El temor de que podamos tener insuficientes defensas o carecer de inmunidad contra la enfermedad — que podamos ser atacados por la enfermedad sin que podamos defendernos — es un temor que nadie tiene que aceptar. Pero, lamentablemente, muchas personas sí aceptan las predicciones de sufrimiento y de pérdida cuando creen que no tienen alternativa alguna. Puede que los veredictos atemorizantes parezcan inevitables. Algunas personas quizás concluyan que todo lo que pueden hacer es aceptar las enfermedades limitativas y esperar la paz al resignarse.
El tratar de resignarnos a la enfermedad no es la solución. Sin embargo, al aceptar la promesa bíblica de curación, sí podemos hallar una solución que traiga esperanzas.
Si la sugestión de que tenemos poca resistencia (a la enfermedad o a cualquier otra forma de mal) es acentuada, lo último que debiéramos hacer es dejarnos vencer por esa sugestión. La curación cristiana es una forma de rebelión justa y espiritualmente impulsada contra imposiciones crueles e injustas, como lo demuestran las obras sanadoras de Cristo Jesús. ¡Dios es el bien todopoderoso! ¿Por qué no habríamos de rebelarnos contra una mentira que dice que Su creación es impotente y que puede ser subyugada por el mal? Cuando comprendemos que realmente somos el hombre de la creación de Dios, que expresa Su poder, vemos que no hay circunstancia ni condición alguna que puedan hacernos indefensos contra nada que sea dañino, o susceptibles a ello, incluso la enfermedad. Y tenemos el derecho de demostrar esto mediante el progreso y la regeneración espirituales.
Dios jamás es deficiente en Su amor todopoderoso que circunda a toda Su creación. El Salmista cantó: “Mi escudo está en Dios, que salva a los rectos de corazón”. Salmo 7:10.
¿Qué constituye esta defensa? Es la comprensión demostrable de nuestra verdadera naturaleza espiritual, que Dios nos revela. Puesto que la comprensión espiritual es otorgada por Dios, es universal e imparcial. Nadie puede ser separado de ella. No hay lugar, tiempo ni condición alguna donde la comprensión espiritual acerca de Dios y Su idea, el hombre, no pueda prevalecer y aportar fortaleza, libertad moral y espiritual, y curación.
La Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) nos trae un sentido más claro de nuestra identidad como hijos de Dios, y demuestra lo que esto realmente significa para nosotros. El vernos a nosotros mismos como creados, amados y sostenidos por nuestro Padre-Madre Dios mediante Su ley espiritual, tiene un efecto sorprendente y vivificador en toda nuestra experiencia, y penetra todos los aspectos de nuestras necesidades.
Como hijos de Dios, el Espíritu, en nuestra verdadera naturaleza no estamos sujetos a la enfermedad, puesto que Dios jamás la hizo y nunca creó a Sus hijos vulnerables al sufrimiento. No hay males microscópicos ni gigantescos, no hay amenazas invisibles o visibles escondidas en Su reino que lo incluye todo.
El comprender esto — el comprender nuestra verdadera naturaleza espiritual — y el aprender a mantener nuestras vidas en consonancia con las leyes morales y espirituales de Dios, nos proveen de lo que humanamente consideraríamos como inmunidad, somos protegidos contra las creencias de enfermedad y deficiencias, y contra los efectos de estas creencias.
Al ignorar nuestra semejanza con Dios — y no tratar de demostrarla en nuestra vida diaria — podríamos parecer estar expuestos y vulnerables a toda clase de versiones equivocadas acerca de lo que realmente somos. Por ejemplo, podríamos confundir nuestra individualidad espiritual con una forma física, o considerar que somos un conjunto de variadas características personales. Podríamos confundir impulsos físicos con nuestros genuinos deseos y seguir esos impulsos considerándolos como el ejercicio de la libertad personal. Una cosa es segura: tal percepción limitada y material acerca del hombre es inevitablemente una mezcla de algo bueno y de algo no tan bueno.
Para defendernos del síndrome del pecado, la enfermedad y la muerte, al cual Pablo se refirió como “los designios de la carne”, o sea, la manera material de pensar y vivir, tenemos que rebelarnos contra ellos, es decir, reclamar lo que Dios es y lo que nosotros realmente somos. Entonces sentimos la alentadora y poderosa luz de la Verdad divina brillando sobre nosotros, disipando las tenebrosas imágenes que abrigamos acerca de nosotros mismos.
Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, se refiere a la luz poderosa de la Verdad “que calma los temores del hombre, lleva sus cargas, lo llama a la Verdad y al Amor y a la dulce inmunidad que éstos ofrecen contra el pecado, la enfermedad y la muerte”. Escritos Misceláneos, pág. 320.
¿Qué es, entonces, lo que nos haría sentir débiles e indefensos, como si fuerzas ajenas a nuestro control pudieran dominarnos? Una de las cosas que podría hacer esto es el no resistir con suficiente firmeza la noción de que el hombre vive en la materia, que está atrapado por ella. Tenemos que resistir la noción falsa de que el hombre es esencialmente material, sujeto a la atracción material y a influencias materiales sobre las cuales no tiene control.
Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy, nos alienta e instruye, mostrándonos cómo adoptar nuestra posición y demostrar nuestra salud y pureza otorgadas por Dios. Dice: “Tomad posesión de vuestro cuerpo y regid sus sensaciones y funciones. Levantaos en la fuerza del Espíritu para resistir todo lo que sea desemejante al bien. Dios ha hecho al hombre capaz de eso, y nada puede invalidar la capacidad y el poder divinamente otorgados al hombre”. Ciencia y Salud, pág. 393.
Los primeros cristianos también nos pueden enseñar el camino de la victoria en esta lucha para liberarnos de la influencia de los sentidos físicos. Santiago escribió: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”. Sant. 4:7, 8.
Al adherirnos fielmente a la verdad de nuestro ser — la verdad de que somos puros y espirituales, creados a la imagen y semejanza de Dios — veremos cómo retroceden las malévolas, pero en realidad impotentes, pretensiones de los sentidos, y veremos que pierden su aparente autoridad.
El razonar así, de acuerdo con la ley divina, y el adherirnos firmemente a la verdad espiritual, es oración. Y la oración tiene un profundo efecto leudante en nuestra consciencia y, por lo tanto, en nuestras vidas. Crea en nosotros una mayor resistencia contra las pretensiones limitativas de los designios de la carne. Abre las avenidas mentales mediante las cuales podemos cumplir con la demanda “acercaos a Dios”; cómo podemos unir nuestros pensamientos y vida a la Verdad. La oración nos pone en armonía con el Cristo, nos abre los ojos a lo que siempre hemos sido: los hijos perfectos de Dios, unidos a El, reflejando sólo el bien y nada más que el bien.
Cuando oramos para obtener la comprensión espiritual que sana, vemos que tanto lo moral como lo físico son fortalecidos y purificados porque la oración nos abre los ojos para que veamos nuestra naturaleza espiritual. Despierta nuestro deseo innato por ser buenos y hacer lo bueno, de despojarnos de todo lo que sea desemejante a Dios, el Espíritu. De hecho, la misión más elevada de la Verdad en el mundo, es la de liberarnos a nosotros — y liberar a todos — de las creencias limitativas y pecaminosas, cualquiera que sea la forma que adopten.
El poder de la Verdad en la consciencia nos libera y nos mantiene libres de imposiciones sobre nuestra salud moral y nuestro bienestar. La Verdad nos da poder espiritual en cualquier aspecto de nuestra experiencia para "resistir todo lo que sea desemejante al bien”.
Los falsos temores, la impulsividad, las versiones meramente sicológicas y biológicas acerca del hombre, pierden su autoridad, su pretensión a catalogarnos y a hacernos sus víctimas. La oración levanta una resistencia a todas estas cosas, y a los supuestos estragos que producen en la mente y en el cuerpo.
Ciencia y Salud dice: “La historia del cristianismo brinda pruebas sublimes de la influencia sostenedora y del poder protector conferidos al hombre por su Padre celestial, la Mente omnipotente, que da al hombre fe y entendimiento con los cuales defenderse no sólo de la tentación sino también del sufrimiento corporal”. Ciencia y Salud, pág. 387.
Las tentaciones de la carne y los sufrimientos corporales se vencen a diario, en esta misma época, por aquellos que se están esforzando por seguir las enseñanzas de Cristo Jesús. Sus seguidores, aunque tienen que trabajar arduamente y estar dispuestos a progresar, están ganando sus batallas. Dios, el bien siempre presente, es Todo-en todo. A medida que de todo corazón aceptamos esta verdad, podemos regocijarnos en ella y ayudarnos a nosotros mismos y a otros, porque el estar del lado de Dios es estar del único lado que existe. Nada puede atacar la totalidad de Dios o infiltrarse en ella.
Como hijos inteligentes y amados de Dios, no estamos gobernados por “leyes” biológicas, sino solamente por Su ley de misericordia y justicia. Jamás estamos indefensos ni carecemos de ninguna de las cualidades que constituyen nuestra compleción. No hay grietas en la eterna e impenetrable armadura del amor de Dios.