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¿Qué hay de malo con el hipnotismo?

Del número de agosto de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando yo cursaba los primeros años de la escuela secundaria, antes de tener conocimiento de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), fue presentado en el salón de actos de nuestra escuela un programa sobre hipnotismo. Yo estaba fascinado por el aparente poder y características extraordinarias que este estado de consciencia parecía exhibir. El padre de uno de mis condiscípulos era siquiatra, y hallamos un libro sobre hipnotismo en su biblioteca. En poco tiempo, estábamos experimentando con algunas de las técnicas, y me di cuenta de que yo podía hipnotizar a mi amigo. (Es interesante mencionar que a mí jamás pudieron hipnotizarme. Sencillamente yo no quería someter mi pensamiento al control de otra persona, un hecho que debió haberme puesto sobre aviso en cuanto a los problemas inherentes al hipnotismo.)

Después de varias semanas, perdimos gradualmente interés en el hipnotismo. Más adelante, cuando estudiaba en la universidad, nuevamente empecé a experimentar con él. Solía divertir a los hermanos de mi fraternidad con “sesiones” ocasionales con voluntarios en el salón social de la casa de la fraternidad.

En otra ocasion, hipnoticé a un amigo a pedido de él para que saliera aprobado en un examen. No sólo aprobó el examen, sino que sobresalió en él. Yo estaba muy contento conmigo mismo.

No obstante, cuatro semanas después, mi amigo regresó. Quería que yo lo hipnotizara nuevamente para prepararlo para otro examen. Había dejado de estudiar debidamente otra vez, aún creía que él era deficiente, y estaba más seguro que antes de que yo tenía la llave de su éxito.

Me desconcertaba que alguien hubiera llegado a depender de mí para su sentido de inteligencia. Era claro que mi amigo estaba en peor condición ahora que antes de que yo lo ayudara. Había logrado los resultados que quería en ese primer examen, pero había pagado un alto precio. No sólo todavía creía que era perezoso y falto de inteligencia, sino que además tenía la firme creencia de que la solución de su problema estaba fuera de su control, y que podía y debía ser controlado por alguien más.

Fue obvio para mí que el hipnotismo era un callejón sin salida del cual él tenía que retroceder antes que pudiera hacer algún progreso. Insté a mi amigo a que buscara dentro de sí mismo la motivación e inteligencia que quería que yo le diera. Perdí todo interés en el hipnotismo en ese momento.

Pocos años después, conocí las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. Fue sólo después de dos años de luchar para poner mi estilo de vida y móviles en armonía con esas enseñanzas, que empecé a comprender lo suficiente de esta Ciencia para demostrar su poder sanador firmemente en mi vida. El uso de drogas y alcohol fue eliminado, y obtuve un sentido de dirección y determinación, logrando así una norma elevada en subsiguientes estudios académicos.

También obtuve, mediante el estudio de Ciencia Cristiana, una perspectiva más clara sobre el mal del hipnotismo. Una declaración en particular de Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, parece resumir lo que había aprendido de ese último episodio con el hipnotismo: “El hipnotizador emplea un error para destruir otro”. Continúa: “Después de eso, ese error mayor ocupa el terreno y deja el caso en peor estado que antes que el error más fuerte se apoderara de él”.Ciencia y Salud, pág. 104.

Un pedido subsecuente de ayuda, mediante la Ciencia Cristiana, que recibí de otro amigo, me ofreció un contraste interesante con la experiencia anterior. Residía en la casa de una familia que vivía cerca de la universidad para graduados a la cual yo asistía. El hijo adolescente de la familia estaba sumamente entregado a las drogas y había abandonado el colegio. Estaba bien enterado de mi interés por la Ciencia Cristiana.

Una noche, me dijo que un amigo de él acababa de ser hospitalizado con hepatitis. Ambos habían usado la misma aguja hipodérmica para inyectarse drogas, y mi amigo también tenía todos los síntomas de hepatitis. Estaba atemorizado y quería que yo lo ayudara mediante el tratamiento de Ciencia Cristiana.

Aun cuando yo había tenido varias curaciones mediante la oración, jamás se me había pedido que ayudara a otra persona. Me resistía a tomar el caso. Después de hablar sobre la situación con un practicista de la Ciencia Cristiana, me sentí alentado a orar por mi amigo.

Esa noche, alterné entre la lectura de algunas selecciones del capítulo intitulado: “La práctica de la Ciencia” en nuestro libro de texto, Ciencia y Salud, y la afirmación, mediante la oración, de la perfección y la naturaleza intacta de mi amigo como hijo impecable de Dios. Cuando una sugestión d temor vino a mi pensamiento, conscientemente reemplacé esa sugestión con verdades específicas del libro de texto. A la mañana siguiente, tuve una sensación de paz acerca de la situación. No obstante, todavía me sentí algo sorprendido cuando mi amigo irrumpió en mi cuarto, declarando que todos los síntomas habían desaparecido y que se sentía muy bien.

Como resultado de esta completa curación, se volvió un estudiante sincero de Ciencia Cristiana, y su vida se regeneró progresivamente. Subsecuentemente aprendió cómo sanarse a sí mismo y a otros. !Qué contraste con mi esfuerzo desatinado de ayudar a mi hermano de la fraternidad a prepararse para su examen!

El comprender que Dios es la Mente infinita única, puramente buena, la fuente misma de todas las ideas, y que el hombre perfecto refleja solamente esta Mente, destruye la creencia de que muchas criaturas, cuya base de operación es el cerebro, están luchando por obtener soluciones mentales para resolver sus problemas. Esta comprensión de que hay una Mente única, eleva la consciencia para ver la realidad de que el hombre refleja directamente la perfección de Dios, y esta comprensión sana sin influencias externas de ninguna clase. Ciencia y Salud declara: “No puede haber curación excepto por esa Mente, por mucho que confiemos en un medicamento o en cualquier otro medio hacia el cual la fe humana o el esfuerzo humano se dirija”.Ibid., pág. 169.

El hipnotismo, o magnetismo animal, es la acción del error o de la sugestión basada en la materia, en la consciencia humana. Puesto que el hipnotismo intenta trabajar con la creencia humana, la fuente real de toda manera de pensar basada en la materia, no puede realmente elevar o sanar. En el mejor de los casos, está predestinado al fracaso, al querer reemplazar una creencia falsa con otra y, para colmo, con una falsa creencia más fuerte.

La mente humana parece estar a la búsqueda constante de medios para resolver sus problemas con algo que va más allá de métodos físicos o materiales, los cuales descubrimos que son limitados e ineficaces. Cuando vemos por primera vez la relación entre el pensamiento humano y la experiencia externa, la cual el hipnotismo parece demostrar, el hipnotismo parece ser un paso en la dirección correcta, un paso fuera de la materia. Comparado con la creencia, ampliamente sostenida, acerca de que nuestra experiencia es sólo el resultado de las interacciones y colisiones de la materia, el hipnotismo puede parecer, en algunas maneras, progresivo. Pero eso es un engaño. Cualquier aparente beneficio del hipnotismo es efímero y es adquirido a un precio sumamente elevado, puesto que la solución temporaria, o “cura”, realmente deja a la persona en peores condiciones.

El control de una mente humana por otra es un mal tan restrictivo y limitativo, en todo aspecto, como sumiso a la dominación de la materia. De hecho, ambas son fases de la misma creencia falsa: que el hombre es material y que está separado de su origen y fuente puramente espirituales. Cuando Cristo Jesús previno a la gente contra falsos salvadores y falsos Cristos, dijo: “Mirad que no seáis engañados”. Lucas 21:8. La Sra. Eddy claramente previene a los Científicos Cristianos contra el peligro del hipnotismo, incluso exige en el Manual de La Iglesia Madre que los estudiantes de Ciencia Cristiana no aprendan hipnotismo. Ver Man., Art. XI, Sec. 9.

El tratamiento mediante la Ciencia Cristiana, basado en el amor de Dios y la comprensión de los absolutos hechos espirituales del ser, atraviesa la naturaleza sugestiva de las concepciones materiales y destruye la fuente de la aparente discordia. Los siguientes aspectos del tratamiento mediante la Ciencia Cristiana ilustran que su naturaleza es exactamente opuesta al hipnotismo:

• Debido a que está basado en la Verdad eterna, o Principio divino, el tratamiento mediante la Ciencia Cristiana, no está sujeto a la especulación humana respecto a qué decir o cómo dar un tratamiento correcto.

• Jamás se intenta en la Ciencia Cristiana controlar el pensamiento o la acción de otra persona. No se desarrolla ninguna dependencia entre el paciente y el practicista, puesto que toda curación metafísica está basada en la relación directa que ya existe entre Dios y el hombre individual, la cual ayuda a iluminar las oraciones del practicista.

• La curación mediante la Ciencia Cristiana es permanente. No mengua, puesto que el paciente ha sido sanado mediante la comprensión de la Verdad eterna, no por la sugestión o la voluntad humana y, por lo tanto, es en ese grado una nueva persona.

• El tratamiento mediante la Ciencia Cristiana siempre es íntegro y bueno. Para ser eficaz, el sanador debe tener móviles puros, ser fiel a la Verdad, y tener un amor genuino por Dios y el hombre.

La libertad y el dominio sólo pueden lograrse conociendo y haciendo la voluntad de Dios. Entonces el usar conscientemente nuestra capacidad para determinar por nosotros mismos nuestros pensamientos, actitudes y móviles, estará en conformidad con la ley de Dios, y la Verdad y el Amor gobernarán nuestra vida. Como escribe la Sra. Eddy: “Dios ha dotado al hombre con derechos inalienables, entre los cuales se encuentran el gobierno de sí mismo, la razón y la conciencia. El hombre se gobierna a sí mismo debidamente sólo cuando está dirigido correctamente y gobernado por su Hacedor, la Verdad y el Amor divinos”.Ciencia y Salud, pág. 106.

Cuando encaramos problemas de cualquier índole, las soluciones espiritualmente mentales siempre están disponibles directamente de Dios. La Ciencia Cristiana nos despierta a la eterna presencia de esta relación directa, y nos muestra cómo sanarnos a nosotros mismos y cómo ayudar a otros a hacer lo mismo, y así glorificar a la Mente única, Dios.

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