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Respondamos a la verdadera atracción

Del número de abril de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Quien esté perdido en medio de una noche sin estrellas o en una cegadora tormenta de nieve, aún puede orientarse mediante una brújula. La ciencia física explica que la aguja de la brújula es atraída por el campo magnético de la tierra. La Ciencia Cristiana muestra que la acción de la brújula puede tomarse como un símbolo de la poderosa ley divina de atracción y reciprocidad que siempre está disponible para todos y bajo toda circunstancia.

Debido a que la atracción de la ley espiritual es divina, es irresistible, exige que respondamos de una manera ineludible. En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy explica: “No hay sino una sola atracción real, la del Espíritu. El apuntamiento de la aguja hacia el polo simboliza ese poder omnímodo, o sea la atracción de Dios, la Mente divina”.Ciencia y Salud, pág. 102.

Llegamos a estar conscientes de esa atracción ominipotente cuando, mediante la obediencia a los mandamientos de Dios, respondemos al perfecto gobierno que El ejerce sobre Su creación, incluso Su hombre perfecto. El hombre es nuestra verdadera identidad; y el hombre es la plena y perfecta expresión de Dios, inseparable del gobierno del Principio divino y directamente gobernado por él, no faltándole nada.

En la proporción en que despertemos a nuestra compleción espiritual como el hijo de Dios, responderemos a lo que Dios nos da, buscaremos y encontraremos lo que El da, todo el bien. Esta atracción espiritual hacia el bien, actúa en los asuntos humanos mediante el Cristo, la Verdad salvadora que Cristo Jesús ejemplificó de manera tan completa. El Cristo nos unifica con todo lo que alienta y aumenta, de la mejor manera, nuestro continuo despertar espiritual.

El seguir la dirección de Dios mediante el discipulado cristiano, como fue enseñado por Jesús, es la reciprocidad humana más elevada a la atracción espiritual. Tan completa es esa atracción y reciprocidad a nuestra verdadera naturaleza, que Ciencia y Salud dice: “Si se perdieran la gravitación y la atracción espirituales del hombre hacia el Padre único, en el cual ‘vivimos, y nos movemos, y somos’. y si el hombre fuera gobernado por la corporalidad en vez del Principio divino, por el cuerpo en vez del Alma, el hombre sería aniquilado”.Ibid., pág. 536.

Cuando consideramos que el hombre es tan eterno como es Dios, vemos cuán segura es, y cuán permanentemente tiene que permanecer la atracción espiritual. Pero la Ciencia Cristiana también explica que la creencia en teorías materiales, con sus pretensiones de atracción opuesta, quisiera perturbar nuestra atracción natural hacia Dios o nuestra tendencia a lo divino. Ver Mary Baker Eddy, The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany 159:18–24.

La sensualidad, la codicia, la materialidad, quisieran tentarnos y luego desilusionarnos. Pero Dios, quien es Todo-en-todo, no tiene opuesto verdadero. Si nos vemos en situaciones donde el gozo, la armonía y el progreso, parecen distantes o retrasados, muy bien podríamos preguntarnos si, sin quererlo, estamos especulando acerca de la existencia de algo opuesto a Dios y temiendo su mentira de escasez, en vez de atesorar la verdad de la totalidad de Dios y demostrar la inagotable infinitud del bien.

Debido a que el hombre es la semejanza de Dios quien es el bien, el hombre incluye todo bien. Al comprender esto percibimos, mediante la oración, la eterna presencia del bien. Nuestra colocación satisfactoria y espiritualmente progresiva en nuestra manera humana de vivir, indica nuestra unidad verdadera con Dios, el bien, y nuestra verdadera semejanza a Dios. Por tanto, correctamente considerada, la atracción espiritual dirige al solitario hacia un compañerismo sustentador, al desocupado hacia un trabajo satisfactorio, y al desamparado hacia un refugio adecuado.

Allí mismo donde puede que hayamos sido inducidos a preguntarnos cuándo y cómo podrá ser respondida una necesidad o un anhelo, Dios, el bien, es Todo-en-todo. A medida que comprendemos esto, puede parecer que somos atraídos por alguien en especial que también es es atraído por nosotros. O el anhelo por alguien puede desaparecer para convertirse en un reconocimiento espiritualmente más claro de la integridad de la individualidad verdadera del hombre. Puede parecer que somos guiados justo al empleador correcto o que él ha sido guiado hacia nosotros. O que nuestras necesidades de ingreso y actividad puedan ser satisfechas de una manera que se adapta a nuestra creciente devoción por la práctica de la Ciencia Cristiana. Puede parecer que hemos sido guiados hacia el lugar correcto y adecuado donde vivir, o que el lugar donde ahora vivimos adquiere una nueva dimensión de cualidades atractivas para nosotros. O tal vez podamos vencer el descontento al encontrar satisfacción en un concepto creciente de que el hogar es consciencia divina.

Pero, ¿qué es lo que realmente ha ocurrido? Hemos respondido a la ley espiritual de atracción, la cual deriva de la inseparabilidad de Dios y el hombre. Por tanto, la creencia en la teoría humana de que el hombre está separado de Dios, se ha sometido, por lo menos en cierto grado, a la comprensión espiritual de que el hombre por siempre es uno con Dios, es uno con el bien.

¿Qué enciende esta comprensión en nosotros? La Biblia declara: “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda”. Job 32:8.

Mediante Su Cristo — el mensaje que Jesús enseñó y practicó, el mensaje que la Ciencia Cristiana revela hoy en día — Dios continuamente inspira la comprensión espiritual. La Sra. Eddy escribe: “La practicabilidad y estabilidad de la Ciencia Cristiana revelan la idea verdadera, a saber, que las discordancias terrenales no tienen la realidad de la Mente en la Ciencia del ser; y esta idea — desmaterializando y espiritualizando a los mortales — hace que se vuelva, cual brújula al polo, toda esperanza y fe hacia Dios, por estar basada sobre Su omnipotencia y omnipresencia”.No y Sí, pág. 10.

A medida que nuestra esperanza y fe se apartan del concepto mortal y material acerca de la persona y la posición, se dirigen hacia Dios, y respondemos a la atracción espiritual que gobierna el progreso verdadero. Respondemos al poder del Amor divino que nos guía, paso a paso, hacia nuestro hogar natural, a la gloriosa comprensión de que somos espirituales y, por ello, tenemos todo lo que Dios da.

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