“Camine usted por las calles de Nueva York, y al pasar por los salones de apuestas, los kioskos que venden billetes de lotería y los puestos de periódicos que venden los juegos de azar Wingo y Stingo, tendrá la impresión de que, en estos días, el juego por dinero no es sólo un pasatiempo o afición, sino que es una manía, una obsesión, y según algunos, es una enfermedad nacional...
“...Hace unos años, hablé acerca del juego legalizado con un anciano sabio inglés llamado Charles Benson. En Inglaterra, usted puede apostar a lo que quiera. Pero Benson dijo: ‘Jugar por dinero, hasta cierto grado, es un mal social porque, como otros llamados vicios inofensivos, es una debilidad. Cuanto más se debilite la gente, tanto más probable es que se meta en líos’. Hay otro argumento. Cuando Mario Cuomo, el gobernador del estado de Nueva York, dice que el juego por dinero es inevitable, y que el estado podría también obtener algunas de las ganacias y usarlas bien, bueno, eso es un argumento válido. Pero, éste es el argumento que todo los estados han usado cuando varias formas de juego por dinero, tales como loterías y los locales de apuestas, han sido legalizados. Muy a menudo, dicen algunos críticos, lo que los estados han logrado no es sólo sacar ganacias de un vicio existente, sino que han fomentando ese vicio al promover la idea de jugar por dinero... hay un elevado precio a pagar por nuevas fuentes de ingreso en las tesorerías estatales, y tal vez ésta sea la razón más profunda por la cual las ciudades y estados deban ponerse a recapacitar”.
Reproducido con permiso.
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