“Cuando el Dr. Robert Coles era un joven siquiatra, le desconcertaba la calma de una niña de color, de 6 años de edad, que diariamente caminaba para ir a la escuela a través de chusmas insultantes; era una alumna solitaria en una escuela a la cual, bajo una orden de integración del año 1960, no querían concurrir alumnos blancos.
“Cada mañana, a Ruby Bridges le llovían las amenazas e injurias al ir escoltada por 25 vigilantes federales, tanto de ida a la escuela como de vuelta. Cada tarde, sufría el mismo desprecio de regreso a su casa.
“Ayer, el Dr. Coles, al dirigir la palabra en un simposio en Harvard sobre el enigma de cómo se desarrolla el carácter, dijo que Ruby insistía en que estaba alegre y que le ‘iba muy bien’. Pero él suponía que en el fondo de sus afirmaciones, Ruby Bridges tenía que estar sufriendo de los traumas que la siquiatría pronosticaría ...
“Pero el Dr. Coles, ahora un prominente siquiatra para niños y escritor, dijo a los miembros de la Clase de 1960 de Harvard, que después de haber investigado a fondo, no encontró depresión o enojo, ni insomnio o traza de angustia. En vez, vio que Ruby Bridges soportó el odio orando tres veces al día por la chusma misma que amenzaba matarla...
“ ‘Jamás debemos olvidar’, dijo él, ‘cuánto tiene para enseñarnos una niña como Ruby’ ”.
para el The Boston Globe
Comentario de los Redactores: Algunas veces olvidamos cuán poderosa y práctica es la oración sencilla. Y después, nos encontramos con alguien como Ruby Bridges o leemos acerca de ella, y nuevamente recordamos las maravillas que pueden lograr la fe y la convicción genuinas. Tal vez el mundo secular no estaría tan sorprendido acerca de lo que la oración puede hacer si más vidas cristianas fueran oraciones vivientes. Si nosotros mismos no estamos profundamente conscientes de la verdad práctica del cristianismo, ¿debiéramos sorprendernos si el mundo es indiferente? La Sra. Eddy comentó en cierta ocasión: “A veces puede parecer que se rechaza a la verdad porque las condiciones para aceptarla son la humildad y la espiritualidad, mientras que la cristiandad, por lo general, exige tanto menos” (Ciencia y Salud, pág. 343).
Tal vez la solución para Beirut, para Africa del Sur, Irlanda del Norte, o para un conflicto menos conocido, sea mucho más sencilla y mucho más profunda de lo que nos damos cuenta. En cierto sentido, es la solución de un niño. Después de todo, sólo uno que tenía una confianza en Dios, la cual no era terrenal, sino totalmente como la de un niño, pudo decir: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:44, 45).
A un mundo “adulto”, incrédulo y sarcástico, esas palabras de Jesús pueden parecerle una ingenua necedad. Pero al que verdaderamente es semejante a un niño, le hacen perfecto sentido por ser la única manera sana de vivir y proceder. Cuando quiera y dondequiera que se logre paz permanente, siempre podemos estar seguros de que “un niño los pastoreará“ (Isa. 11:6).