¿Ha considerado usted alguna vez la situación del mundo y perdido las esperanzas de que la humanidad pueda ser redimida? Tal vez le hayan causado conmoción los casos más atroces de la crueldad del hombre, tanto hacia el hombre mismo como hacia los animales. O tal vez haya visto cómo la fluctuante norma moral de la sociedad rechaza valores por largo tiempo apreciados. O quizás su propia vida haya fracasado en alguna forma, y usted se ve sumido en el pecado con pocas esperanzas de hallar una solución.
Hay una promesa bíblica que resplandece con brillante luz. Puede penetrar y disolver las tinieblas que tal sentido de los pecados del mundo o de nuestros propios defectos nos quisieran imponer. En la Epístola a los Romanos, el Apóstol Pablo escribe acerca de la salvación que Cristo Jesús trajo a la humanidad. Aquí se nos da la preciosa promesa que ofrece verdadera esperanza de redención: “Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”. Rom. 5:20.
El gran amor que Dios tiene por Su creación, siempre provee gracia abundante al corazón que es lo suficientemente humilde y purificado como para desearla. La gracia es el resultado natural del tierno cuidado que tiene nuestro Padre para con nosotros. Nos limpia, nos renueva y nos purifica, si estamos deseosos de lavarnos en ella; si nos apartamos del pecado, nos arrepentimos y oramos para que se nos muestre nuestra naturaleza espiritual y verdadera como el propio hijo de Dios.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!