El tema concerniente a la sensualidad, el entregarse a un apetito para los placeres del cuerpo, necesita que se le preste más atención de lo que la sociedad le está dando.
Las revistas, las películas y la publicidad se valen de la sensualidad como algo natural para atraer al público. Recientemente, una fábrica de automóviles condujo una campaña publicitaria por radio — graciosa, por no decir triste — en la que se oye una voz femenina que susurra provocativamente el nombre que se le dio a un determinado modelo: ¡SX! [En inglés suena como la palabra “sexo”.]
Hoy en día, mucha gente parece tomar la sensualidad como si fuera algo normal. Muchos suponen que el cuerpo y sus placeres son lo único en lo que se pueden apoyar en un mundo que, de otro modo, les sería desabrido e incierto. La sensualidad es considerada como un derecho saludable y normal de los seres humanos.
Pero, ¿lo es? ¿O es una imposición sobre lo que es sumamente natural y fundamental, es decir, algo que limita y que cierra las puertas de la percepción y la experiencia que, de otra manera, permanecerían abiertas?
El cristianismo primitivo enseñó que el sensualismo era una forma de servidumbre. Pablo escribió a los cristianos que vivían entre los disolutos romanos: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” Rom. 6:16.
El cristianismo siempre ha tenido la convicción ardiente de que la espiritualidad, y no el cuerpo material, es el aspecto más fundamental de nuestras vidas. Y aun aquellas personas que puede que no piensen que creen en Dios tienen un sentido intuitivo sobre esto. Descubren que las cosas intangibles como el amor desinteresado, la libertad de espíritu, el deseo de ver el bien y la realización del prójimo, el aspirar por la justicia, significan mucho más que cualquier gratificación sensual. El reino de las cosas espirituales merece nuestra lealtad más profunda.
La gente a menudo supone que las enseñanzas morales del cristianismo referentes a la sensualidad están basadas en opiniones humanas pasadas de moda y sin vigencia actual. Sin embargo, estas enseñanzas en realidad provienen de una fuente muy diferente de lo que se podría calificar como una opinión personal y puritana. Están cimentadas en una nueva perspectiva y comprensión respecto al hombre, que es tan concreta como cualquier descubrimiento científico. Cristo Jesús enseñó que el hombre no es lo que aparenta ser: un animal necio y limitado. Enseñó que el hombre es el hijo de Dios. De modo que el hombre está relacionado directamente con el Principio del universo, que es el bien infinito.
En efecto, las enseñanzas morales del cristianismo dicen: “¡Mire, no se envuelva tanto en el acostumbrado ciclo sensual! Lo guiará incorrectamente. Nublará la luz que le pertenece, su sentido espiritual, la posibilidad que tiene de descubrir su identidad genuina como hijo de Dios”.
En términos prácticos, ¿no nos lleva la sensualidad en la dirección equivocada, y tiende a hacernos dormir para que no veamos la realidad de nuestro verdadero ser espiritual? Mary Baker Eddy, que fundó la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), escribe: “Un pensamiento sensual, cual átomo de polvo lanzado a la cara de la inmensidad espiritual, es densa ceguedad en lugar de una consciencia científica y eterna de la creación”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 263.
De hecho, existe un inmenso universo de vida y significado espirituales que queda por discernir. Este universo espiritual puede que sea invisible para los sentidos, pero la más leve percepción de su realidad nos hace sentir que sea más tangible e importante que cualquier otra cosa que hallamos conocido.
El problema que presenta la sensualidad es que nos enceguece y no podemos ver al Cristo, o la idea espiritual de Dios, que iluminó a Jesús haciéndolo el Salvador. A medida que adquirimos un sentido más claro de la idea espiritual, ésta cambia la percepción que tenemos de nosotros y de la vida. Nos muestra una perspectiva ilimitada e infinita. En cierta medida, es como si, en un día caluroso, abriéramos todas las puertas y ventanas para dejar que la brisa del océano aireara la casa. La idea espiritual es la portadora de toda la alegría, libertad y riqueza verdaderas de la vida.
Gradualmente vemos con mayor claridad que el motivo por el cual el cristianismo y la Ciencia Cristiana aconsejan que no nos sumerjamos en la sensualidad, es debido a que están consagrados a ayudarnos a que logremos una libertad y una realización mucho más profunda de lo que los sentidos jamás puedan ofrecernos. También vemos que el placer en la materia y el dolor en la materia son dos caras de la misma moneda. Tarde o temprano, por lo tanto, llegamos al punto en que queremos romper el hipnotismo de la sensualidad.
Cuando nos despertamos, aun un poco, vemos que podemos liberarnos más de la atracción sensual de lo que creíamos que iba a ser posible. La mente humana y mortal no se puede imaginar cómo puede ocurrir tal cosa, pero nuestra creciente obediencia y amor espirituales nos muestran cómo ocurre. La aparente atracción imaginaria de la sensualidad, que se la puede llamar magnetismo animal, disminuye a medida que aprendemos que no somos animales, sino espirituales. Y, así, avanzamos cada día un poco más, espiritualmente conscientes y comprendiendo nuestro verdadero ser y el universo infinito que Cristo Jesús nos dio a conocer.
El sensualismo insensato de esta época, o de cualquier otra, quisiera enterrar la espiritualidad. La Sra. Eddy hace un comentario que incita a pensar sobre este tema. Al escribir sobre los discípulos después de la resurrección de Cristo Jesús, dice: “Percibiendo de nuevo a Cristo, la Verdad, en la playa del tiempo, pudieron elevarse un tanto sobre la sensibilidad mortal, o el entierro de la mente en la materia, a vida nueva como Espíritu”.Ibid., pág. 35.
¿Hay alguien que no anhele este gran renacimiento, esta inmensidad espiritual? ¿Quién puede soportar que a esto lo oscurezca un mero “átomo de polvo”?
