Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

El asistir hace dos años a mi asociación de estudiantes de Ciencia Cristiana*...

Del número de agosto de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El asistir hace dos años a mi asociación de estudiantes de Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) en Nueva Delhi, fue un desafío. Pero cuán perfectamente se reveló el propósito de Dios. No tenía más que mirar cómo Sus gloriosas promesas salían a la luz.

La fecha de nuestra reunión había sido establecida para el 3 de noviembre de 1984, y yo planeaba salir por avión a Nueva Delhi el 1.° de noviembre. Entonces, el 31 de octubre, supimos acerca del asesinato del Primer Ministro, la Sra. Gandhi. Aquella noche concurrí a la reunión de testimonios de los miércoles en nuestra filial de la Iglesia de Cristo, Científico. En preparación para la reunión, el Primer Lector había elegido lecturas muy apropiadas de la Biblia y de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Las lecturas me ayudaron muchísimo, pues ya nos estaban llegando rumores de motines y contiendas en Nueva Delhi.

Aquella noche recibí llamadas telefónicas de amigos diciéndome que no habría vuelos al día siguiente, ya que el aeropuerto estaba clausurado. Pero a la mañana siguiente, otros amigos amablemente me llevaron a la oficina de la línea aérea que quedaba a una hora en auto desde el aeropuerto. La oficina estaba muy pacífica, a pesar de la especulación de que sería un caos, y se me informó que mi vuelo saldría como estaba programado.

Entonces pasamos un rato en la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana cercana. Allí, la encargada compartió afectuosamente conmigo este pasaje del discurso de la Sra. Eddy en “Pleasant View”, Junio, 1903 (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 170–171): “Amados, algunos de ustedes han venido desde muy lejos para arrodillarse con nosotros en sagrado silencio, en bendita comunión — unidad de fe, comprensión, oración, y alabanza — y regresarán con gozo, llevando sus gavillas. Al despedirme, les repito a estos queridos miembros de mi iglesia: Confiad en la Verdad, y no confiéis en otras cosas”. También yo encontré otro pasaje en el que persistí durante todo mi viaje (ibid., pág. 248): “Ninguna fatal circunstancia de idolatría puede plegar o hacer vacilar tus alas. Ningún fetichismo con un símbolo puede trabar tu vuelo. Tú te remontas sólo como elevado por el poder de Dios, caes por falta del ímpetu divino”.

Mis dos amigos me llevaron al aeropuerto. Me sentí confiada en el cuidado sostenedor del Amor divino. Como uno de nuestros himnos nos asegura (Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 9):

El sabe qué necesitáis;
Sus ángeles vendrán
y a todos guardarán.

En el aeropuerto, en vez de los miles de personas que se había pronosticado que tratarían de conseguir asientos en el avión a Nueva Delhi, ni siquiera había la cantidad usual de gente. Yo era la única pasajera en el mostrador de salida. El vuelo salió puntualmente y aterrizó en Nueva Delhi un poco antes de la hora indicada.

Un querido familiar con el cual me iba a hospedar me recogió en el aeropuerto y fuimos en auto hasta su casa. En el camino me contó que había enviado un mensaje a último momento para que yo no viniera, pues había habido incendios y saqueos cerca de su casa. Me mostró un auto en llamas y algunos camiones incendiados a la orilla del camino. En todo ese tiempo yo me estaba aferrando a los hechos espiritualmente científicos de que sólo la ley de Dios está en operación, y que el hombre vive en perfecta armonía en el sagrado reino de Dios.

Al dar vuelta una esquina, chocamos contra una enorme piedra en el medio del camino. El auto se volcó sobre el costado. Pero rápidamente estaba de nuevo en el camino y avanzando como si nada hubiese sucedido. Recordé estas palabras de Ciencia y Salud (pág. 424): “Bajo la divina Providencia no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección”.

Mi estadía en Nueva Delhi fue dedicada a la constante oración por la ciudad. Recibimos muchas llamadas telefónicas durante la noche, diciéndonos que el sistema de agua había sido envenenado y que el templo atrás de la casa de este familiar, era un proyectado punto de ataque. Estos y otros rumores nos llegaban junto con divulgadas historias de violencia desenfrenada. Estaba segura de que mis oraciones bendecirían tanto a la asociación como a la ciudad. A pesar de las predicciones de que los caminos estarían cerrados al tráfico, nuestra reunión de la asociación se llevó a cabo el mismo día del funeral de la Sra. Gandhi.

En la tarde, al terminar la reunión, mi maestra muy amablemente me envió a casa de mi pariente en su auto. El conductor no expresaba temor y me llevó por un camino donde no había ni peatones ni tráfico de ninguna clase. La sensación de calma con la que salí de la reunión, fue reforzada cada hora que permanecí en la capital. Al día siguiente, gracias a la amabilidad de mi maestra, tuve transporte de ida y vuelta al culto dominical de la iglesia filial local. Allí realicé las gozosas tareas del pianista y de la solista, quienes no habían podido llegar.

A pesar de falsos informes adicionales con respecto a mi vuelo a Bombay — que habría dificultades incluso para aquellos con boletos confirmados — viajé con gran comodidad. El auto de mi hermana me estaba esperando, aún mayor evidencia de que nuestro Padre celestial cuida de todas nuestras necesidades.

Reflexionando sobre estos sucesos, me doy cuenta de que durante el accidente automovilístico realmente sentí que el Salmo noventa y uno era vivo y real (versos 11, 12): “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra”. Yo había estado literalmente llena de pensamientos angelicales para con mis queridos amigos quienes se habían pasado todo el día cuidándome, y para con mis hermanas, quienes no trataron de impedirme ir a Nueva Delhi, sino que, en vez, me enviaron con amor y comprensión. Estos pensamientos angelicales habían servido para protegernos a todos.

Por haber tenido esta oportunidad de probar, en alguna medida, la verdad de las palabras de Cristo Jesús: “Sabed que está cerca el reino de Dios” (Lucas 21:31), estoy humildemente agradecida.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / agosto de 1986

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.