Es relativamente fácil vivir sin responsabilidades, pensando que los santos son contadísimos, que usted y yo jamás conoceremos uno, y mucho menos seremos uno de ellos. No obstante, antes de la era cristiana y en la Iglesia Cristiana primitiva, todos los que eran fieles a Dios eran llamados santos. Esto, por cierto, establece la responsabilidad en los cristianos de hoy en día de comportarse como santos.
¿Qué exige esto? Significa ser solemne y santurrón? ¿Significa ser ascético? No. Pero ser santo sí significa ser consagrado, haber sido escogido para servir a Dios.
En el Antiguo Testamento, Dios revela la base para la santidad del hombre creado a Su semejanza, nuestra verdadera identidad. El dice: “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios”. Lev. 19:2. En la antigüedad, la cualidad espiritual de santidad era considerada ejemplar en el remanente fiel de Israel (ver Isaías 4:3), especialmente aquellos que se mantuvieron firmes durante la persecución.
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