El jardín de rosas era hermoso, y me di cuenta de que también yo deseaba tener uno. Pero eso no era posible en ese momento.
Entonces, recordé con alegría que años atrás, cuando por un tiempo había quedado sin hogar (los muebles estaban guardados en un depósito y no sabía cuándo volvería a tener una casa), había comprendido que la consciencia se siente en casa en la Mente divina. Así que resolví ocuparme de las ideas útiles, hermosas, ordenadas y preciosas con las que la Mente amuebla la consciencia verdadera. Me sentí cada vez más agradecida por la provisión y protección que la Mente imparte a mi verdadero hogar. Y me dije con gratitud: “Puedo tener un jardín de rosas en mi consciencia”.
Al poco tiempo de esto, un grupo de amigas y yo visitamos unos jardines en la primavera. Mientras admirábamos una exhibición muy hermosa de arbustos y árboles en flor, una amiga comentó con tristeza que a ella le hubiera gustado tener un jardín así, pero que viviendo en un apartamento, le era imposible. Recordé cuánto había yo deseado tener un jardín y la inmediata comprensión que me había hecho corregir ese pensamiento; le conté esto y le aseguré que ella también podía tener un jardín en su consciencia, un jardín que Dios llenaría con Sus ideas cargadas de capullos y flores.
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