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Eliminación, reconstrucción y restauración mediante el Cristo

Del número de agosto de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hoy la Ciencia Cristiana pone a disposición de la humanidad el arte espiritual de la curación por la Mente divina que Jesús ejemplificó. La Mente, Dios — expresada en la consciencia humana mediante el Cristo, el mensaje sanador y redentor que Jesús enseñó y practicó— es siempre todopoderoso. La curación que se practica en la Ciencia Cristiana, opera partiendo de la base de la omnipotencia del Amor divino y de la exactitud del Cristo, la Verdad, que actúan en el pensamiento humano.

La curación mediante la Ciencia Cristiana, elimina lo que es discordante, pero no por medios materiales ni por desear mentalmente que las condiciones materiales indeseables desaparezcan. Tampoco se reparan ni se recuperan las condiciones materiales deseables por medio de la sugestión mental. Puesto que la Mente es Todo, no hay materia. Y el Cristo elimina la creencia de que la materia es sustancia viva e inteligente. Para la percepción humana es así como el Cristo satisface nuestras necesidades, regenerándonos espiritualmente y restaurando nuestro entendimiento espiritual de que la sustancia es Espíritu — la única Mente y Vida, Dios — y que el hombre es Su eterna y perfecta semejanza espiritual.

La anatomía que la Ciencia Cristiana trata, es el pensamiento. La salud que la Ciencia Cristiana nos restaura es la integridad armoniosa preservada por Dios Mismo, y esta restauración satisface todas nuestras necesidades humanas. El estudio y la práctica de esta Ciencia nos despiertan a nuestra identidad eterna como el hombre de Dios, y nos revelan que este hombre perfecto, de hecho, es nuestra verdadera identidad. A medida que nos esforzamos por comprender nuestra verdadera identidad, el Cristo, la Verdad, nos da el entendimiento espiritual de la realidad divina, elimina sin dolor lo que es dañino, reconstruye firmemente lo que es útil y restaura pacíficamente lo que contribuye a nuestro progreso físico, moral y espiritual.

Toda curación mediante el Cristo incluye un ajuste espiritual de la creencia mortal, y esto también se aplica a la cirugía cristianamente científica. La Sra. Eddy escribe: “La Ciencia Cristiana siempre es el cirujano más hábil, pero la cirugía es el ramo de su método curativo que será el último en ser reconocido”.Ciencia y Salud, pág. 402. Sin embargo, el método del Cristo de la cirugía espiritual, está operando visible y tangiblemente en los corazones y vidas receptivas hoy en día. Por más de cien años, las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana han publicado testimonios bien documentados de personas que han experimentado los efectos de la cirugía espiritual, incluso la eliminación de tumores y de casos de cáncer, la reconstrucción de órganos enfermos o deformes, y la restauración de huesos y carne a la normalidad después de accidentes o deterioro.

Cristo Jesús es el Modelo de la humanidad. El practicó la curación sin medicamentos materiales y también sin cirugía física. El sanaba por medios espirituales solamente. Su vida pura es el modelo que la Ciencia Cristiana exhorta para que las personas sigan como norma en sus vidas. En la iluminación espiritual que brilla a través de nuestra adoración al Cristo, la Verdad, las fallas y faltas humanas salen a la luz para ser corregidas. Y al eliminar estos errores por medio de la autodisciplina espiritual de la práctica de la Ciencia Cristiana, aun sus efectos imperceptibles desaparecen.

Aunque Dios es el poder que causa cambios para bien, tanto en el carácter como en el cuerpo, el trabajo de oración y la práctica que da la bienvenida a este poder divino es nuestro. Y en este trabajo pronto aprendemos que la forma más eficaz para progresar es reemplazar conceptos mortales errados, instantánea e insistentemente, con verdades inmortales.

Para experimentar la cirugía cristianamente científica en tiempos de necesidad específica, debemos aceptar la influencia del Cristo en la consciencia para que nuestra iluminación santa pueda exponer y eliminar espontáneamente cualquier error en particular que estemos albergando sin darnos cuenta. Cristo, inspirando una fe en el Todo-poder divino y un entendimiento de este Todo-poder, directamente sustituye tales errores como el temor al testimonio del sentido material, o la duda de la capacidad de Dios para silenciarlo totalmente.

El practicar la cirugía cristianamente científica día a día, es velar el pensamiento mediante la oración — descubrir y arrancar de raíz nuestras tendencias pecaminosas o enfermizas que quisieran consentir en la creencia de una existencia separada de Dios — y esforzarnos por progresar moral y espiritualmente. Tal práctica regular y radical de la Ciencia, no solamente nos prepara para enfrentar las emergencias con dominio, sino que también impide que los errados pensamientos tomen forma en nuestra vida. Pero, ¿cuántas personas se esfuerzan por poner al Cristo primero de esta manera, a menos que las circunstancias lo exijan? La Sra. Eddy escribe: “La mayoría de los hombres evitan la verdad afilada que atraviesa el hierro y la tierra, hasta que se ven obligados a enfrentarla. Entonces abren sus corazones a ella hallando el verdadero ser, la salud, la santidad y la inmortalidad”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 160.

Sin embargo, si las circunstancias nos están instando ahora para que abramos nuestros corazones y vidas al método espiritual de cirugía, el Cristo nos capacita al instante para enfrentar las exigencias y así cosechar las recompensas de la promesa bíblica: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Hebr. 4:12.

La aceptación de todo corazón del poder de Dios, Su Cristo y Su Ciencia, realmente nos capacita para echar fuera el pecado y el sufrimiento, enmendarnos y restaurar nuestra vida, basándonos en la práctica de la Ciencia Cristiana. Esta práctica nos despierta a la realidad divina. Y, en realidad, todo está siempre bien.

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