La idea de estar gobernados por un Dios amoroso que es del todo sabio, puede parecer atractiva, mas no relacionada con las realidades de la existencia diaria. Cuando las circunstancias pretenden ejercer autoridad en nuestra vida y forzarnos en ciertas direcciones, Dios puede, por cierto, parecer lejano. Pero no está lejos, precisamente porque El es Dios. Es omnipresente, Espíritu supremo, que gobierna a Su creación sabiamente y mantiene la libertad del hombre. El desafío consiste en discernir y comprobar esto.
Un concepto limitado y materialista de la vida no puede percibir la realidad de la cercanía de Dios. Pero la receptividad espiritual, algo que todos podemos cultivar mediante la oración humilde y una mayor pureza, ciertamente comprende el amor de Dios por el hombre y lo tangible de Sus bendiciones. Y esto abre el camino al progreso. Nos permite lograr, por lo menos, un cierto grado de dominio sobre las circunstancias que quisieran aprisionarnos. Independientemente de lo difícil de la situación, el hecho espiritual de la inseparabilidad de Dios y el hombre tiene verdadera autoridad sobre las imposiciones del pensamiento carnal.
En muchos países, la gente se siente limitada por formas represivas de gobierno, por la injusticia que sistemas mal dirigidos quisieran imponer a la inocencia. ¿Qué podemos hacer nosotros y ellos al respecto? Es muy claro que todos necesitamos depositar nuestra confianza en un sistema más elevado de gobierno. Es necesario que nos demos cuenta de que, a pesar de los sistemas políticos injustos, cada persona tiene una relación con el Dios Todopoderoso que desplaza a todas las demás. Y esa relación, por su misma naturaleza, incluye la libertad. Por eso, aun frente a la injusticia irremediable, se puede empezar a hallar libertad.
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