Mi madre murió cuando yo tenía siete años. Yo no podía creer en un Dios que pudiera privarme de mi muy amada madre; por eso, dejé de orar. Sin embargo, me mandaron a la Escuela Dominical de una iglesia protestante (la que yo no tomé muy seriamente).
Cuando yo tenía diez años, supe por primera vez acerca de la Ciencia Cristiana y de un libro titulado Ciencia y Salud por Mary Baker Eddy. Esta introducción a la Ciencia me dio una vislumbre de Dios que encontré confortante, por lo que pedí a mi padre que me dejara comprar un ejemplar de Ciencia y Salud. El se mostró algo asombrado, pero me dio el dinero para mi primer ejemplar del libro de texto de la Ciencia Cristiana. Después que compré el libro, leí algunos capítulos. Pero, como no lo comprendí, lo dejé de lado.
No fue hasta que cumplí los diez y siete años que conocí a una Científica Cristiana. Alguien me la hizo notar en una fiesta de cumpleaños. No esperé a que me la presentaran, sino fui a ella y le pregunté acerca de su religión. Me dijo algo al respecto y me invitó a la Escuela Dominical.
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