”, dice: “La prueba de toda oración consiste en la respuesta a estas preguntas: ¿Amamos más a nuestro prójimo debido a este ruego? ¿Seguimos con el viejo egoísmo, satisfechos con haber orado por algo mejor, aunque no demos pruebas de la sinceridad de nuestras peticiones viviendo en conformidad con nuestra oración?” Ciencia y Salud, pág. 9.

Si tenemos deseo en lugar de conocimiento, necesitamos ver hasta qué punto estamos considerando a los demás como factor determinante para que nuestros deseos se cumplan. ¿Estamos sinceramente convencidos de que nuestros deseos se cumplirían si el “prójimo” — un amigo o conocido, jefe o compañero de trabajo, autoridad oficial o empleado del gobierno, cónyuge o hijo — pensara o actuara en forma diferente? Si queremos encontrar salud, felicidad, éxito, por medio del conocimiento y no por medio del deseo, tendremos que corregir nuestro concepto de “prójimo” y dejar que permanezcan en nuestra consciencia sólo aquellas ideas y cualidades que podemos identificar con Dios. Debemos relacionar a nuestro prójimo con Dios y Su creación, y así dejar que Dios sea Todo para nosotros.

Este conocimiento espiritual traerá redención, regeneración y restauración, a cualquier situación. Cuando realmente honramos a Dios como el único creador y a toda creación como la expresión de Su bondad, nuestras oraciones ya no son deseos egoístas, sino himnos de gratitud por la abundancia de Dios. Esto es expresar el bien viviente de Dios. Es vivir “en conformidad con nuestra oración”.

Una definición de deseoso es: “de acuerdo con los deseos más que con la realidad”. Un metafísico cristiano ve más allá de la apariencia material y encuentra la realidad: lo que es verdadero en el reino del Espíritu. Procura conocer lo que Dios conoce de Su propia infinitud, es decir, cómo El gobierna lo que ha creado para manifestar Su naturaleza, el eterno balance de Su oferta y demanda por el bien espiritual en la economía divina.

Cuando ya no nos satisfaga desear, sino que busquemos resueltamente la revelación espiritual, nuestro conocimiento nos dará satisfacción, responderá a nuestras necesidades, y bendecirá inmensamente a los demás.

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