El dominio escala montañas, elevándome
a insólitas alturas.
Desciende a las cavernas.
“¡Valor!”, ruge el león de Judá.
“Acabamos de comenzar”.
El dominio guía a través de sendas enmarañadas
nunca exploradas,
a través de puertas que antes jamás fueron abiertas,
hacia desiertos de silencio.
“¡Ven!”, llama la voz de trueno.
“Quita tu calzado de tus pies,
ésta, tierra santa es”.
El dominio me ha conducido ante
el rostro de Dios.
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