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Descubramos dónde está nuestro hogar

Del número de abril de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cierto miércoles por la noche, al regresar a casa de la iglesia me sentía tan reconfortada por los testimonios de curaciones que había escuchado, y por la inspiración que sentí en la reunión, que iba cantando llena de gozo y plenamente confiada en que el hombre espiritualmente siempre está protegido en la creación de Dios.

De pronto, los pensamientos siguientes se agolparon en mi mente y me pregunté: “¿Por qué tengo que ir a casa, a la confusión, a las reacciones violentas de las emociones humanas, críticas y desilusiones?” Finalmente me di cuenta de que en realidad no deseaba ir a casa.

Sobresaltada con estos interrogantes, me dije: “Espera un momento. Realmente ¿dónde crees tú que está el hogar? ¿Qué crees tú que es el hogar?”

Perpleja ante estos pensamientos, me detuve, paré el auto a un lado de la carretera y apagué el motor. Entonces comenzaron a inundar mi consciencia estos mensajes angelicales: “¿Acaso está Dios en la iglesia y no está en mi hogar? ¿Puede la armonía estar presente en ciertos lugares y ausente en otros?” Llegué a la conclusión de que el verdadero hombre que Dios creó morará “en la casa de Jehová... por largos días”. Salmo 23:6.

Este pasaje de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, que da el significado espiritual de la cita de la Biblia, me vino a la mente: “En la casa [la consciencia] del [AMOR] moraré por largos días”.Ciencia y Salud, pág. 578.

!Qué equivocada había estado al aceptar situaciones discordantes y confusas en casa! La Ciencia Cristiana me había enseñado que las verdades que escuchamos en la iglesia, y leemos en la Biblia y en Ciencia y Salud, es necesario ponerlas en práctica diariamente, no sólo en la iglesia, sino en todas partes.

Me pregunté: ¿Por qué no estoy corrigiendo la situación con la Ciencia Cristiana cuando precisamente su misión es corregir en el pensamiento las creencias materiales de discordancia y reemplazarlas con los hechos espirituales de la existencia, y ayudarnos a comprender la realidad del bien que Dios ha creado?

Cuando le preguntaron a Jesús: “¿Dónde moras?”, él sencillamente les dijo: “Venid y ved”. Juan 1:38, 39. Jesús demostró, a través de todas sus enseñanzas y curaciones, que la morada espiritual es la única casa en la que él y toda persona puede realmente habitar.

Eché a andar el auto y manejé muy contenta camino a casa, y ahora estaba deseando llegar para esperar y ver la manifestación de la bondad de Dios en la consciencia del Amor. Esta experiencia fue el comienzo de mi nuevo concepto de hogar; un concepto que creció en mi pensamiento hasta desbordarse y bendecir a cada miembro de la familia. Reconocí el error de pensar que vivía en dos mundos diferentes: la iglesia y mi casa. ¡Cuán ridículo había sido este razonamiento y qué hermosas experiencias tuve diariamente a medida que sostenía en mi consciencia que ningún miembro de la familia ni yo podíamos jamás estar separados de nuestro Padre-Madre Dios! El pensar en cada uno de ellos como hijos de Dios, fue un despertar para mí.

Muy pronto, todos demostraron más generosidad. Cada miembro de la familia se esforzaba por ayudar a los demás. La crítica y el hábito de juzgar duramente, desaparecían a medida que estaba más consciente de que todos podíamos expresar a diario las cualidades del Cristo, tales como humildad, sinceridad, generosidad, paciencia y demás. El bien se reveló cada día más y era vivido por todos. Cada miembro se ocupaba de hacer su trabajo en el hogar en forma constructiva en lugar de consentir en el ocio que engendra la discordia. Tal diligencia no sólo ayudó a la realización de nuestras tareas, sino que también resultó en mayor progreso en el trabajo de escuela y en actividades útiles para todos los niños.

Las desagradables épocas anteriores parecían un mal sueño, una pesadilla de la cual me había despertado. Al reconocer y vivir espiritualmente al Cristo, la Verdad, la iglesia y el hogar fueron indivisibles. Es muy consolador saber que en la Ciencia jamás podemos perder la base de la actividad espiritual, que siempre está presente en la consciencia y en nuestras vidas, ya sea en la iglesia, el trabajo, la recreación o el hogar. Como Ciencia y Salud nos asegura: “Peregrino en la tierra, tu morada es el cielo; extranjero, eres el huésped de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 254.

El hombre ni se aparta de su hogar espiritual verdadero ni regresa a él. Siempre mora con el Padre celestial en el reino de los cielos. Esto es la verdad. ¡Qué gozo probarlo diariamente, en el hogar, en la iglesia, en todas partes!

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