¡El Cristo viene! ¡Qué promesa tan trascendental es este hecho para cada uno de nosotros! Especialmente para aquellos que anhelan salud, armonía, paz mental y liberación del pecado. A todos los que están necesitados, la Ciencia Cristiana les revela la eterna venida del Cristo, que es vista en la vivificación de nuestras vidas y en pruebas del poder de la curación cristiana. Ciertamente el Cristo es la respuesta a todas nuestras necesidades. El despertar a la presencia del Cristo trae curación y armonía a la experiencia humana. En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy nos dice: “El Cristo es la Verdad ideal, que viene a sanar a la enfermedad y al pecado por medio de la Ciencia Cristiana y que atribuye todo el poder a Dios“.Ciencia y Salud, pág. 473. Y ella define al Cristo así: “La divina manifestación de Dios, la cual viene a la carne para destruir al error encarnado”.Ibid., pág. 583. Es muy claro que el Cristo sana tanto ahora como cuando Jesús tan plenamente ejemplificó el poder de Dios que su discípulo Pedro lo identificó de esta manera: “Tú eres el Cristo”. Marcos 8:29.
Cristo Jesús reconocía la importancia de su misión como el Mesías, el Salvador, dada por Dios. Dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Juan 10:10. La Ciencia Cristiana, que ha venido a nuestra época en total acuerdo con las enseñanzas de Jesús, revela que el Cristo está todavía aquí con nosotros para salvar, regenerar y sanar. Cuando, mediante la oración fervorosa y humilde, llegamos a comprender, en cierto grado, que la constante presencia del Cristo es el Emanuel o “Dios con nosotros”, experimentamos enaltecedoras percepciones espirituales que traen curación.
Hace varios años, tuve esa clase de experiencia profunda. Durante el transcurso de sólo un año, varias de mis amistades fueron atacadas por cierta enfermedad, falleciendo en corto plazo. Cada una de ellas había recibido intenso tratamiento médico pero no sanaron. Me sentí profundamente apenada por sus muertes y cada vez más temerosa de la enfermedad. Entonces empecé a sentir dolor en una parte del cuerpo, y el temor parecía haberse apoderado de mí. Cuando trataba de combatir el temor y el dolor mediante mi propia oración, tenía momentos en que la situación estaba bajo control, y sentía calma y esperanza. Pero el temor no fue totalmente desarraigado.
La situación llegó a un punto culminante cierta noche. Me desperté totalmente aterrorizada por la condición y convencida de que se estaba manifestando en mi cuerpo. Pero aun en este estado mental de temor y pánico, me di cuenta de que tenía que tomar una decisión de una u otra forma; o bien optar por los populares sistemas médicos de exámenes y tratamientos o recurrir a Dios de todo corazón y buscar curación por medio de la Ciencia Cristiana. Decidí recurrir a Dios. Cerrando totalmente la puerta a la pretensión del temor, discipliné mi pensamiento para escuchar las verdades espirituales.
La definición del Cristo antes citada me vino de inmediato al pensamiento, y abrigué en mí su significado sanador. Me llamó entonces profundamente la atención el hecho de que el Cristo viene, no que vino una sola vez mediante Cristo Jesús. Otros pasajes familiares abrigados durante años de estudio de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, llenaron mis pensamientos. Por ejemplo, me mantuve con esta definición del libro de texto: “Cuando la ilusión de enfermedad o de pecado os tiente, aferraos firmemente a Dios y Su idea”.Ciencia y Salud, pág. 495. Y también: “No permitáis que ninguna pretensión de pecado o enfermedad se desarrolle en el pensamiento”.Ibid., pág. 390.
Además, recordé muchas otras verdades. Tan grande era mi necesidad, que las recibía con gozo, abrigando tiernamente en mi corazón cada percepción espiritual. Los pensamientos eran firmes, claras convicciones de la realidad espiritual, de la cercanía y bondad de Dios, y de la perfección del hombre como imagen de Dios. Comprendí que la inspiración venía de Dios, el Espíritu, diciéndome la verdad de mi verdadero ser. Los pensamientos de temor y dolor eran imposiciones, mentiras acerca de la identidad perfecta y espiritual del hombre.
A medida que oraba, percibía más claramente que la condición física que había temido, ya fuera en mí o en otros, era una ilusión, un sueño. Una convicción absoluta de que mi identidad es espiritual y perfecta fue gradualmente reemplazando a la preocupación acerca de mi cuerpo. Sentí que la presencia del Cristo me elevaba, purificaba y sanaba. Supe que había sanado. Y así fue. El temor de aquella enfermedad empezó a disminuir y pronto desapareció completamente. En un par de días también había desaparecido todo indicio de dolor, pero la convicción de que la enfermedad es una ilusión, ha permanecido conmigo. También ha permanecido el recuerdo de ese maravilloso sentido de “Dios con nosotros”. Sé que el Cristo ha venido, porque sentí su presencia sanadora.
Esta experiencia me ha enseñado varias lecciones. Primero, me enseñó a vigilar mi pensamiento y a no dejar que pensamientos de temor, enfermedad y pecado me dominaran. La Ciencia Cristiana es tanto preventiva como curativa, y debemos resguardar nuestros pensamientos contra influencias malsanas. La afirmación dada en los Salmos es todavía pertinente: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente”. Salmo 91:1. Al negar la entrada a los pensamientos erróneos en nuestra consciencia y vivir diariamente sobre la base del bien omnipotente, prevenimos la manifestación de enfermedades en nuestra experiencia.
Otra lección que aprendí es que podemos enfrentar las sugestiones de temor en cualquier momento y desecharlas con verdades espirituales específicas; con las verdades de Dios. Una mentira es siempre una mentira. Aun nuestra creencia de que puede ser verdad por un momento, no le da poder. El Cristo sanador está siempre presente para fortalecernos y despertarnos a la realidad de que la enfermedad es una mentira. El poder sanador del Cristo está a nuestro alcance en todo momento.
También llegué a comprender otro punto: que la curación mediante el Cristo no se demora. Puesto que la curación es un despertar a lo que ya es espiritualmente verdad, es como despertar de un sueño. El tiempo no tiene nada que ver. El sueño mesmérico, o ilusión, desaparece cuando reconocemos la presencia del Cristo, la Verdad, y seguimos las indicaciones de la Verdad.
Aceptando diariamente al Cristo, moramos en el espíritu de este amado himno:
Oh soñador, despierta de tus sueños,
levántate, cautivo, libre ya;
que el Cristo rasga del error el velo
y de prisión los lazos romperá.Himnario de la Ciencia Cristiana, N.º 202.
A medida que cada uno de nosotros trata de hacer mejor trabajo sanador, a medida que enfrentamos y desafiamos las creencias e enfermedad y pecado, podemos sentirnos muy agradecidos por el ejemplo y las enseñanzas de Cristo Jesús. Y la Ciencia Cristiana — la Ciencia del Cristo — por cierto que nos guía hacia el Espíritu.
Si el Espíritu de aquel que levantó
de los muertos a Jesús mora en vosotros,
el que levantó de los muertos a Cristo Jesús
vivificará también vuestros cuerpos mortales
pro su Espíritu que mora en vosotros.
Romanos 8:11
