Las verdades que aprendemos en la Escuela Dominical permanecen con nosotros y pueden traer curación dondequiera que estemos. Aquí se relata cómo un muchacho de sexto grado lo comprobó.
Rogelio estaba acampando con otros muchachos. No había participado antes en ningún tipo de campamento de verano, y le gustaba mucho. Un día muy caluroso, todos se fueron al lago. Rogelio miraba a los muchachos más grandes zambullirse en el agua saltando desde un peñasco. (En realidad, no era un buen lugar para zambullirse, pues había piedras muy grandes en el fondo del lago. Los muchachos se zambullían sólo superficialmente, pero Rogelio no lo sabía.) Corrió para tomar velocidad, bajó el mentón, se zambulló y se golpeó la cabeza contra una piedra.
(Para entender lo que ocurrió después, conviene saber algunas cosas sobre Rogelio. Empezó a asistir a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana desde que pudo sentarse quieto en una silla. Había aprendido que el Padre Nuestro Ver Mateo 6:9–13. — la oración que Cristo Jesús enseñó a sus discípulos — siempre lo podía ayudar. También había aprendido que “la exposición científica del ser”, Ver Ciencia y Salud, pág. 468. en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, nos dice la verdad acerca del hombre. Rogelio estaba comenzando a comprender que nunca podía estar solo, porque Dios está siempre cerca. La misma verdad que Jesús conocía cuando sanó a los enfermos sigue aún presente hoy en día.)
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!