“Todas las criaturas de Dios, moviéndose en la armonía de la Ciencia, son inofensivas, útiles e indestructibles",Ciencia y Salud, pág. 514. escribe Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens), en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Esto, por supuesto, no es una declaración relativa, sino absoluta, y describe la creación espiritual, la única que es real. Al razonar basándonos en esta declaración, es posible concluir que en el Espíritu lo indestructible e inofensivo son universales e inseparables. Las preciosas cualidades inherentes a la genuina naturaleza naturaleza de un niño como, por ejemplo, la humildad, inocencia, pureza, confianza y obediencia, jamás pueden separarse de las cualidades inherentes a la madurez inofensiva que caracteriza las cualidades del hombre creado por Dios, tales como sabiduría, poder, comprensión y perseverancia. Por lo tanto, en realidad, la naturaleza propia de un niño jamás es aquel estado crédulo o vulnerable que sugieren los sentidos materiales. La madurez tampoco es un estado que, dejando atrás a la inocencia, se acerca a la falsedad y depredación.
Es de suma importancia hoy en día, en vista de los crecientes informes sobre el maltrato hacia niños y animales, que la humanidad obtenga un sentido de lo que es el candor y la madurez como expresiones de la Mente divina, el Espíritu, y no como meros estados de la mente mortal o materia. Sólo cuando se los percibe espiritualmente, el candor y la madurez pueden concebirse como ilimitados; simultáneamente presentes y jamás en conflicto con la creación.
¿Se justifica el discutir la curación del maltrato hacia niños y animales en forma conjunta? Sí. El maltrato físico y mental infligido a los niños comienza realmente con el maltrato infligido a las cualidades de la niñez, y con la incomprensión y el mal uso de las cualidades de la madurez. La curación profunda y genuina requiere que penetremos las clasificaciones superficiales y mortales; requiere el apoyo imparcial a todo lo que es realmente semejante a la naturaleza propia de un niño, dondequiera que esté expresada. El esforzarse por honrar y vivir estas cualidades semejantes a la naturaleza de un niño, el rehusar herir la dignidad o tomar ventaja de la obediencia, de la tierna confianza y de la inocencia de cualquier criatura, bajo cualquier circunstancia, comenzaría de inmediato a anular la aparente corriente de agresión contra los niños. Si en nuestros pensamientos damos importancia a las verdaderas cualidades de la niñez, esto ejercerá una influencia en el mundo.
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