Hace aproximadamente diez años, una noche de verano, mientras iba con mi hijo de tres años manejando el auto camino a casa por una carretera del interior, de repente sentí fuertes palpitaciones del corazón. En cierto instante, mi corazón cesó de latir completamente y me invadió un intenso temor de que me estaba muriendo. Aunque me sentía sumamente débil, pude detener el auto a un lado de la carretera, a la vez que declaraba en voz alta todo el tiempo “la exposición científica del ser” de la página 468 de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. (Mi hijo estaba dormido a mi lado en el asiento especial para niños.)
Como mi auto estaba estacionado de frente hacia el oeste, pude observar la puesta de sol. Gradualmente sentí que iba perdiendo todo movimiento y sensibilidad en el cuerpo, y pensé que ésta era la última puesta de sol que vería en mi vida. Entonces me di cuenta de que esta clase de pensamientos no me salvarían, e inmediatamente comencé a afirmar algunas declaraciones de la verdad que recordaba de Ciencia y Salud. Continué afirmándolas, a pesar de una agresiva sugestión de que mis esfuerzos eran inútiles.
Luego pensé: “¡Si tan sólo estuviese aquí mi madre para ayudarme!” Innumerables veces cuando era niño, mi madre me había ayudado mediante la oración en la Ciencia Cristiana, lo cual siempre me trajo alivio y curación. Entonces comprendí que Dios es mi verdadero Madre y Padre, y que el Amor infinito está siempre presente para consolar y sanar. Inmediatamente sentí una paz inefable, y los terribles temores que me oprimían cesaron. A medida que permanecí consciente de este sencillo hecho espiritual, la debilidad y la falta de movimiento y sensibilidad también disminuyeron. Sabía que me recuperaría. Aproximadamente después de una hora me fue posible continuar manejando hasta llegar a casa y llevar a nuestro hijo a la cama. Más tarde, cuando mi esposa llegó a casa le pedí que llamara a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara.
Durante el año siguiente, tuve varios ataques similares. Aunque físicamente no fueron tan severos, sentí el mismo intenso temor de que podía morirme. En estas ocasiones, tuve el tierno apoyo de la oración de un practicista. Durante esta época, muchas fueron las verdades espirituales que encontré en la Biblia y en las obras de la Sra. Eddy sobre las cuales meditaba. La siguiente declaración, en la página 392 de Ciencia y Salud, fue particularmente significativa y alentadora para mí: “Sólo mientras permanezca el temor o el pecado podrán ellos producir la muerte”. Después de leerla, me di cuenta de que mi necesidad principal era vencer el temor a la muerte.
Una tarde, mientras estaba escuchando uno de los discos de mi hijo de una serie de libros narrados (producidos por La Iglesia Madre), tuve la convicción de que estaba completamente sano. La grabación incluye el artículo “Ángeles” de las páginas 306 y 307 de Escritos Misceláneos por la Sra. Eddy. La dulce voz de la niña que lee el artículo, expresando esas verdades amadas, me hizo derramar lágrimas de gratitud. Supe entonces que había sanado permanentemente.
Después de eso, el problema nunca volvió a repetirse, y, desde entonces, con frecuencia he realizado trabajo físico muy extenuante. Sin embargo, en esa ocasión no pensé en ello, pero muchos años después que tuvo lugar esta curación, me di cuenta de que aun durante las crisis físicas más críticas nunca se me ocurrió recurrir a ninguna otra fuente que a la Ciencia Cristiana para encontrar ayuda. Siempre he confiado en Dios para la curación mediante la Ciencia Cristiana, y supe que también en ese caso sanaría, confiando solamente en la Verdad divina, el remedio más eficaz y confiable. Para mí esta curación constituyó una prueba de la declaración de la Sra. Eddy en el artículo “Ángeles” que mencioné antes (Esc. Mis., pág. 307): “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez,os dan vuestra provisión diaria. Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis”.
Brooksville, Florida, E.U.A.
Me es muy grato verificar el testimonio de mi esposo. En la época en que pasó por este problema físico, estábamos haciendo extensas reformas en una casa que recientemente habíamos adquirido. El día que se produjo el primer incidente habíamos estado trabajando en la casa y luego cenamos juntos. Después de la cena, Douglas me pidió que orara por él porque se sentía algo extraño. Le aseguré que lo haría, y ambos sentimos que era correcto continuar con nuestros planes para esa noche. Mi esposo se fue con nuestro hijo de tres años a la casa donde vivíamos, la cual todavía alquilábamos, mientras que nuestro otro hijo y yo asistimos a una reunión social en el barrio donde nos íbamos a mudar.
Cerca de cuatro horas más tarde, nuestro hijo mayor y yo regresamos a casa, y me alegré al ver que nuestro hijo de tres años dormía plácidamente. Sin embargo, cuando miré a mi esposo que estaba sentado en la sala, supe que necesitaba que lo ayudara mediante la oración. Oré como mejor pude, mientras me ocupaba de que mi otro hijo se preparara para irse a dormir. Debo admitir que sentí cierto temor. No obstante, la mayor parte del temor se disipó en el instante en que hablé con la afectuosa practicista a quien llamé a pedido de mi esposo. Fue evidente que esa noche Douglas tuvo una mejoría definitiva, y, bien pronto, pudo continuar con el trabajo que era necesario hacer en nuestra casa.
En los años transcurridos desde esa curación, realmente hemos disfrutado del trabajo en nuestra estancia y en los negocios de la familia. Estoy muy agradecida porque la curación total del problema del corazón trajo un gran crecimiento espiritual, tanto para mi esposo como para mí. El progreso espiritual alcanzado durante este tiempo, ha sido de gran ayuda para educar a nuestros dos hijos, sabiendo que su Padre-Madre Dios está siempre cuidándolos tiernamente. Mi esposo y yo estamos sumamente agradecidos por haber sido educados en la Ciencia Cristiana, y, a menudo, agradecemos a Dios por la abundancia del bien que continúa revelándose en nuestras vidas a través de nuestra comprensión acerca de Dios.
